“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Suicidas, asesinos y otras desventuras

Suicidas, asesinos
y otras desventuras
La desaparición de la familia como
fuente de destrucción social.


“Me voy sin haber visto el Amor”
León Felipe




Un informe publicado a finales de 2011 por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia informa que Rusia ocupa el tercer puesto internacional en suicidios adolescentes, las primeras posiciones corresponden a Kazajistán y Bielorrusia, dos antiguas repúblicas soviéticas. En el pasado abril se habló de epidemia cuando durante 24 horas se produjeron al menos seis muertes de chicas y chicos entre 15 y 19 años. La desestructuración familiar aparece entre las causas cardinales de estos hechos.

Cuando Alejandra Kollontai imaginó la futura sociedad socialista la definió sin familia. La liberación de la mujer, según su ideario, pasaba por que el Estado se hiciera cargo de la crianza mientras los individuos, con independencia de su sexo, destinaban todas sus energías a la producción. La utopía  de la aristócrata rusa no pudo sostenerse mucho tiempo y en los años treinta se volvió a una concepción patriarcal clásica, pero la estructura social no era recuperable, es decir, se devolvieron al ámbito de lo privado las tareas de crianza pero en condiciones completamente diferentes porque en esa sociedad hiper-productivista, deshumanizada y burocratizada el sujeto había ya dejado de ser sujeto humano para transmutarse en instrumento puro, aparejo de la formidable máquina estatal que desarrollaba un capitalismo de Estado sin trabas ni límites, de ese modo se iniciaba un experimento social cuyo alcance estamos descubriendo hoy.

Al otro lado del planeta, en Medellín, sicarios de 11 o 12 años matan o mueren por dos euros; el padre Velásquez, que ha convivido con ellos, afirma que el problema no es el económico como pensó en un principio, sino la falta de afectos y referentes en que han crecido. El desarrollo del capitalismo en Latinoamérica ha triturado lo poco que quedaba de la institución familiar, Colombia es hoy la cuarta economía del continente y su consumo interno empieza a ser motor eficiente de un crecimiento sostenido, ese “milagro” proviene, no en su totalidad pero sí en gran medida, de que en los últimos decenios millones de mujeres se han incorporado a las fábricas y los servicios afluyendo en aluvión a las ciudades, incrementando de forma extraordinaria tanto la producción mercantil como los ingresos del Estado. Madres solteras, sin red de apoyo en un espacio hostil y dañino, sus hijos crecieron en condiciones de un consumo básico garantizado, es decir físicamente atendidos, pero afectiva y emocionalmente famélicos.

En sus formas extremas la crianza sin amor hace la vida humana carente de significados y sentido y por lo tanto de valor, la muerte es anhelada inconscientemente como salida a esa espeluznante existencia. Cuando Rene Spitz (1887-1974) estudió los altísimos índices de mortalidad infantil en los orfanatos durante los años treinta y cuarenta del siglo XX descubrió que los cuidados físicos en ellos eran adecuados y, sin embargo, casi la mitad de los bebés (en algunas instituciones llegaba al 90%) morían antes de cumplir los dos años. Los que sobrevivían tenían, en su mayoría, retraso mental, motor o comunicativo grave. Explicó este hecho porque la necesidad de vínculos, apego y seguridad afectiva son elementos tan básicos en el desarrollo del bebé como el alimento, la higiene y el sueño; los recién nacidos institucionalizados eran atendidos de forma impersonal, eficiente pero con indiferencia y con un contacto físico, verbal y emocional mínimo. Nombró con el término “marasmo” ese estado de estupor y repliegue sobre sí mismos, ausencia de demandas de atención y rechazo del contacto físico, detención del crecimiento y caída grave de las defensas que precedía a la muerte; describió el estado del bebé abandonado como “ojos abiertos de par en par sin emoción, cara congelada con una expresión distante, como si estuviera aturdido”.

