“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Audio de la charla “Guerra de sexos y destrucción de la condición humana” en “La Libre del barrio” , Leganés 5 de junio de 2015.
Comparto este texto que he recibido de una amiga. Nos traslada una experiencia de esas que suceden demasiado a menudo y demasiado a menudo pasan desapercibidas. No es noticia la cárcel ni las cosas que suceden detrás de sus muros. Tal vez deberíamos asomarnos de vez en cuando para comprender mejor el mundo en el que vivimos.


HAY UNA CIUDAD

Hay una ciudad entre la espuma en la que siempre, casi siempre, brilla el sol.
Se yergue desde hace más de dos mil años al lado del mar. Es pequeñita, y bella. Sus habitantes se cansan mucho. Ir de una parte a otra les parece recorrer una gran distancia, aunque sólo les lleve unos minutos.
Como todas, se disemina en barrios, y su mayor atractivo reside en el barrio antiguo, donde está la Catedral que mira a todos desde su altura literal y figurada.
Es una pequeña ciudad donde nunca pasa nada.
El alcalde, recién vuelto a elegir, se pasea por donde viven los obreros que le han dado la alcaldía. Es tranquila, y uno se puede perder en la Necrópolis y disfrutar de su silencio, a diez minutos de las Ramblas, con las cafeterías caras donde se sientan las señoras bien a tomarse sus pastitas.
En esta ciudad de provincias donde mucha gente es provinciana se levanta una cárcel, como en todas las ciudades.
En la cárcel no brilla el sol, ni es tranquila, ni se toman pastitas con café, y a veces pasan cosas.
A veces muere una planta y, dos días más tarde, vuelve a renacer.
A veces se ve una luz blanca, inexplicable, que como un relámpago pequeño atraviesa el aire para después desvanecerse.
A veces un preso decide suicidarse.
Nadie lo sabrá. Sólo su familia. Sólo los penados lo sabrán. A ellos no procede el ocultarles que la noche se llevó al otro preso. Preguntarían por él, tienen memoria.
Quizá entre los muros la memoria es lo único que les queda del mundo que hay fuera y del que les separa tan sólo unos pocos metros de distancia, una distancia que es eterna mientras estén dentro.
Un mundo que, ajeno al drama, sigue girando en su palpitar absurdo, despojado de su historia.
Y el silencio cubre todo ante los muros. Clava las rejas, las coloca a ras de suelo.
Porque, ¡ay!, a veces un preso decide suicidarse.

Las Parteras

Las Parteras

La intervención sobre el parto se ha justificado por el mito de que las mujeres morían masivamente en el pasado al parir. Este es otro tópico que no se sostiene en hechos verificables como apuntamos en  “Feminicidio o auto-construcción de la mujer”. Os dejo un extracto:

“En los datos proporcionados por el Catastro de Ensenada, confeccionado en 1750-1752, siempre aparece la categoría viudas con muchas más personas que la de viudos, lo que indica que ya entonces la vida media de las mujeres era superior a la de los varones, como sucede ahora, por cierto. Ello refuta el mito victimista de que fallecían masivamente en los partos, imponente mentira que tiene un contenido machista, pues equivale a descalificar a las muchas mujeres que hacían de parteras, que poseían una pericia y competencia, sin ser especialistas, excelente, de manera que la gran mayoría de los partos eran perfectamente felices y exitosos, sin daño para la madre y el bebé.

Del amor y del hombre

HACIA UNA ERÓTICA DE LA EXPERIENCIA
Del amor y del hombre

 
Hasta ahora todos los escritos de esta sección de “Erótica de la experiencia” han estado dedicados a la erótica femenina. Necesitaba incluir el punto de vista del hombre, era esto imprescindible por justicia, pues los hombres son la mitad del mundo, y por la sensata percepción de que necesitamos los dos polos pues ni los hombres ni las mujeres podremos comprendernos a nosotros mismos mientras no entendamos al otro en tanto que otro, distinto y ajeno, como realidad autónoma e independiente.
Hoy se necesita valor y coraje para decir la verdad en estos temas, la mentira es la norma, mentir afuera y mentir adentro, mentir al mundo y mentirse a uno mismo. Y la inautenticidad, el obligatorio sometimiento al canon que obliga a cercenar los propios impulsos y deseos para encajar en el molde.
Tengo que agradecer a Ramón la sinceridad y valentía de su texto y de su vida porque es en la vida y en la experiencia real donde libramos la primera batalla por construir nuestra propia humanidad.
 








"Cid Ruy Díez só, que yago aquí encerrado
e vencí al rey Bucar con treinta e seis reyes de paganos.
Estos treinta e seis reyes, los veinte e dos murieron en el campo;
vencílos sobre Valencia desque yo muerto encima de mi caballo.
Con esta son setenta e dos batallas que yo vencí en el campo.
Gané a Colada e a Tizona: por ende Dios sea loado."

(Epitafio del Cid)