“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Más sobre género y raza

Más sobre género y raza

Como decíamos hace poco es muy rentable para el sistema movilizar a los oprimidos. Como bien explica Carlos J. Álvarez, en la entrada que tenéis inmediatamente debajo de esta, el victimismo, aún cuando parte de una injusticia auténtica, se convierte en verdadero motor de mayores iniquidades que las que lo iniciaron cuando la víctima se deja enamorar por la seducción del Estado y sus instrumentos.

Las fotos que me ha mandado Alex son claras para quien no desee permanecer ciego. Deberíamos observarlas, penetrar en los detalles, intentar descifrar el fondo común de los rostros que se dirigen hacia el jefe negro con admiración e incluso fervor; es una adhesión a quien representa la exaltación de la raza, el pago de una deuda milenaria, la ascensión al paraíso. La inclinación de género y raza en el ejército imperial norteamericano lo hace mucho más potente, legitima su existencia y su práctica, forma parte, por ello, de su fondo esencial.

Vivimos en una sociedad profundamente racista y esencialista, fanática y prejuiciosa que cree que el color de la piel y el sexo marcan las líneas entre el bien y el mal, ese simplismo mental permite que la ignominia prospere envuelta en ese inane redentorismo biologicista.

Para quienes deploramos el racismo y el sexismo de viejo o nuevo cuño resulta a veces complicado desmontar argumentos tan necios como los que maneja esta nueva religión política; los dogmas resisten toda argumentación porque parten del paradigma de la fe y no de la sensatez. En cualquier caso conviene recordar, como ya explicábamos en “La rentabilidad política de movilizar a los oprimidos” que el uso de la cuestión racial en Norteamérica es antiguo.

En 1958 un jovencísimo muchacho negro, Colin Powell, era ya oficial del ejército, en 1962, con 25 años, fue uno de dieciséis mil asesores que Kennedy envió a Vietnam, en los años siguientes se le asignó la investigación de los sucesos de My Lai (la gran matanza de marzo de 1968) no encontrando motivos para acusar a nadie. De Powell se ha dicho que es el afroamericano más poderoso de la historia, su trayectoria explica la habilísima intervención estratégica que dirigió Stanley Resor al hacer del ejército la vanguardia para derribar el supremacismo blanco en la sociedad yanqui (no debemos olvidar que fue el ejército el primer lugar donde desaparecieron los urinarios sólo para blancos).












Militarismo y antimilitarismo en el siglo XXI

“Quienes deseen entender la guerra tienen que dirigir su
mirada atenta a los rasgos de la época en que viven”
Carl von Clausewitz

La visión economicista del mundo que predomina hoy en las llamadas fuerzas anti-sistema ha propiciado que, entregados a las luchas contra los “recortes” y obsesionados por las reformas que están modificando la sociedad de consumo de masas, haya pasado desapercibido que en octubre de 2011, un mes antes de las elecciones generales se desplegó en Rota un escudo antimisiles que forma parte de un nuevo sistema de defensa occidental frente a los misiles balísticos.

Comprobamos en este hecho, de nuevo, como la lucha antimilitarista, que tuvo una tradición magnífica en nuestra historia, ha quedado marginada y olvidada por esa vocación de mezquindad política, poquedad intelectual y confinamiento en lo doméstico que caracteriza las revueltas de nuestra época, que en su mayoría proceden, tanto las que se reclaman de ella como las que no, de la concepción del mundo de la izquierda, la misma, por cierto, que gobernaba en 2011 y negoció en secreto con EEUU el despliegue militar de Rota y que volvió a incrementar el gasto militar en 2011 en un 2,5%.
El estrechamiento de la mirada que se pone sobre la realidad impide, no sólo que se comprendan los grandes problemas de nuestro tiempo sino incluso los pequeños. No se advierte una verdad elemental, que los cambios sociales, económicos, políticos y de valores que se están produciendo forman parte del paquete de medidas estratégicas para recomponer el maltrecho imperio de Occidente frente al ascenso de China y los emergentes.

Descontextualizar las actuales medidas económicas y políticas de su origen nos condena a no entender nada y, por lo tanto, nos incapacita para la acción política. En primer lugar hay que reconocer que el ejército es el auténtico corazón del Estado. El crecimiento del aparato político de las elites desde la revolución liberal tiene, como demuestra Félix Rodrigo Mora en “La democracia y el triunfo del Estado”, su origen y su destinatario en la fuerza militar, cuestión elemental que se ha olvidado en aras de la visión deformada y alucinada que construyó el movimiento anti-globalización.