En Occidente han sido la izquierda, la contracultura y la mayor parte de los feminismos los que han vulgarizado la oposición a la familia presentándola como fuente de un sinfín de males sociales y limitaciones al desarrollo de la personalidad de los individuos. Según su modelo teórico la opresión de la mujer y de los niños y niñas tiene su raíz en la institución familiar. El Estado, la crianza acometida por profesionales, la generalización de los servicios mercantilizados (públicos o privados) dedicados a los cuidados a la infancia, han sido por ello presentados como auténticos instrumentos de liberación. Hoy siguen con su letanía de pedir más dinero, más guarderías, más  crianza por expertos, más titulaciones como sinónimo de mayor calidad. Las familias, cuando existen, han quedado limitadas a la función de proveedores de los fondos que pagan esos servicios.

Quienes han moldeado el mundo presente ignoran y ocultan que las principales víctimas de estos experimentos han sido los niños, el crecimiento aterrador de los desórdenes psíquicos infantiles, el aumento de las alteraciones neurológicas, las dificultades de aprendizaje, el autismo y la desestructuración psíquica son el resultado de la vida desquiciada de las sociedades modernas. Las instituciones acometen estos problemas creando cada vez más etiquetas y nombres para toda conducta que se desvíe de la norma y promocionando el uso inmoderado de drogas y funcionarios a sueldo del Estado o profesionales de pago que no solo no remedian el mal sino que crean otros nuevos como la exclusión, el aplastamiento de los individuos bajo el nombre de alguno de los infinitos síndromes y la medicalización y burocratización de su existencia.
Un caso significativo es la epidemia que hoy se vive del llamado Síndrome de Deficiencia de Atención e Hiperactividad cuyo tratamiento con metilfenidato (bajo el nombre comercial de Ritalín o Rubifén) es un auténtico crimen. Esta sustancia que pertenece a la categoría de los estimulantes cercanos por sus efectos a la cocaína tiene consecuencias muy similares a los de ésta y a las anfetaminas, incluidos los comportamientos psicóticos, violentos y suicidas.
La obsesión de la izquierda por la mercantilización y la burocratización de todas las funciones vitales, vehículo de la hipertrofia estatal, su absoluto desprecio por las necesidades más básicas de la persona y en especial de la infancia, como la necesidad de amor, de contacto humano, de vida espiritual, de relación con el mundo exterior, de apego y separación seguros, de exigencia y límites, de observación del mundo, de descubrimiento de los otros como otros cercanos y distintos y en el mismo proceso de sí mismos como seres singulares y únicos, la reducción, en el ideario progresista, del ser humano a criatura fisiológica cuyo centro son las funciones corporales que, separadas de su intrínseca fusión con aquellas espirituales y afectivas básicas, convierten al individuo en autómata, replicante o monstruo, ser a la vez doliente y dañino, condenado a una existencia sin sentido, abocado a su ruina, es el origen del descarrilamiento social del presente.

Viendo la descompuesta situación actual se lanzan a culpar a las familias ¡de nuevo! de todos los conflictos y a pedir más dinero, más mercancías, más funcionarios y más servicios estatales, es decir a solicitar el aumento de los agentes creadores del problema, abriendo así una espiral de devastación sin límites.

Los servicios del Estado del bienestar son causa eficiente y principal de la destrucción de la infancia y pedir más  de esas mercancías es colaborar en sus funestas consecuencias.

El Estado no puede sustituir a las instituciones naturales humanas. El amor es el alimento auténtico del desarrollo infantil, el  crecimiento de la humanidad en las criaturas no es posible sino a través de los vínculos afectivos que no son una técnica, no pertenecen al ámbito de los conocimientos especializados y no pueden ser comprados o vendidos porque forman parte de otro ámbito. La familia, cuando es institución humana y no espurio producto del despotismo estatal es el lugar donde esos procesos se han desarrollado de forma natural de manera no perfecta pero sí genuinamente humana como procesos enraizados, además, en la cultura y en la historia.

Donde asciende el Estado y el capitalismo, progresa la profesionalización de los cuidados, los expertos dictan las normas sobre las que se desarrolla la vida, se convierten las necesidades básicas en servicios o mercancías, donde la familia es desaparecida o bien despojada de sus funciones para convertirse en célula de consumo y experiencias frívolas e intrascendentes, la infancia queda expuesta a la más horrible de la torturas, la carencia de amor verdadero, la soledad más destructiva, la falta de sentido de la vida y, por lo tanto, de futuro.

