“NUESTRO PARTO USURPADO”
EL CASO DE AFRI, KIKO Y GUILLE
He recibido un
texto en el que unos amigos me cuentan su parto. Es un relato que tiene un enorme
poder explicativo porque hace visible con la fuerza de lo singular lo que
podría parecer un concepto teórico, la
violencia obstétrica, que es parte de la compulsiva persecución de la maternidad/paternidad que hace el sistema.
Podría verse como
un caso aislado, un problema personal o una mala gestión de un centro, pero lo
cierto es que los nuevos protocolos sobre el parto solo afectan a un ínfimo
número de la menguada cifra de nacimientos que se producen en nuestro suelo.
La
hiper-intervención es la norma en todos los ámbitos, igual en el parto que en
la educación, en el medio ambiente o el
patrimonio arquitectónico y artístico, las leyes protectoras actúan de forma
espuria como una cortina de humo que impide ver la realidad. Se hace una ley de
protección y se produce un parto digno por cada mil que acontecen en
condiciones vejatorias y odiosas, se protege legalmente la naturaleza, se
planta un árbol y se talan o queman cien mil, las instituciones preservan el
patrimonio cultural y artístico y se protege un edificio mientras se destruye
un conjunto histórico irremplazable, se produce la educación universal y se
entrega una brizna de verdad en un aula a la vez que se propagan raudales de
mentiras.
Los profesionales
y expertos están acostumbrados a mirar a los “usuarios” como ineptos que deben
ser salvados de sí mismos y realizan su labor de devastación y barbarie con la convicción
de estar colaborando a la mejora del
mundo. Pero es obvio que parir y nacer en las condiciones de maltrato y
atropello en que se producen la inmensa mayoría de los partos tiene
consecuencias nefastas para las madres, las criaturas y los padres que solo
haciendo un esfuerzo consciente y porfiado pueden superar los efectos de la
herida pero como el sujeto actual no tiene la energía y la decisión de hacer
por sí mismo casi nada lo normal es que el trauma colabore a que no vuelvan a
repetir la experiencia.
Así, cada parto
inhumano y violento que se produce contribuye a hacer caer aún más la tasa de
fertilidad que ya ha caído por debajo de los 1,3 hijos por mujer.
Os dejo el relato
de Afri y Kiko:
NUESTRO PARTO USURPADO
Desde que
descubrí que estaba embarazada nuestra relación –la mía y la de mi compañero- con
la institución sanitaria ha sido una tormenta de lluvia ácida, un plato de mal
gusto, una broma pesada, una púa clavada, una horripilancia, un mal sueño.
Somos Kiko y Afri
y tenemos 29 y 26 años respectivamente. Un bonito día de luna llena culminamos
en un acto de amor el dar nueva vida al mundo, y en este proceso nos hemos
encontrado enfrente al enemigo de los
niños, al enemigo de la libertad, al enemigo de las mujeres y de los
hombres. Esta carta nos gustaría que
fuera una piedra colocada con presteza en una honda y disparada a la cabeza de
los que usurpan los momentos esenciales de la vida. También esperamos que sirva
para reflexionar sobre la irresponsable delegación de los partos en las manos del
Estado.
EL EMBARAZO
Me pasé los
cuatro primeros meses del embarazo trabajando felizmente con un rebaño de
ovejas merinas en la dehesa cordobesa y aunque intentaron meterme el miedo
dentro, ni se me metió la toxoplasmosis ni se me metió su miedo. Tuve bastantes
náuseas, mareos y vómitos en estos primeros meses, que curiosamente me daba con
la comida basura entre otras cosas, y no con el estiércol. El médico, al saberlo, me recomendó unas
pastillas para que pudiera estar mejor, y aunque me deje persuadir, no
funcionaron. Enseguida dejé de tomarlas y tras pasar unos primeros días jodidos
dejé de tener vómitos fuertes.
