Desde el corazón
Un amigo me envía este
escrito que habla de la construcción de su identidad y su masculinidad desde el
conflicto, el enfrentamiento y el amor. Me parece importante no olvidar la
parte reflexiva de nuestra auto-construcción, el conocimiento de los
acontecimientos históricos que constituyen nuestra biografía pero también me lo parece recuperar esa
otra parte del corazón, de los sentimientos y movimientos profundos del alma,
de los momentos que van poniendo hitos vitales que nos marcan para siempre.
Las masculinidad ha sido acosada
por proyectos terribles que separaron a los hombres de la crianza, del amor, de
la ternura… y de las mujeres y las criaturas, y a las mujeres las separaron del mundo grande y
complejo de fuera de los muros del hogar, de la lucha y la dureza de la vida,
de la aventura y el peligro que supone tomar en las propias manos el futuro y
la historia. Todos quedaron mutilados, todos disminuidos e incapacitados para
enfrentarse al poder. Ni la feminidad ni la masculinidad podían construirse intensas y fecundas.
La historia del franquismo
es la historia de las madres, los padres y los hijos que no podían encontrarse
entre sí, que estaban inevitablemente separados por invisibles murallas de
silencio, de incomprensión, de jornadas de trabajo embrutecedor en la fábrica, jornadas
de trabajo embrutecedor en la casa y soledad.
Nos habla también la
historia de mi amigo, de la importancia de que haya un padre y una madre en la
construcción de la masculinidad, una figura femenina y una figura masculina que
aporten la mirada oblicua para construir un Yo sexuado auténtico y no estereotipado.
LA HISTORIA:
Observo desde fuera la
escena en que mi madre me sostenía en el regazo y me miraba con una ternura
que, quizás, sólo una mujer puede ofrecer a una criatura que, hasta hacía poco,
formaba parte de su ser, y del que, quizás, empezaba a despedirse. Una despedida
que seguramente dure toda la vida.
Ternura, protección y
un amor infinito. Lo llamaré vida.
La Muerte.
Canoso y avejentado,
una mirada que no puede ocultar una profunda tristeza. Yo regresaba a Madrid de
estar tres o cuatro meses de “mili” en Ceuta. Veía a mi padre pero sentí su
muerte. Durante el instante que duró nuestro acercamiento y el intercambio
formalmente familiar de besos, lo vi tan demacrado que tuve la sensación de que
se moría. Seguramente algo murió en su interior, nunca lo sabré.
Mis padres viven.
Estos recuerdos tan presentes me han ayudado a perdonar.
Ante la muerte se
disolvió, sin rastro, la ira hacia mi padre, enraizada en mi ser y que
desbordaba a menudo mi corazón. Esa ira volvió a un lugar que me permitió, ya
tranquilo y con cariño, recorrer ese camino que va de este mundo al de la ira
que sentía hacia mi padre.
También años de
introspección y reflexión han pasado con mi madre. Cuando una viva y dolorosa
ira hacia mi madre, que no supo impedir el maltrato abusivo de un padre que no
supo amar y amparar a su hijo, me desbordaba, rememoraba esos momentos, en torno
a los cuatro años y sentía esa misma emoción de paz y confianza que te dan
sentirte amado por tu madre.
Desde ese primer
recuerdo, ya de mayor, cuando volvía la ira, venía de la mano del amor de mi
madre plena y feliz. Y también esta ira fue recorriendo el largo camino de
vuelta a su sitio.
Quizás fuera en las
intimidades de la naturaleza de la vida donde se gestó ese momento. Quizás
encontré o busqué la mirada de mi madre o ella la mía o, simplemente, sucedió.
Mi madre y yo nos miramos para guardar ese momento en nuestro corazón. Al igual
que la leche materna nos da el sustento y nos prepara para el entrono, esa
mirada me preparó para la vida y me conecta ahora con mi parte eterna.
Me resultó llamativo (por lo injusto) que proyectases toda la ira sobre sobre tu madre (siendo ella la maltratada), y en cambio muestres sentimientos neutros hacia el maltratador.
ResponderEliminarEn los tiempos actuales ella habría tenido opciones para poder escapar de tan injusta situación, para colmo aderezada con la guinda amarga de tu ira.
(a pesar de Prado Esteban, ella habría tenido opciones). Saludos cordiales.
Xesku y la superioridad moral, el juicio hecho sin tener todos los datos, el tomar partido en una lucha en la que nadie te ha llamado. Xesku que no se da cuenta que por muy inferior que fuera la madre con respecto al padre mucho más inferior era niño con respecto a la madre. Xesku no sabemos que se quiere creer. Xesku se piensa que las mujeres actuales tienen más opciones y son mas felices que las mujeres de anteriores generaciones.
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