LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES
COMUNICACIÓN AL CONGRESO ANUAL DE LA SAT
Ofrezco la versión en castellano de la comunicación que se presentará el sábado 27 en esperanto.
Deseo expresar en primer lugar mi entusiasmo por
estar aquí y el agradecimiento más efusivo a los organizadores por la
invitación que me hicieron. Yo no he aprendido vuestra lengua pero siempre he
admirado el impulso universalista y convivencial que la ha creado como decisión
práctica de romper las barreras a la
comunicación humana.
Mi ponencia, escrita originalmente en castellano,
tratará del tema que más he trabajado en los últimos años y sobre el que he
publicado varios libros y artículos, la
cuestión femenina en el tiempo presente, no lo haré desde la visión
especializada del nuevo sexismo político sino desde una vocación universalista que
es tan necesaria en esta época y que es más cercana al espíritu de esta reunión.
El universalismo, la visión integradora e integral
del mundo está hoy desapareciendo, ahora triunfa lo sectario, que es patriotismo
de clan; lo corporativo, que es egoísmo grupal; lo parcial, que es una forma interesada
de ver la realidad, lo fragmentario, que es un instrumento para velar la verdad de las cosas
y asciende, además, una intolerancia fanática a la divergencia y a la libertad.
Trataré de superar esas lacras al abordar una
cuestión, la realidad de las mujeres y las políticas que se hacen en nuestro
nombre, que no es, a mi entender, un asunto parcial o limitado, ni un hecho que
afecte a la mitad del género humano, las mujeres, sino algo que está mutando la
sociedad de manera trascendental y decisiva y afecta por ello a toda la
humanidad, al menos a la parte de la humanidad que es pueblo, es decir, a los
sin poder.
Cada vez en mayor medida los poderosos del planeta
son poderosas, mujeres que tienen una influencia y capacidad de mando creciente
como Angela Merkel cuyo proyecto es erigir el IV Reich en el siglo XXI o Dilma
Rousseff, la izquierdista-feminista que lanza hoy a la policía contra un pueblo
brasileño harto de pan y circo, de pan y futbol en este caso. En contra de los
dogmas sexistas de que el mundo sería mejor cuando mandasen las mujeres, es
posible observar que en nada ha mejorado la sociedad por el ascenso de un
número creciente de féminas.
Por el contrario los pueblos, varones y féminas por
igual, son sacrificados al ascenso de Estados cada vez más depredadores y un capitalismo crecientemente
esclavista de la mano de estas nuevas castas de poderosas tan brutales y
sanguinarias como sus homólogos varones y a menudo más que ellos porque se
consideran investidas de mayor legitimidad para el dominio por su condición de
mujeres.
Mientras los Organismos Internacionales que
representan el poderío de las grandes potencias antiguas y nuevas, declinantes
y emergentes, lanzan campañas y programas cada vez más ambiciosos para
“proteger” y “emancipar” a las mujeres, creando incluso una entidad dedicada en
exclusiva a nosotras, la ONU-Mujer, mientras se nos señalan las grandes
conquistas que en el último siglo alcanzó la mujer y se nos adoctrina de forma
permanente para que veamos la realidad con las anteojeras de sus consignas,
asistimos a la devastación de las condiciones de existencia de las mujeres del
pueblo en todo el planeta. La irrupción de procesos de estatización y
militarización crecientes y de un nuevo capitalismo emergente que aspira a
disputar la hegemonía a Occidente ha tenido consecuencias devastadoras para
toda la sociedad y de forma especial para las mujeres que han sido convertidas
en poco menos que ganado de labor y despojadas de los más primarios derechos
naturales.
Estas operaciones son tanto más efectivas cuanto
más aisladas están las mujeres de su entorno natural, más se desarrolla una
larvada guerra entre los sexos, más se victimiza a la feminidad y se demoniza a
la masculinidad como origen de todos los males (exculpando de paso al poder y
al Estado), más destruida está, a través de ello, la red social primaria que
sostiene la vida y por lo tanto más solitaria y vulnerable se halla la mujer.