Desde entonces
empecé a desconfiar de las leyes obstétricas e inicie la lectura de libros
sobre el parto natural. Estos libros criticaban las teorías de los años ochenta
sobre los partos e incidían en el error de relegar a las mujeres en meros
pacientes y no en agentes activos. Estos textos cuestionaban el uso de un
montón de máquinas y medicamentos para conseguir parir. Y en tratar el acto de
dar a luz como si de una enfermedad se tratase.
Pero en este país
en el que vivimos parir en casa supone pagar más de dos mileuros y eso superaba
nuestras posibilidades. Ante esto decidimos elegir el mal menor y nos
decantamos por el hospital menos intervencionista que conocíamos: el de
Torrejón de Ardoz. Hospital estatal, que aunque gestionado por la empresa Torrejón
Salud S.A. –cuyos accionistas mayoritarios son Sanitas, Assisa y FCC-, ofrece
un parto más respetuoso.
Antes de seguir,
para no ser cómplices por omisión dejamos claro aquí que es una vergüenza histórica
y universal el que tanto el Estado como el Capital saquen beneficio corporativo
de nuestra salud. Doble beneficio: el
poder y la legitimación. Pienso que el único camino para no generar servicios fuera de una ética humana, es apoyar a la creación de una sanidad
autogestionada y dedicar nuestras
energías a la construcción de esta.
Del quinto al
séptimo mes estuvimos en Madrid. Nos tocó por asignación el Hospital de la Paz,
pero este último verano se colapsó completamente. La burocracia sanitaria
consiguió hacernos la ecografía de la semana veinte (la ECO-20) la semanaveintitrés.
Para empezar no pude compartir ese
momento con mis padres que habían venido a acompañarme, aunque en la sala había
espacio de sobra. Parece ser que se sienten muy intimidados por la presión del
grupo para realizar su trabajo. Me acusaron de no haberme colado de alguna
manera (¡entonces ¿para qué pasarme una mañana entera para que me den cita?!)
para subsanar el retraso (es decir cuando les interesa).El interés de que se
realice en la semana veinte es para detectar problemas e iniciar a tiempo algún
posible remedio. Esta reprimenda nerviosa, sonaba más a quitarse el muerto de
encima por si el niño venía con algún problema remediable (es decir no
responsabilizarse de una posible negligencia). Tras esto, la doctora se puso a
trastear en un océano de silencio. Añadir que, aunque solicité con respeto
información,(parecía que preguntarle por su salud,o si era niña o niño), era hacerme
un pesado favor, que no tenía que ver con su trabajo.
Al séptimo mes
nos fuimos a vivir a nuestro pueblo encajonadoen el Valle del Tiétar. Como en
mi pueblo no había clases de preparación al parto, me apunté a yoga para
embarazadas una vez por semana, y la verdad es que me encantó porque me alivió
los dolores de espalda que empezaba a tener, la acidez, y me enseñó a sentir al
feto, a respirar ysobre todo a confiar en mí cuerpo.
Al mes, me puse
de parto a las once de la noche. Al ser nuestro bebé octomesino determinamos
acudir a las urgencias del hospital más cercano que resultaron ser las del
hospital Nuestra Señora del Pardo en Talavera de la Reina. En los treinta
kilómetros de camino que nos separaban de esta ciudad, me iban dando fuertes
contracciones regulares cada menos de tres minutos. Al llegar había dilatado
tres centímetros, esto me indicaba que el parto iba a ser rápido.
Con los cambios
de comunidades que hicimos durante los ocho meses de gestación, de Andalucía a
Madrid y de Madrid a Castilla la Mancha, apenas teníamos papeles en mano,ya que
todo se lo quedan ellos, (porque debe ser que no somos responsables ni para
guardar papeles), y si los quieres, debes pasar por otro mar de citas, colas y
solicitudes que no nos dio tiempo a pasar, porque mi parto se adelantó a la
burocracia, lo que enfadó mucho a los funcionarios de Talavera. Es curioso que
se alardeen de tanta tecnología avanzada y de un pragmatismo centralista
exquisito, que para pasarse información banal, necesiten de los tan odiados
pacientes.
