El
cinco de agosto se cumplen cincuenta años de la muerte de Marilyn Monroe una de
las figuras más influyentes en la psicología colectiva del siglo XX. Todas
hemos crecido bajo la recurrente imagen de esa mujer fabricada por la industria
de la publicidad y la sub-cultura de
masas del siglo XX.
Marilyn
es el prototipo de la mujer descerebrada y vacía, un cuerpo sin alma destinado
a manipular la psicología masculina al catequizar a los hombres para que
consideren ese modelo de fémina como el más apetecible y a las mujeres para
imitarla en su físico tanto como en su psicología.
Su
figura fue diseñada con detalle. Una belleza artificial y sin expresividad que
no comunica ni exterioriza emoción alguna, una personalidad quebrantada,
insegura y blanda, superficial hasta el
empacho, dependiente de los hombres, del poder y del dinero, destructiva y
dañina.
Por
completo ajena al impulso maternal, su vida fue un perpetuo pulular alrededor
de los hombres poderosos como Keneddy, una pertinaz peregrinación de fiesta en
fiesta y de exceso en exceso.
El
distintivo más llamativo de su carácter fue la simpleza mental, la ignorancia,
la incultura y la ausencia de la chispa de la inteligencia natural.
Que
Marilyn se haya convertido en el icono del siglo XX junto con el bote de sopa
de Warhol dice mucho de una época en que
la trivialidad y las baratijas han sustituido y destruido la cultura, la
civilización y la esencia humana.
Al
hacer un símbolo sexual de una figura tan lamentable en sus atributos
intelectuales, morales y sociales se dio un golpe formidable a esta práctica
primordial y natural de la vida humana. El sexo genuino es una forma de
relación personal, es decir, no es una relación entre dos cuerpos sino entre
dos individuos. Aunque la relación libidinosa admite muchas variantes éstas
requieren, para ser de calidad, que todas las dimensiones del ser humano se
incluyan. La imaginación, el lenguaje, la capacidad para interiorizar la
alteridad, es decir para ver, sentir y comprender al otro como acto de la
inteligencia práctica, son, entre muchos otros, elementos fundamentales de lo
erótico; un sexo sin contenido como el que vende la figura de Marilyn es una
ceremonia que anuncia la agonía de la carnalidad humana.
No
hay nada en la proyección histórica de Marilyn que sea casual o fruto de
movimientos espontáneos de la opinión y la vida social. Como apunta Belén López
Vázquez en “Publicidad emocional” tanto ella como James Dean o Elvis Presley
fueron un producto de la mercadotecnia fabricados por la industria del
adoctrinamiento de masas. No parece casual que comenzara su carrera de modelo
poniendo su imagen para ilustrar la contribución de las mujeres a la economía
durante la Segunda Guerra Mundial, es decir, como un símbolo del militarismo
norteamericano.
Lo
anterior demuestra que el machismo trastornado implícito en el estereotipo
viviente de la mujer tonta que representa la rubia universal no se origina en
el pueblo como algunos quieren dar a entender ni en la derecha mostrenca y
carcunda, es, por el contrario, el producto del compadrazgo del
capitalismo más potente, el de la
industria del entretenimiento y la manipulación
de las masas de Hollywood, el poder imperial, representado por el
Pentágono y la Casa Blanca y la izquierda más papanatas que propagandiza el
feminismo, se inclina ante los iconos de una “cultura” de la frivolidad y la
chabacanería y usa ambas doctrinas, feminismo y vanguardias artísticas, contra
la tradición y el acervo del pueblo.
A
todos aquellos que aún no han entendido que ese modelo de mujer descerebrada,
aturdida y obtusa se ha fraguado en la modernidad y no en la tradición les
recomiendo la lectura atenta del Quijote y el estudio de sus figuras femeninas, especialmente Dorotea y Marcela, que son
retratadas como personalidades absolutamente singulares e impares, sujetos que
viven por sí mismas, sustantivamente y no como adjetivos de los hombres.
Se
puede reconocer cual es la virtud que Cervantes admira más en las mujeres, su
inteligencia, por eso todas las féminas de la novela cervantina hablan por sí
mismas y sin complejos y son escuchadas con fascinación por los hombres. Dice
Julián Marías en “La educación sentimental” que Cervantes “descubre formas
variadísimas de feminidad”, es cierto,
pero también lo es que todas las personalidades femeninas que dibuja están
dotadas de una enorme autonomía personal y viveza intelectual, no encontraremos
ninguna “Marilyn”.
No
puedo acabar sin un comentario a la adaptación postmoderna del mito misógino de
la mujer vacía que ha hecho como nadie un personaje de la izquierda, Pedro
Almodóvar. Más machista que sus antecesores ha sido él, el hombre creador de los
símbolos y no sus representaciones mujeriles, quien se sitúa en el centro y acapara
fama y honores. Las mujeres, en el cine del bufón manchego, carecen por
completo de vida interior y forma humana, son un monstruoso compendio de disvalores,
chabacanería, ininteligencia, incultura e incivilidad. Su colección de
histéricas, maniaco-depresivas, histriónicas, perturbadas y estrafalarias es el
mayor escarnio de la imagen de la mujer de la historia contemporánea. Supera
con creces al machismo franquista que conservaba un respeto elemental y
privado, pero real, por el carácter humano de las féminas, aún considerándolas
inferiores en su participación social.
Para
Almodóvar las mujeres no somos en realidad personas, sus “chicas” son mofa y
befa de la feminidad como humanidad singular sexuada, carecen de lenguaje
lúcido, metas trascendentes, sentido común y mérito personal, son cáscaras
vanas, insustanciales hasta el empacho, simples y necias obsesionadas con un
sexo frívolo y una vida estúpida y superficial de conversaciones banales y holganza aristocrática.
Dada
la centralidad que consiguió el cine (proceso que, por cierto, se fraguó en el franquismo)
en la sociedad moderna y la influencia que la imitación de sus personajes ha
tenido en la vida popular no es de extrañar que toda una generación de mujeres
se haya mirado y construido según el paradigma del hortera manchego como seres
irracionales y vacuos, encerradas en un arquetipo letal.
Que
se haya hecho de este personaje un icono de la izquierda ni es casual ni un
error, manifiesta el rostro auténtico de esta ideología que ha sido en la
historia y en el presente la representante de la misoginia más pura, del odio a
la mujer más enconado.
Que los y las feministas se sientan identificados y hermanados con el que ya es
llamado “manchego universal”, frente y contra Cervantes, no es tampoco un
accidente sino que corrobora lo que he sostenido siempre, que tales son los
representantes de un neo-machismo más nocivo y virulento que el del patriarcado
clásico pues atenta a los fundamentos de la condición humana de las mujeres.
No
podremos las mujeres recuperar plenamente nuestra dignidad como personas
mientras no nos situemos resuelta y decisivamente contra tales operaciones
neo-machistas y neo-patriarcales.