Así se desarrolla una nueva industria con mano de
obra esclava (que en algunos sectores es casi exclusivamente femenina) lo que
sucede por el momento en los países emergentes y en China pero prospera como
modelo para toda la actividad productiva. Se realizan movimientos migratorios
masivos de mujeres convertidas en ganado humano en función de los proyectos
políticos o económicos de los Estados y los grandes grupos capitalistas.
Aparece una nueva capacidad para que las instituciones dirijan y dominen la
vida de la mujer completamente,
se regula la natalidad por métodos expeditivos y brutales que van desde la
manipulación mental masiva, la coacción económica y estructural, la represión
directa, la presión de los funcionarios y las empresas a las esterilizaciones
masivas (a veces manu militari) y el aborto forzoso.
Este modelo, diseñado por las grandes potencias
imperiales occidentales después de la II Guerra Mundial y pergeñado en sus
detalles en la Conferencia de Beijing de la ONU en 1995, se ha impuesto hoy en
todo el planeta y amenaza con liquidar todo rastro de vida horizontal
autogestionada y de vínculos humanos primarios.
Mientras se adormece la conciencia de la mujer con
un discurso edulcorado sobre las grandes aportaciones del género femenino a la
paz, se prepara la IV Guerra Mundial en la que las mujeres del pueblo seremos
llevadas, junto a nuestros hermanos varones, a morir por la gloria de los
poderosos y las poderosas de nuestros países. La Resolución 1325 de la ONU del
año 2000, insta a los gobiernos mundiales a incorporar a las mujeres a las
labores de la “paz” mundial
integrándolas en mayor medida en
las unidades que actúan “sobre el terreno”, es decir, en las operaciones
militares abiertas. En el Estado español se integró a las mujeres desde la
creación de las Fuerzas Armadas profesionales sin ninguna limitación para
actuar en la primera línea de combate, hoy es el ejército europeo con mayor
número de ellas. El Parlamento noruego ha aprobado recientemente el servicio
militar obligatorio para ambos sexos señalando que su objetivo es que, a partir
de 2015, su Ejército sea "neutral en materia de género". Estos son las
metas reales de las políticas de género y no la libertad femenina.
A través del sexismo político feminista, el
enfrentamiento entre los sexos, la manipulación de las mujeres y la represión con
el argumento de la emancipación femenina han conseguido objetivos fundamentales
para ampliar la dominación social que pueden resumirse en:
1) Dividir y enfrentar al pueblo creando una
corriente de victimismo femenino que alimenta a su vez otra de resentimiento
masculino lo que impide el actuar colectiva y mancomunadamente en casi ninguna
parcela de la vida. La máxima del gran imperio del mal, Roma, el “divide et
impera”, es hoy la divisa de las elites
dominantes que han conseguido un éxito notable en sus proyectos.
2) Conseguir la colaboración de amplios sectores
del pueblo en su propio sometimiento político, lo que se ha producido cuando
una parte importante de las mujeres, apartadas consustancialmente de los
hombres que son sus iguales se ha comprometido con el Estado y sus
instituciones convencidas de que su emancipación reside en esa alianza
ignominiosa e indeseable. También una parte de los hombres colabora con el
proyecto del sexismo político persuadidos de hacer el bien a sus iguales del
otro sexo. Así el ascenso al poder de una casta de poderosas que se presentan a
sí mismas como oprimidas y que dicen personificar el triunfo de todas las
féminas tras siglos de opresión está significando una auténtica refundación del
sistema de dominación que maximiza la esclavitud del pueblo, hombres y mujeres,
con el pretexto de ampliar la libertad de las segundas.
3) La manipulación y destrucción de las mujeres en
tanto que tales, es decir, en tanto que seres humanos completos y singulares y
otro tanto de los hombres que son también rehechos según el diseño de las
instituciones del poder para emerger como seres neutros, no sexuados, no
autoconstruidos, dirigidos desde fuera y mutilados en su auténtica naturaleza y
devenidos en trabajadores puros, “animal laborans” y súbditos perfectos, sin
atributos espirituales ni sexuales que distraigan de su condición de siervos
del poder.
4) Convertir la cuestión de la mujer en punta de
lanza para complejas operaciones de ingeniería social y psíquica que han
permitido al poder penetrar en lo más recóndito del sujeto, en sus impulsos primarios
y más naturales que son hoy manipulados por el oprobioso sistema de dominación.