EL PARTO- LA
DILATACIÓN
Antes de empezar
a contarlo, decir que yo soñaba utópicamente con un parto lleno de pasión e
intimidad, donde poder utilizar todas mis energías libremente en concentrarme
para controlar mi cuerpo, y que saliera de mí una parte de mi preciado ser,a
compás de los ritmos y fuerzas naturales…incluyendo la fuerza de la gravedad…en
cuclillas como se había hecho desde que el ser humano llegó a existir, lo que
me hacía hermanarme con mi propia especie. Yo deseaba experimentar esto y me
sentía capaz de ello.
Nada más llegar
una señora nos empezó a pedir papeles en tono amenazador. Nos advirtió que si
no le dábamos el papel que pedía que allí no entrábamos. Al final me pasaron a
una sala para ver el estado en el que me encontraba y dejaron a mi compañero negociando los
papeles. Me hacían de manera repetitivalas mismas preguntas a las que ya había
respondido ¿Cuál era la fecha de la última regla (FUR)? ¿Mi nombre y apellidos?
¿Mi dirección? ¿Si había tenido algún problema? Repitiendo esto una y otra vez
en disposición aturdidora y enfadadas porque no tenían el historial en el
hospital.
Llegó mi
compañero a mi lado y expresó claramente su voluntad de permanecer conmigo. Las
enfermeras reaccionaron de malos modos y le ordenaron que se fuera
inmediatamente de allí. Él se negó y la tensión subió. Él me pregunto si quería
que se quedara conmigo con todas las consecuencias-es decir pese a las
enfermeras, seguratas y demás-; o que lo dejara estar y obedeciera por el bien
y la tranquilidad del parto. Como lo último que quería en ese momento era un
zipizape le dije que lo dejara estar, ya que para mí lo primero era
concentrarme en el parto y no en las injusticias, de tal manera que él se
contuvo y entendió que había que tragar porque yo necesitaba máximo sosiego. Le
trataron como a un niño.
Observaron lo
avanzado de la dilatación y se dispusieron a pasarme a la sala de dilatación.
Mientras echabana mi compañero, él les trasmitió una petición mía: que no me
pusieran la epidural, a lo cual ellas respondieron con gran soberbia: “eso ya
lo veremos”. Entonces le enviaron de nuevo a la puerta del hospital, lejos de
mí, a seguir haciendo absurda burocracia.
En la sala de
dilatación me colocaron una vía y me pusieron una cincha de identificación bastante
molesta, que me parecían grilletes. Me monitorizaron en la tripa para que
controlasen el latido del bebé, de tal forma que me oprimía tanto que me
impedía controlar bien las contracciones. Me entraron muchas ganas de defecar y
podría haberlo hecho perfectamente por mí misma pero me impidieron hacerlo, (quizáspor
miedo a echar el feto por el wáter, cosa que era imposible para mí en ese
momento).
Yo sentía
perfectamente la dinámica del parto, y decidí ponerme en posición vertical para ir ayudando con ligeros movimientos
ayudar a la dilatación. En seguida la matrona vino y me inmovilizó
impidiéndomelo, y tratándome de loca.
Me cagué encima.
Mis “carceleras” debían estar muy ocupadas con el control de otras parturientas
y pasaban de limpiarme. Tras un rato llegó mi compañero de hacer papeles y como
no había nadie en ese momento que se lo impidiera se vino a mi lado, y fue él
quien me limpió. En cuanto vieron a Kiko en la habitación aprovecho para
informar de mi voluntad de que no me pusieran oxitocina, y le echaron de nuevo.
Su presencia las irritaba enormemente.