En “Refugio en un mundo despiadado. Reflexión sobre la familia contemporánea” Christopher Lasch anota que “La tensión entre la familia y el orden político, que en una etapa anterior de la sociedad burguesa protegía a los niños y los adolescentes de la influencia del mercado, disminuye gradualmente”, si en el pasado el grupo familiar fue el santuario emocional que permitía crecer en un entorno seguro a las criaturas y proporcionaba las herramientas básicas para enfrentar la vida con lucidez y decisión, hoy los niños y niñas crecen sin resguardo ni abrigo humano.

Lasch, que conocía de primera mano los movimientos contraculturales de los años sesenta del siglo XX,  tuvo la clarividencia de ver su carácter destructivo muy tempranamente y dibuja la imagen de una sociedad que se despeña a la barbarie tanto en el texto citado como en “La cultura del narcisismo”.

El trabajo asalariado ha sido otro factor fundamental de destrucción de la institución familiar, los padres y madres no viven ya con sus hijos sino algunos momentos de ocio, consumo y, cada vez más, actividades mercantilizadas, no comparten la vida en todas sus dimensiones por lo que terminan siendo unos desconocidos los unos para los otros. Dice Bruno Bettelheim  (“No hay padres perfectos”) que “la sociedad opulenta ha separado las actividades vitales del niño de las de sus padres, además ha puesto mucha distancia física entre ellos (…) entonces todos sufren porque viven emotivamente distanciados unos de otros”.

Las personas no podemos vivir sin vínculos, al menos no como humanas, la satisfacción de las necesidades vitales como indivisible unidad de necesidades físicas, psíquicas y espirituales es la base material de los lazos afectivos, no es sustituible por servicios y  mercancías. La familia, sobre todo cuando es familia extensa y compleja, trama orgánica sustentada en la continuidad genética del parentesco y a la vez abierta y disuelta en la comunidad de los iguales, es la mejor forma de crecer humanamente, hasta hoy no ha sido superada por ninguna otra forma de agrupamiento humano. La sublime comunión de las generaciones que nos fija a la línea de continuidad del tiempo es el modelo ideal para una sociedad que aspire a ser sustento de las formas humanas de vida.

13 comentarios:

  1. No puedo estar de acuerdo con todo lo que dices. Sí con las palabras de Bruno Bettelheim. Pero no con la opinión de que la familia, extensa, es mejor que cualquier otro vínculo. La familia no se elige y es en muchos casos fuente de sufrimiento y frustración, sobre todo por no poder romper esos lazos sin cargo de conciencia.
    Y en cuanto a las guarderías, es un tema muy complejo, pero sólo incidire en uns cuestión: muchas veces la opción 'abuelos ' conlleva intromisiones en la pareja, chantajes, favores nunca pagados pero siempre tácitamente exigidos, que hacen que pagar en dinero a un profesional sea las única opción disponible. ¿comoresolverias esos problemas? Un saludo y gracias por hacernos pensar.

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    1. ¿Me permites responderte aunque sea transversalmente?: romper con los lazos familiares extensos (lo que hoy en día es casi normal debido a la omnipresencia de familias núcleares o monoparentales) es en general bastante peor que ese sufrimiento por frustración del que nos hablas. Claro, la gente no es como nosotros quisiéramos y eso nos produce frustración. Pero de esa realidad no te vas a librar, ni siquiera en las familias "electivas", tiempo al tiempo. La solución liberal a estos problemas es pagar a alguien. La misma solución existe para la falta de atención, sexo, orientación: ahí están las guarderías, los gimnasios new age, la prostitución, el psicólogo. Reconozco que para el que tiene dinero es una solución rápida y aséptica, para nosotros los pobres, salvo que nos los subvencione padrastito estado, es complicado.

      Los que no hemos tenido familia extendida, sabemos de las dificultades de encontrar trabajo sin el apoyo familiar. Solo los millonarios y los super-preparados pueden permitirse ese lujo de prescindir de la familia.