Se trituran los impulsos sociales básicos, el interés por los otros (primero
cuando son otros del otro sexo, y luego también los del mismo sexo) se
construye el ser solitario y autista incapaz de relacionarse con los otros y
con el mundo. Desaparece la sexualidad natural, se reprimen los impulsos
libidinales más auténticos y se usa este nuevo poder sobre el interior del
sujeto para manejar ilimitadamente su
conducta y su acción. Se trituran las instituciones naturales de convivencia
como la familia y, con ella, todas las demás formas de vida comunitaria que son
acusadas de ser el origen de toda opresión y sojuzgamiento del individuo.
5) Aculturar y desenraizar de forma sustancial al pueblo que es
presentado como el hacedor de la mayor iniquidad y brutalidad sobre las
mujeres, el artífice del abuso y el avasallamiento machista, para ello se
falsifica la historia y se construye un relato falso convertido en verdad a fuer
de repetirse por múltiples canales y sistemas. La usurpación de la historia
produce un sujeto vaciado interiormente pues la tradición constituye la
identidad personal más trascendental.
El estado español tiene el triste galardón de ser
el país donde hoy se ensayan algunas de las operaciones más amenazadoras hacia
la libertad civil e incluso los derechos naturales de las personas con el
argumento de la protección de las mujeres. Tal es la llamada Ley Integral
contra la Violencia de Género, una ley de excepción propia de los regímenes más dictatoriales y tiránicos, que
viola los principios de igualdad ante la ley pues castiga a los hombres por
actos que, de ser realizados por las mujeres, no se consideran delitos, los principios de garantías jurídicas pues ha
invertido la carga de la prueba y considera la palabra de la mujer, sin ninguna
otra evidencia, motivo suficiente para condenar a un hombre.
La Ley de violencia de Género ha abierto un proceso
represivo contra los hombres del pueblo como no se conocía desde el franquismo,
ha convertido al Estado español en uno de los que mayor población reclusa
tienen por millón de habitantes en Europa aunque las cifras de delincuencia son
sustantivamente inferiores a la media del continente y la violencia machista es
aquí significativamente menor que en el norte de Europa.
Se han invertido millones de euros en financiar una
campaña permanente de manipulación y terror político que supera las distopías
imaginadas en el siglo XX, en crear y financiar generosamente grupos de presión
que ejercen de policía del pensamiento actuando coactivamente en todos los
ámbitos sociales. Han creado un Ministerio de Igualdad, ayer independiente y
ahora adscrito al de Sanidad y Servicios sociales, a través del cual el Estado
dirige y organiza políticas cada vez más liberticidas, han fundado miles de
cátedras de género, de organismos y oficinas dedicadas la aplicación de las directrices
dictadas en el Ministerio de Igualdad. Se han dictado docenas de leyes para
proteger y privilegiar a las mujeres con el argumento machista de que debido a
nuestra sustancial debilidad no podemos valernos por nosotras mismas y tenemos
que ser tuteladas por el Estado.
La legislación de género introduce una tutela,
adiestramiento y gobierno de las mujeres por parte de las instituciones que es
intolerable y destructivo la asignación por parte del poder del estatuto de
víctimas a las mujeres tiene como objetivo su desmovilización estratégica;
mientras dure el letargo femenino la pervivencia del sistema está garantizada,
por ello la cuestión del género seguirá siendo parte sustancial de la “razón de
Estado”.
Para demostrar la necesidad de la protección
estatal sobre las mujeres se ha establecido un sistema de propaganda volcado en
la transmisión de mentiras útiles para el poder, se adultera la realidad, se sustituye la
experiencia y la verdad por consignas, se ha falsificado la historia y lanzado
grandes proyectos de aculturación y auto-negación en el pueblo. Por ello la
recuperación de la verdad sobre el pasado, como hemos hecho Félix Rodrigo y yo
en nuestro libro “Feminicidio o auto-construcción de la mujer” es una necesidad
imperiosa.
Nos dicen
que las mujeres no hemos existido en la historia sino como víctimas, se nos
equipara a los objetos y las cosas con la intención de destruir nuestra
capacidad de acción e intervención sobre el mundo; nos obligan a vivir en la mentira.