Me mandaron hacer
unas respiraciones que para mí no tenían ningún sentido, además porque había preparado otras con
antelación y las quería poner en práctica. Mi cuerpo me pedía realizar movimientos
ondulares con mi pelvis. Me decían con gritos histéricos que me estuviese
quieta, que hiciese sus respiraciones. Accedía a sus mandatos ante la coacción
y sobre todo para que me dejasen en paz. Cuando se iban un momento aprovechaba para mover la cadera y hacer respiraciones
profundas a mi manera y desajustarme un poquito la opresiva monitorización. Es
curioso que cuando volvían se sorprendían de lo bien que iba dilatando. Manda
narices.
Una cosa que me
atormentaba muchísimo, era que cuando venían me hacían preguntas totalmente
intrascendentes, yo las decía que no me apetecía responder y me explicaron que
era para que no perdiese el conocimiento. ¿Realmente creéis que con las
contracciones periódicas que tenía me iba a dormir? El caso que pasé de su
rollo y seguí con mi silencio interior, tratando de desconectarme de ese
presente, para meterme en mí.
A mi compañero cuando
le dejaron pasar finalmente yo estaba de nueve centímetros de dilatación (en
treinta minutos) y ya me sacaban de la habitación para hacer en otra sala el
expulsivo. A pesar de que les dije que se esperasen un poco a que terminase de
dilatar completamente. Como de costumbre palabras en vano. Ya empezaba a
entender que mi voluntad contaba lo que un cero a la izquierda.
A Kiko le
impidieron acompañarme y le dejaron metido solo en la sala de dilatación
prometiéndole que iba a estar en el parto. El pobre estaba que explotaba, sé
que con un silbido hubiera hecho lo imposible por estar conmigo y haber montado
un rifirrafe monumental pero elegimos no hacerlo. Se veía que estas enfermeras
estaban acostumbradas a los pacientes, no a los agentes, es decir a la sumisión
servil.
EL EXPULSIVO
En la sala de
partos me colocan en esas camillas de ginecólogo que parecen sacadas de una
sala de tortura. Con la camilla totalmente en horizontal me mandan hacer pujos.
Me sentía como si estuviera haciendo fuerza contra natura, las piernas me bailaban
en los cachivaches esos para apoyar los
pies, y la matrona no hacía más que darme golpes en las piernas para que se
quedasen quietas. En cada pujo me metía las manos hasta las entrañas. Me hacían
más daño sus manos que la fuerza del pujo. Me prohibía que gritase o que
emitiese cualquier tipo de ruido porque decía que “se me iba la fuerza por la
boca” y que me ibaa descontrolar. Parece ser que en sus leyes mentales eso
significaba ser buena matrona. Me miraba con cara de gran satisfacción.
En mi sexto pujo
empecé a escuchar que ya estaba aquí, que ya le veían la cabeza. De repente
oigo que la doctora dice: “te voy a cortar”. ¡Me iba a hacer una episiotomía!
No me lo esperaba ya que iba bien de tiempo y mi bebe era muy pequeño. Con las
fuerzas que me quedaban comencé a decirle que NO. Se lo dije de forma clara y
rotunda, de tal manera que la médica dijo: me voy y ahora vengo en un momento.
Me acordé de lo que me había contado mi madre de su parto, me puse a hacer más
fuerte los pujos para que saliese antes de que regresase, pero no me dio tiempo.
Cuando volvió nada me dijo, y note un pinchazo: era anestesia y oxitocina.
Estaba ya
saliendo el bebé cuando dejaron entrar a Kiko, pero para más recochineo y
dirigiéndose a él de muy mala forma no le dejaron moverse de la puerta, con lo
cual no le veía ni le podía tocar pues yo estaba de espaladas a esta. Él les
pidió, en este poco tiempo que tuvo y repetidas veces, que nada más nacer el
niño le dejaran unos momentos en mi regazo para que nos oliésemos.
Somos pastores y
sabemos la importancia de este corto pero infinito momento porque lo hemos
visto y acompañado multitud de veces y hemos observado de primera mano las
consecuencias de no respetarlo. Si las ovejas y sus corderos recién nacidos no
se huelen en este crucial momento no hay reconocimiento mutuo y no se establece
el lazo madre-cría correctamente. Además, para más inri, la madre de Kiko nos
había contado varías veces la infinita tristeza –en palabras textuales suyas- que
sintió cuando le arrebataron a su hijo y se lo llevaron a bañar, nada más nacer
sin que ella pudiera tocarlo u olerlo.
