Testimonio

Testimonio

He recibido en el correo este testimonio de una mujer que me parece importante compartir. Aunque nos esforzamos por documentar los procesos sociales que estamos viviendo no cabe duda de que las estadísticas (fabricadas, por cierto, siempre por el Estado) no pueden medir los parámetros de una realidad que supera las cifras. Cuando se habla de procesos humanos, de la destrucción del sujeto hablamos nos referimos a vidas reales, dolor y destrucción reales, por eso el testimonio de esta amiga ayuda a comprender de qué es tamos hablando.

En 2008 fui diagnosticada de ambas patologías cuando acudí a la consulta de la seguridad social y me derrumbé ante mi médico, mujer de mediana edad aunque algo mayor que yo, a la que bastaron dos minutos para deducir de mis balbuceos entre lágrimas, que necesitaba un par de fármacos:  ansiolíticos y antidepresivos que tenía que combinar  cada 12 horas, hizo sin embargo algo que me ayudó mucho más, la posibilidad de apartarme durante meses de lo que de verdad me estaba dañando:  el trabajo. Por entonces yo había logrado llegar a un puesto de mando intermedio en una empresa no sin una larga lucha personal y un desgaste terrible. Pasaban los meses y las pastillas no arreglaban gran cosa, podía dormir aunque a deshoras, y lloraba menos pero cuando me planteó que debía darme el alta volvieron las lágrimas y el pánico ante la sola idea de tener que volver al tajo. Así que salí de la consulta angustiada, con ganas de pedir a gritos socorro. En mi entorno familiar sólo encontraba apoyo en mi madre, que al igual que yo vive sola. Con mis hermanos, 2 varones, no tenía más que una relación superficial, ellos tienen mujeres e hijos y andaban en sus historias.

Mi madre, mujer rural criada en la posguerra, que ni siquiera fue a la escuela, apenas sabe leer y escribir, simplemente hizo lo que las madres hacen darme su cariño y sus pucheros a mediodía, pero a mi madre, que siempre trabajó dentro y fuera de la casa, las complejidades de una mujer moderna, que tuvo un matrimonio de 10 años sin hijos y con una convivencia marcada por la guerra de sexos como la mía, se le escapaba.

De amigos andaba mal, muy mal, sólo conservaba una amiga íntima que se limitaba a decirme que espabilara pero que no entendía que era aquello que me estaba pasando. De redes sociales genuinas, ni hablamos, inexistentes. En fin. Llegué a la conclusión de que sin ayuda no podría salir del bache así que me puse en manos de un psicólogo que busqué en internet. Tuve suerte, mucha suerte, porque resultó ser un buen profesional, que me ayudó a poner patas arriba mi vida, hacer una limpieza general y a hacer músculo mental, estuve unos meses, con sesiones semanales al principio y más espaciadas al final. En la sesión de conclusión me dijo que yo no era una persona depresiva aunque lo estuviera cuando aparecí por su consulta, sino que tenía todas las circunstancias en contra, desarraigo emocional, convivencial, soledad, maternidad frustrada, y encima me había desgarrado en una lucha por un puestecillo de poder como sustitutivo de todo lo que me faltaba, necesitaba el barniz del éxito en el trabajo para significar algo como persona. Pero que no era depresiva, que había aprendido unas herramientas con la terapia que me iban a durar mucho y que lo único que necesitaría serían amistades y vínculos diversos. Recuerdo con mucho cariño al psicólogo, porque me escuchó con atención y me ayudó a poner en claro muchas cosas, aunque son tan necesarios porque hemos hecho entre todos una sociedad que es una mierda.

En fin, Prado, como verás doy el perfil "tipico" de los ejemplos que habrás conocido a tu alrededor para elaborar tus reflexiones. Aunque muchas veces piqué todos los anzuelos de las ideas feministas, nunca me vi del todo reflejada por esa militancia, si, le encontraba el tufillo a sección femenina que cuando te escuché decir me dije a mi misma, hostia pues si esto alguna vez lo había yo pensado aunque me autocensurase de inmediato.  Pero lo que ocurre es que en contraposición al discurso feminazi solo encuentras el del catolicismo más recalcitrante y de ahí que estemos todas más pérdidas que el barco el arroz. Por eso te agradezco tanto  que hables de esto y desde una óptica que encuentro sana, la de autoconstrucción del sujeto.

Perdidas estamos casi todas, y eso que soy una persona que se ha preocupado de leer desde la adolescencia,  que más o menos siempre me he visto como una persona de izquierda, aunque muy "ligh", vamos la socialdemocracia de los cataplines. Pero quiero decir que pese a haber estado abducida por el sistema, no soy el tipo de gente que le guste los cotilleos, el ir de compras, ni soy consumista y no me gusta lo facilón, gracias quizá a mi afición por la lectura, quiero decir con esto que no sólo las admiradoras de Belén Esteban pueden caer en todas las trampas, que las que íbamos de "progres" ni te cuento. 

Ya acabo que no quiero cargar. Tengo una íntima amiga ahora divorciada que sufrió auténticos malos tratos de su marido, vamos, palizas hasta cuando estaba embarazada. Cuando decidió huir con su hijo, ya de 8 años, no sabía a quién acudir, como yo cuando me rompí, como ella no tenía dinero para pagarse una terapia, son muy caras, decidió acudir al instituto de la mujer, donde la trataron como a mí en la seguridad social, le dijeron que para ciertas ayudas tendría que esperar una lista interminable y sólo le podían ofrecer sin esperar una terapia de grupo, a la que ella se negó porque no le apetecía lo más mínimo hacer públicas sus intimidades. Ella lo único que temía era que si huía de su casa con su hijo le pudieran quitar al niño, cuando le aseguraron que no, huyó, desde entonces  está luchando por sacar la cabeza a flote. Por lo visto algunas ayudas están supeditada a que denuncies a tu agresor, pero como ella no quería denunciar se desentendieron. Le pregunté por qué no lo había denunciado me dijo que no dejaba de ser el padre de su hijo, al que ella le permite ver más de lo que le obligan los acuerdos del divorcio.

En fin, no me alargo más, yo por mi parte ya hace tiempo que lucho por quitarme vendas de los ojos. Desde que empezó el 15 M,  mi vida dio un giro en muchos sentidos. No sólo porque me uniera a un activismo que hasta entonces nunca había practicado, sino porque supuso el principio del fin de mis creencias en el sistema. Aunque la deriva del 15 M, ya daría para otras reflexiones.