En nuestra historia la concurrencia femenina en los momentos más ásperos de la
lucha contra el poder establecido ha sido la norma y no la excepción; un
ejemplo significado y admirable, sucedido en Madrid, fue el conocido como
“Motín contra Esquilache” en marzo de 1766 en el que miles de madrileños y
madrileñas asaltaron instalaciones castrenses, protagonizaron choques
violentísimos y pusieron en jaque durante varios días al poder constituido. Tan
alta fue la participación femenina, tan briosa y vehemente su acometividad
hacia las fuerzas de orden, que un narrador anónimo las llamó “amazonas
arrabaleras”. Las mujeres no solo participaron en las asambleas populares que
se realizaron en diversas partes de la ciudad durante los días que duró la insurrección, sino que llevaron a
cabo acciones tan heroicas y arriesgadas como los hombres y se llegaron a
constituir escuadrones femeninos que hicieron un desfile triunfal por la calle
Atocha. En la mayor parte de las situaciones históricas de conflagración violenta
en las que tomó parte activa el pueblo la mujer fue parte viva y sustantiva de
la acción; lo fue, por supuesto, y con especial relevancia, en las guerras
antinapoleónicas en las que actuaron con tanto arrojo y valentía como los
hombres, algo que asombró y espantó a los franceses que consideraban
antinatural luchar contra mujeres.
Sabemos que en la
sociedad tradicional hispana, la mujer tuvo un lugar destacado y activo, eso la
hizo emprendedora y segura de sí misma. Sólo si fuésemos capaces de regenerar
un nuevo sujeto colectivo, un pueblo con conciencia de sí y con estructuras e
instituciones propias, basadas en la vida horizontal y el desapego a la
protección del Estado, podría volver a recuperarse ese espacio integrado, ese
nicho, en el que las mujeres ocupen un lugar propio y no otorgado por el poder,
en que la acción y la energía femenina se despliegue libremente.
El Movimiento 15-M
tuvo, en sus orígenes, una genial intuición sobre lo destructivo de las
políticas de segregación y privilegio femenino, por ello se enfrentó en la
acampada de Sol a quienes deseaban imponer el modelo y las consignas sexistas
al movimiento pero fracasó en la creación de un repertorio argumental superador
de ese patrón.
El síntoma supremo del
carácter renovador de un movimiento será su capacidad para reintegrar la
experiencia humana y para dar cabida a la expresión singular sexuada de mujeres
y hombres. Si en las acampadas del 15-M las mujeres encontraron un ambiente
acogedor fue, precisamente, porque hubo una intuitiva y natural apertura a esos
otros modelos de ser y estar en la acción contra el poder, modelos menos
ortodoxos y más creativos pero que, desgraciadamente, no se ampliaron a formas
conscientes y meditadas de ser y hacer y, por ello, desaparecieron. Sintetizar
la experiencia de las acampadas en este aspecto sería una labor fundamental,
que está por realizar, para aprender tanto de sus aciertos como de sus errores.
Se trata pues, de
generar un nuevo paradigma que pueda ser restaurador de la unidad y de la fuerza
horizontal, y de un nuevo sujeto colectivo que no será copia del sujeto de la
tradición, pues tendrá que enfrentarse a condiciones completamente originales.
Este nuevo modelo tendrá que buscar formas de acción y pensamiento holísticos,
globales, en contra de la parcelación y la rotura que ha fraguado la
modernidad, y deberá recuperar las grandes preguntas existenciales como origen
de toda acción fundante de un orden nuevo.
Si acordamos que las
formas de enfrentarse al poder constituido han de ser renovadas en profundidad,
y que se ha de explorar procedimientos y recursos plenamente novedosos y
creativos, sólo por ello las mujeres habremos ganado espacio y prestigio en la
vida social, pues estaremos en un plano de igualdad con los varones que tampoco
se han iniciado en estas regiones ignoradas y misteriosas de lo por venir.
Compartiremos pues, desde la incertidumbre de quien se arriesga a lo nuevo, un
camino que, sólo por ser común y no segregado tiene ya por sí mismo un carácter
revolucionario.