El último pujo me
pareció el más fácil de todos porque pensaba que quedaba mucho más. Guille
nació llorando y apenas toco su piel con la mía,se lo llevaron a bañar, mientras
que la doctora me decía que me iba a coser. ¡No respetaron nada! Kiko pidió que
al menos le dejaran acompañar a las enfermeras para ver donde se lo llevaban y
ver que hacían o como lo bañaban pero una celadora medio zombi le impidió salir
de la habitación. Para él pasó una eternidad hasta que le trajeron de vuelta.
La matrona me restregaba de manera brusca un pañuelo para quitarme la sangre y
la doctora me tiraba muchísimo con los puntos, casi me estaba doliendo más que
el parto. Parecía que lo estaban haciendo a mala saña. Yo estaba exhausta.
Por fin traen al
bebé lavadito, cosa que nunca quise que hicieran y procedierona pesarlo. Para
mayor escarnio no dejan acercarse a Kiko a su hijo. Empiezan a cuchichear entre
matronas y enfermeras que al pesar dos kilos y medio tenían que llevárselo a la
incubadora. ¡Ya lo que me faltaba! Me lo querían quitar para mucho más tiempo.
Por suerte la doctora dijo que no hacía falta y que ya podía el padre acercarse
al bebé. Son las 2:30 de la mañana.
Llegó el pediatra
y dijo que el bebé estaba perfecto –yo suspiré de paz pues para mí eso era lo
más importante- . Peroacto seguido nos dice que este bebé por ser octomesino es
imposible que consiga agarrarse al pecho y que es necesario que le vayan
preparando un biberón. Le dice mi compañero que al menos nos deje intentarlo.
Accede con una mueca despectiva y se va. La matrona me da al bebe ultra
envuelto, tapado, bañado (y planchado) y me dice “Toma piel con piel”. ¿Ignorancia,
mala leche, se mofa de mí? El caso que no tenía fuerzas ni para mirarla mal.
La celadora zombi
nos llevó a la habitación, realmente la cara de esta trabajadora nos resumía en
un solo gesto el alma del hospital: desolador, militar e inhumano. La luz
artificial, los cables de las máquinas y ese color blanquecino de sus paredes
hacen a estos lugares sitios “frankesteinianos”. Esta cara se nos quedó grabada
porque representa a la perfección el tipo de crisis humana que estamos
viviendo.
En la primera
habitación nos sentíamos muy vigilados. Apenas podíamos creer lo que nos había
pasado. Sentíamos el aliento de la represión en nuestro cogote, de tal manera
que nos salía sólo hablar bajito y no podíamos expresarnos plenamente y
reflexionar sobre lo acontecido.
Irrumpieron en la
habitación varias veces: en la primera le inyectaron vitamina K sin preguntarme
y sin darme tiempo a reaccionar; en la segunda vinieron con la vacuna de la
hepatitis B y le dije muy airada ¡acaso esto es también obligatorio o qué! Me
dijo que no y tal vez más por acto de rebeldía que por algo razonado me negué a
que le pincharan más. Suficiente que nos atormentasen pero que dejasen a mi
bebito en paz.
Por fin nos
dejaron solos ya en otra habitación. Llamamos a la familia para anunciar el
nacimiento de nuestro hijo del cual sentía orgullo de haber parido, pero al
mismo tiempo frustración que definí como “parto tétrico-obstétrico”.
POSTPARTO
Es curioso que
una cultura que se dice ser tan conservadora donde supuestamentese ensalza el
trío madre padre e hijo/ase diseñen los hospitales de maternidad –por lo menos
en Talavera- de tal manera que el padre tiene que dormir en una silla y además tenga
prohibido usar el baño con un cartel grande y claro. Eran las tres de la mañana
y tras unos cuantos intentos esforzados el pequeño Guille empezó a mamar
perfectamente hasta hoy.