En “La casa de la guerra. El Pentágono es quien manda” (2006) James Carroll analiza la función central del ejército norteamericano, su verdadera condición de órgano rector de la política del imperio. Su influencia no es únicamente política pues el aparato militar de los Estados Unidos es la primera empresa por cantidad de empleados a escala planetaria. Efectivamente con sus 3,2 millones de empleados entre personal civil y militar no tiene parangón con ninguna otra multinacional.

Estos datos, con todo, no descifran la magnitud de los ejércitos en las sociedades actuales. El gasto militar no puede reflejar la auténtica dimensión de esa institución que, en realidad, es el núcleo sobre el que gira la actividad económica y política del país. Una gran parte del consumo social está supeditado a las necesidades militares. La industria agroquímica, la farmacéutica, la informática o internet son sectores que han impuesto el consumo de sus productos a las masas para mantener pujante un tejido industrial que es estratégico para el poder militar. Incluso la industria del entretenimiento como expone David L. Robb en “Operación Hollywood. La censura del Pentágono” (2006) tiene un compromiso real y material con las necesidades militares.

Lo mismo sucede con la universidad que, lejos de ser un centro del saber es, además de instrumento de anulación del pensamiento libre y de trituración de la juventud, un departamento más del aparato militar. Los centros universitarios de la Defensa están adscritos a las universidades públicas. Los programas de investigación vinculados a proyectos militares son crecientes, muchos directamente promovidos por el ministerio de Defensa (art. 55.1 Ley de Carrera Militar) y otros indirectamente. En muchos casos son secretos porque así lo permiten los estatutos de la mayor parte de los centros universitarios.

Presentar al ejército como una masa de descerebrados como hace cierto antimilitarismo indocumentado es impedir comprender esa institución y, por ello, liquidar la lucha contra ella. Es precisamente en los centros donde se elabora la estrategia y las líneas maestras de los proyectos del Estado donde existe el verdadero conocimiento de la realidad que nos es negada al pueblo. Por ejemplo, en la Academia General Militar de Zaragoza se enseña con una metodología rotundamente superior a la que padecen los millones de estudiantes universitarios obligados a la repetición de verdades dogmáticas, tópicos y lugares comunes. Un caso significativo es el del general Petraeus que dirigió las fuerzas norteamericanas en Afganistán, un hombre que tiene publicados numerosos ensayos pero que, ante todo, tiene experiencia directa y que, por ello, ha pasado a engrosar las filas de otro órgano fundamental en la dirección de los planes estratégicos de los Estados Unidos, la CIA.

Entender la verdadera naturaleza del ejército es uno de los pilares de cualquier acción antimilitarista, el otro es comprender la substancia del conflicto entre las potencias a escala planetaria. La crisis actual no es una crisis cíclica o coyuntural. Occidente, que ha sido el poder rector del mundo en los últimos quinientos años lo está dejando de ser en estos momentos. El ascenso de China que representa la irrupción de un despotismo estatal de nuevo cuño que promociona un capitalismo hiper-depredador, neo-esclavista y muy agresivo y la aparición en la escena mundial de las potencias emergentes ha generado un desequilibrio trascendental que se está desenvolviendo en estos momentos.

China ha pasado a ser el mayor inversor de capitales por encima del Banco Mundial, ha incrementado su gasto militar casi un 200% en los últimos diez años y superará por gasto militar a EEUU en 2025. Con ello se ha abierto una nueva etapa que se materializa en una escalada armaméntistica  sin precedentes desde la caída del muro de Berlín. Australia ha aumentado su gasto militar en un 50%, lo mismo que India y Vietnam, EEUU ha definido la cuenca del Pacífico como zona geoestratégica decisiva. Si la guerra ha sido siempre un hecho integral y político, hoy lo es más que nunca.

Digamos que el momento presente se caracteriza por una suma de conflictos o una sucesión de encrucijadas que tendrán que ser resueltas por el sistema a través de la definición de una estrategia, es decir, a través del pensamiento analítico  de gran alcance y proyección y la sucesión de decisiones en múltiples dimensiones: militar, económico, político, ideológico, social, axiológico etc. Entre los factores o fuerzas actuantes, en los planos del conflicto, las fuerzas populares contra el sistema deberíamos ser uno más pero, la lucha contra la guerra requiere un proyecto estratégico pues lo estratégico es decisivo en cualquier operación que implique acción con proyección de futuro, elemento que es obvio que hoy no existe.

Lo cierto es que construir un pensamiento y proyecto estratégico contra el sistema es una tarea que hoy nos supera, sin embargo las grandes epopeyas se han expresado como puro amor a la acción necesaria y desinteresada  pues como dijera Thomas Carlyle "Puede ser un héroe el que triunfa o el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate".

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