      Solo te daré un ejemplo: cuando una persona se enfrenta a la persecución de un poder intransigente o entra en la cárcel, casi siempre, siempre, acaba contando únicamente con el apoyo de la familia, por muy frustrantes, e injustos que hayan sido antes contigo. Tu sicólogo, instructor de yoga, gigoló o madamme de confianza dudo que se la jueguen por ti.

      Una pregunta: ¿Porqué el régimen soviético tenía tanta inquina contra la familia?
      Mi respuesta (habrá otras): porque protegía al individuo del acoso del poder. Representaba para el comunismo una verdadera célula durmiente contra los abusos contra la humanidad (incluyendo la espiritualidad) de sus ciudadanos.

      Por eso en los regímenes ruso y cubano se enseñaba a los niños a denunciar a sus propios padres (eso lo supe yo estando en Cuba hace más de 25 años). ¿Y ahora, por ejemplo en España, EEUU, que se hace, en nombre de políticas "evolutivas" de protección inventadas por los "psicólogos"?

      Enhorabuena Prado

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    2. La familia está para brindarnos el apoyo y la amistad que no nos hayamos sabido ganar en la vida, luego entonces, el que se la jueguen por uno cuando uno "va a dar al bote", no es ningún mérito. La familia está para lo que sirve y una vez que ya sirvió, hazte a un lado y adelante. Hay gente, me cuento entre ellos, que le ha ido mucho mejor de hija del perro, que como le fue de hija de... su familia.

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  2. En mi opinión es precisamente el hecho de que sean vínculos no elegidos uno de los factores más positivos de la familia porque en la vida humana las cuestiones más trascendentes no son electivas, no se elige la vida ni, por lo general, la muerte, simplemente forman parte de nuestra existencia.
    El modelo de relaciones familiares basado en vínculos que no se fundamentan en la afinidad y la coincidencia en las ideas es la expresión de la posibilidad de una sociedad que funcione en la horizontalidad. Si en el futuro pudiera constituirse una comunidad sin Estado ésta sería diversa y heterogénea, ¿Cómo mantener entonces los compromisos y la unidad básica de la trama social?
    El énfasis que se ha puesto en los últimos cincuenta años en que solo la afinidad es el sustrato sobre el que el individuo ha de construirse es uno de los factores más destructivos de la cosmovisión moderna porque crea infinitos grupos de idénticos en perpetua lucha unos contra otros y en permanente escisión interna pues, en puridad, la única identidad posible es la que cada cual tiene consigo mismo y, cuando todo conflicto o diferencia se convierte en inadmisible es inevitable que cada individuo se refugie en la verdad suprema del yo. El Estado se afirma sobre ese cimiento.
    La familia se sostiene (o se debe sostener) sobre lazos y vínculos de amor que trascienden el acuerdo, haciendo buena la afirmación de que para quererse no es imprescindible gustarse, en la vida social se sostiene este principio en el respeto excepcional que se debe a todo lo humano por el hecho de serlo.
    El franquismo no solo no fue devoto de la familia sino que se constituyó en agente de su destrucción a través sobre todo de la manipulación de las mujeres que fueron convencidas (una porción significativa de ellas) de fundamentar la vida familiar no en el amor sino en el egoísmo de grupo y el consumo de cosas (la madre franquista era criada de sus hijos más que madre). Este modelo degenerado de familia es el que se ha usado para denigrar la institución y acometer su completa liquidación.
    Respecto a las guarderías, yo trabajo en una escuela infantil, para mí es muy gratificante la relación con los niños y niñas y las familias, establezco lazos afectivos muy sólidos con ellos y creo que favorezco su crecimiento y me siento muy beneficiada de esas relaciones, pero también observo cada día que las relaciones familiares se disuelven, los niños y niñas crecen en la cuerda floja de vínculos muy frágiles, los padres tienen miedo de educar porque no se creen competentes y delegan en los expertos y las instituciones las decisiones sobre la vida de sus hijos, el ascenso de los desequilibrios psíquicos en la infancia es un hecho que conozco de primera mano pues forma parte de mi experiencia personal.
    Los problemas que están puestos encima de la mesa en esta cuestión son tan complejos y tan fundamentales que necesitaría mucho más espacio, lo estoy haciendo en el trabajo continuación del libro “Feminicidio y autoconstrucción de la mujer” que está a punto de aparecer.