Dormimos muy
incómodos pero felices en la camilla los tres juntos. A la mañana siguiente el
pediatra se llevó al niño y esta vez sí dejaron que Kiko fuera con ellos. Tras
examinar al bebito, invitó a mi compañero a que se sentara en su despacho y le
preguntó que por qué no le vacunábamos. Él le dijo que por ahora no lo
queríamos permitir por ser demasiado temprano, no descartando hacerlo más
adelante. Aun así el pediatra lo tomó como una ofensa gravísima y enfadadísimo,
le hablo de los avances científicos y el Progreso. Le aseguró que estaba por
encima el “derecho” del niño que el Estado garantizaba, que los caprichos de un
padre cualquiera. Le amenazó con queel Estado podía hacer efectivo ese supuesto
derecho por encima de la voluntad de los padres. Mi compañero aguantó la
mentira de la misma manera que había aguantado toda la prepotencia del parto.
En la habitación
pude conocer a otra pareja de tortolitos que acaban de parir, a ella le habían
hecho una cesárea. Sentí compasión porque lo suyo me pareció más grave, aunque
aguantaban agradecidos lo que a mí me olía a humillación. La madre era joven y
estoy convencida que hubiera podido parir de forma natural perfectamente. La excusa
es que se le paró la dilatación.¿El trato, la camilla y la epidural tendrán
algo que ver? El tema es que no creo que el hospital indague las causas del por
qué se paró la dilatación,ya que parece que solo importan las consecuencias. El
caso es que ya en una cadena de sucesos no le bajaba la leche. No he visto el
porcentaje de cesáreas y episiotomías que practica este hospital pero me huele
que debe ser enorme.
Cuando ya salimos
del hospital y nos dispusimos a recorrer los treinta kilómetros de vuelta a
casa, por supuesto que no respetamos la normativa de tráfico de llevar al recién
nacido separado de la madre para que se quedara frío como un témpano. Separar
al hijo de los padres, este es el fin que se busca en cada paso que el Estado
da en nuestra destrucción como pueblo y como seres humanos.
Tres meses
después descubren que tengo un punto mal cosido de la episiotomía. Parte de la
carne de dentro que se llama mucosa me la habían cosido hacia fuera, de manera
que veía las estrellas cada vez que me quería sentar o más adelante retomar mis
relaciones sexuales. Aun hoy se me está curando y sigo sin poder tener
relaciones sexuales. Lo mejor de todo es lo bien que se está criando Guille y
la alegría de estar juntos.
CRIANZA y algunas
REFLEXIONES
También me he
dado cuenta de las cosas que nos han impuesto como necesarias en la crianza del
bebé. Lo voy a resumir porque en esto también hay para un libro. Al bebé se le
somete ahorarios, chupetes,papeleo, productos cosméticos, cunitas, carritos,
etc. Todo para fastidiar la lactancia, la maternidad, ante una avalancha de miles
de temores. Para que el bebé “no moleste” con la excusa hipócrita de que “es lo
mejor para él”; para que no se acostumbre al amor y al cariño; paraque esté lo
más separado y aislado de su madre; para que no huela a bebe, sino a juguete
nenuco; para que en vez de humanos seamos cosas. Y ante la duda acuda
directamente a su médico que no le va a explicar nada.
Es posible que
hayamos tenido “mala suerte” como algunos nos dicen, pero si he escrito mi
experiencia en el parto es porque creo que se ha normalizado unas ideas y un
modus operandi que debían ser motivo de escándalo.
La generación de
mis padres asume estos hechos como dentro de lo normal, y que si te quejas es
que eres un sensiblero. En realidad mi vida sigue tal cual, (excepto por el
punto mal dado), y todo lo que han hecho las profesionales no creo que sea
fuera de lo que se considera correcto dentro de la ciencia médica actual. Por
ello veo que una denuncia por los medios habituales se me hace absurda, ya que parece
ser que todo se puede justificar medicamente. Por esto prefiero hacer una carta que incite a
reflexionar.
Como con el
maltrato animal de la industria ganadera, se nos dice que al bebe no le pasa
nada porque esté toda una mañana llorando “para que no se mal acostumbre”. Tal
vez físicamente no les pase nada pero no somos solo cuerpo. Debe ser que es
mejor acostumbrar al bebé al abandono y a la soledad. Se destruye la figura del
padre y no pasa nada porque a la madre se la pinche aquí y allá, se la raje, o
se la “ayude” con unas drogas para que no “sufra”. Todo esto es por nuestro
bien y nuestra seguridad.
El hecho es que a
mí no me ha fastidiado el parto por causa del dolor físico, (aunque lo hubiera,
este dolor lo asumo felizmente).Sinoque lo más doloroso ha sido el hecho de no
poder haber parido con todos mis sentidos y capacidades.Por no haber disfrutado
de mí esfuerzo de dar a luz. De haberme sentido una pelele en manos de una
autoridad que no entiendo. De no poder haber vivido este momento con la
trascendencia que creo que tiene y haberlo convertido en una especie de “mal
trago” que “cuanto antes pase, mejor”.
Dar vida al mundo
es probablemente uno de los actos más importantes de mi existencia. Primero
porque surge, al menos en mi caso, desde un sentimiento de amor profundo y
tota;, que se convierte en un hecho biológico increíble, siendo dos seres en un
mismo cuerpo que culmina en la explosión del parto; y dando al mundo uno nuevo ser que contiene lo
mejor de mí y de su padre. Es un momento especial donde empatizas con todos los
seres vivos.
Si llego a saber
que esto seguía siendo así -como en los ochenta-, me hubiera arriesgado a parir
yo sola en mi casasin nadie más que la gente a la que quiero. Muchas personas
se horrorizarán al escuchar esto y dirán que hay miles de muertes que se han
ahorrado con la ciencia médica. Esto es una verdad a medias, porque tampoco se
compara la de muertes provocadas por la misma ciencia, ni la de casos que no han
sido los doctores sino la naturaleza misma la que ha salvado a las personas. No
por nada nuestros antepasados llamaban al médico,“matasanos”.
Antiguamente los
partos se atendían en casa por matronas que nada tenían que ver con las de
ahora. Mis abuelas que parieron en casa recuerdan sus partos de forma agradable
y emocionante, no así sus hijos.
El caso es que tampoco es mi intención atacar
con encono a las personas bienintencionadas que creen dar su vida por los
demás, como pueden ser muchas médicos, matronas y enfermeros, sino contra esas
ideologías paternalistas de las que están imbuidas, que se saltan la libertad y
el respeto a los individuos. También con el hecho de que los hospitales sean
más una fábrica de bebes, de enfermos y muertos, que un lugar donde curar o
ayudar a la vida. Creo que habría que hacer más autocrítica dentro de las
filosofías de los hospitales e indagar los orígenes de estas actitudes. Y sobre
todo he de remarcar que la indignidad y la frialdad a la que se somete al
“paciente,” para “facilitar” el trabajo médico, embrutece y deshumaniza
especialmente al personal sanitario.
La Iglesuela,
Toledo, 24 de febrero del 2015.
Me ha parecido horrible la forma en que os trataron y me ha emocionado mucho tu historia, cuánta rabia e impotencia debisteis de sentir luego. Pero no me sorprende. Aunque no he sido madre sí conozco algo de la prepotencia y frialdad del sistema médico. Dan miedo y se creen que tienen derecho sobre nuestra voluntad. Fascismo. Me alegro de que vuestro hijo esté sano y de que haya gente como vosotros. Un abrazo.