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    1. Estoy de acuerdo con María, la demolición progresiva de la familia sólo está trayendo como consecuencia la destrucción psíquica de los individuos. Por otra parte pienso que el sistema de dominación más perfecto sería aquel en que no existe familia, porque así los individuos y las colectividades serían meros peleles dirigidos por el Estado y el capitalismo.
      el único pero es que es cierto que, a veces, la familia puede ser un infierno:maltratos, abusos...De ahí que haya que pensar algo que pueda evitar que algunos niños sean destruídos por este aspecto tan negativo que sucede en algunas familias. Quizá la respuesta sea considerar al niño un ser necesitados como todos de amor y afecto pero no como propiedad ni del Estado, ni de la familia(aunque lo más positivo es que crezca en ésta)

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  3. Hola a todxs. Sigue siendo un placer leerte, Prado. Me alegro de que toque un tema tan importante como la situación de la infancia/juventud -más oprimidxs que nunca, en mi opinión-; la necesidad del amor (casi da verguenza hablar de amor en público hoy en día); la importancia de las relaciones comprometidas, no basadas en el hedonismo exacerbado de consumo rápido que nos lleva a temer los vínculos y romperlos en cuanto se presentan ciertas dificultades -¡que bueno el apunte sobre la conveniencia de no afinidad para tejer buenos vínculos!-; la deshumanización a la que nos aboca el productivismo y la necesidad que hombres y mujeres tenemos de destruirlo para avanzar en nuestra liberación; la gran mentira de esa mitología llamada "estado de bienestar" que nos convierte en meros individuos aislados, débiles y dependientes.

    En mi opinión, tanto en la familia amplia como en la nuclear ha habido fuentes de opresión para sus miembros, pero como espacios vinculados era muy superiores a la soledad del individuo a la que nos quieren llevar actualmente. Creo precisamente que la creación de vínculos afectivos fuertes, comprometidos y basados en el amor y apoyo mutuo, lo menos opresivos posibles, en los que los conflictos no se escondan sino que se intenten solucionar cooperativamente es clave para la construcción de una sociedad realmente humana, libre y con futuro. Para ello, la mayoría de las personas tenemos mucho que aprender, sobre en la autogestión de nuestras emociones. Lamentablemente, todo esto es algo a lo que no le prestan casi atención los distintos grupos que luchan por cambiar la sociedad. Es todo un reto hacer que hablemos también de estos temas.

    Muchas gracias y hasta pronto.

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  4. Muchas gracias por tan lúcidas y necesarias reflexiones, Prado. Para mi, cabe añadir la siguiente reflexión: la defensa de la familia debe ir acompañada de la lucha por la libertad y la democracia en su seno. Esto resulta imprescindible ya que, como han apuntado Alfredo y Asl, en el contexto de la sociedad heterónoma actual, la familia puede convertirse fácilmente -así sucede a menudo- en una correa de transmisión de vicios e imposición de dominaciones, o sea, en una fuente de miserias. Por ello, me parece imprescindible que la reivindicación de la familia como núcleo afectivo y de ayuda mutua fundamental vaya acompañada con la lucha denodada por la consecución de una ética comunitaria y autónoma en toda la sociedad, también en el ámbito doméstico.
    Un saludo!

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  5. Bueno, por fin llego a ti.
    Te oí nombrar la primera vez por Felix Rodrigo Mora, después pasó el tiempo y no leí nada tuyo hasta ahora y tengo que decir que estoy totalmente de acuerdo con lo que expones en este artículo.
    Desde hoy mismo me hago seguidor tuyo.
    Besos, Prado.