ResponderEliminarMucho valor el tuyo África. Y muchas gracias por hacer lo que haces, compartiendo con desconocidos tu experiencia. Con desconocidos que, como es mi caso y el de mi compañera, también participamos en dolorosas y traumáticas experiencias de violencia obstétrica. El tono en que hablas y cómo cuentas tu propia experiencia me ha dado muchos ánimos para trabajar en la humanización del parto y en la reparación de los daños que sufre la familia al completo, con vosotras, las madres, a la cabeza. Aún no sé cómo, pero sé que es necesario y que cada vez se necesitan más proyectos como El Parto es Nuestro o muchas de las asociaciones de lactancia, vinculadas muchas a ideas de recuperar la autogestión de los cuerpos. Gracias África y gracias Prado por publicar esto.
ResponderEliminarEnfermeras, matrona, doctora, celadora..., salvo el pediatra, todo el resto del equipo eran mujeres. No hace falta decir que personal médico humano e inhumano, lo hay tanto entre los hombres como entre las mujeres. Pero no estaría de más recordar que si las personas que atendieron a nuestra parturienta hubiesen sido mayoritariamente varones, el caso sería un ejemplo evidente donde nuestras teólogas de género diagnosticarían un caso de violencia heteropatriarcal, inimaginable en un mundo donde los hombres pariesen, bla, bla, bla...
ResponderEliminarGracias por compartir tu experiencia, me ha dado muchísimo que pensar. El único parto que he vivido de cerca fue así, ahora entiendo porque este miedo en el fondo de mi al parto, no es al dolor, es miedo al descontrol absoluto que tendré de ese momento...dependo de los que me atiendan, de lo que me encuentre en el hospital.
ResponderEliminarHe llorado leyendo este relato. Mis hijos, los 3, nacieron en casa. Hace 17 años de la mayor. Ha cambiado todo tan poco... qué pena. Menos mal que hay grupos de madres que acompañan a otras madres y padres, matronas de otro talante y personal sanitario humano. Digo que: las personas primero y todo al tamaño de las personas.
ResponderEliminarEs lamentable que desde los 80 no haya cambiado la cosa, yo tenía 11 años en 1986 cuando parió una amiga de mi madre, y pese a que mi madre trabaja en un hospital y la enchufó en ginecología con los que tenía muy buenas relaciones lo recuerdo como una experiencia donde no se respetaba nada la intimidad, recuerdo el día que dio luz que la tenían desnuda en una camilla y entraban y salían personal sanitario de la habitación como si aquello fuera la biblioteca, también recuerdo que después del parto la pasaron a una habitación donde había otras 4 mujeres en un hacinamiento increible y no tenía intimidad ninguna para dar el pecho ni para nada, me parecía una sanidad tercermundista.
ResponderEliminarY sí, en este país los médicos son muy prepotentes y muy paternalistas, vivimos un monopolio sanitario que es nefasto y donde no existen cauces de reclamación y defensa del paciente, lo que favorece estos abusos, ojalá existiera alguna alternativa para que las mujeres no tengan que soportar esto más, en Holanda muchas paren en casa con una matrona y una ambulancia a la puerta por si algo sale mal, claro que Holanda es un estado mucho más respetuoso con la libertad personal que el nazifascista estado español.
Africa, me parece que estás acertadísima en no dejar al niño solo y en que eso de dejarlo llorar lo que busca es fomentar la separación entre madre e hijo, una amiga mía tiene una niña pequeña y también le trataron de meter esas ideas en la cabeza y no les hace ningún caso ¡¡menuda barbaridad!! tu hijo te necesita ahora más que nunca.
El estado lo que busca es fomentar niños nerviosos y solos para luego intentar adoctrinarlos con los anormales de sus psiquiatras y llenarlos de droga llamándolos hiperactivos, un gran negocio para las mafias farmaceuticas y una oportunidad más de comerles el coco y hacerles sumisos e inseguros, lo de siempre.
Dentro de lo malo lo bueno es que ya estás en casa con tu hijo y él está sano, espero que te recuperes pronto del problema de ese punto mal dado, mucha suerte y gracias por contar tu historia
Plaza de Mayo 1984, la imagen habla por sí sola.
ResponderEliminarhttp://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2015/03/081.jpg