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  6. Leo con mucho interés los comentarios que habéis hecho y entiendo que es necesaria una reflexión de mayor profundidad. En efecto, los argumentos de Asl, Alfredo y Blai responden a un hecho muy real que tenemos que entender y abordar, lo que me hace entender que mi explicación no ha sido lo suficientemente matizada por parcial. En los próximos días lo haré en una nueva entrada, os animo a aportar experiencias o reflexiones, me las podéis mandar al correo electrónico pradoesteban@hotmail.com

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  7. Hola! Me convence total mente tu argumento en abstracto, pero es un verdadero reto aprender a convivir cuando hay conflictos, y también crear familias que funcionen democráticamente y basadas en el respeto mutuo, sobre todo viniendo de donde venimos. Y efectivamente es una gran asignatura pendiente el control de las emociones. ..

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  8. Vds me van a permitir, pero eso de las familias funcionando democráticamente...¿A que viene? ¿Es obligatorio lo democrático para todo en la vida?

    En la familia se da un tipo de relación muy interesante si de lo que se trata es de ejercer el poder (o tomar decisiones si prefieren):

    Los jerarcas son los que más se esfuerzan y aportan para el bienestar de los que no "mandan".
    La cohesión, el bien común e incluso el amor están en la base de la familia. A los niños y a los ancianos les gustaría mandar, pero ese puesto está reservado para el que se sacrifica por todos. Al anciano se le escucha y se le venera por lo nos dió y al niño porque en su momento hará lo mismo cuando crezca por nosotros. Y en muchos casos no es necesario racionalizar tanto, las cosas en la familia funcionan por lógica y por amor, no "democráticamente".

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  9. Gracias Prado,
    para mí es muy importante la reflexión sobre los vínculos basados en el amor y no exclusivamente en la afinidad. En este sentido, veríamos a todo el mundo como a nuestros hermanos/hermanas, a quién amamos y con quién sin embargo puede ser que tengamos poco en común...y la afinidad simplemente determinaría con quién pasamos más tiempo o compartimos más cosas/espacios, pero no a quién amamos más. Es una idea vigorizante.

    En relación al debate sobre la família, es “normal” que en la desquiciada sociedad en la que vivimos la família pueda ser un nido de malentendidos, opresiones y demás. No basta con cargarse la institución familiar sin más ni tampoco con defenderla a ultranza, ni tan siquiera adaptarla a los tiempos que caóticos que corren: tenemos que imaginar y llevar a cabo un cambio de modelo social, económico, político y ético para refundar la sociedad sobre unas nuevas bases y con ella a la família. Esta nueva sociedad podría ser mucho más igualitaria/democrática, permitiendo que los niños fueran considerados ciudadanos de pleno derecho, con posibilidad de cierta “independencia” económica que no los atara a relaciones de submisión, pudiendo participar y comprometerse en la toma de decisiones de su comunidad, escuela, etc. para formarse como seres humanos completos. Se trataria de conservar la família en un ámbito mucho más amplio y comunitario que iría más allá de un pequeño nucleo: ni cargarnos la família ni venerarla: ampliarla a una comunidad humana más amplia, amorosa y autogestionada en la medida de lo posible.

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  10. Como siempre, Prado excepcional.

    Hoy en día, como el patriotismo está de capa caída, y al Estado le es más difícil manipularnos apelando a esa idea, se ha inventado la siguiente vuelta de tuerca: el convencernos de que nuestra familia es el origen y causa de “absolutamente todos” nuestros males. El Estado, por lo visto, nunca ha hecho ni haría ningún tipo de mal al ser humano. Nunca ha coartado ni agredido a la libertad, el cuerpo y la mente de los ciudadanos. El Estado, ahora resulta que es un santo. Es el nuevo Mesías para muchos y especialmente, para muchas….

    Cuatro paradigmas gobiernan el mundo: religión, política, economía y ciencia. La religión se dedica a abusar de niños, a ejercer poder político y a la corrupción económica. El sistema económico actual es el más absurdo, ineficaz y podrido que hayamos tenido nunca y por tanto, considerando toda la Humanidad, estamos más pobres que nunca. La ciencia persigue sus propios intereses económicos y no duda en mantenernos enfermos y dependientes de los medicamentos, a pesar de que hay vías naturales y eficaces para la curación de la mayoría de las enfermedades. Incluso fabrica enfermedades de laboratorio y luego nos endosa la correspondiente vacuna. Por otro lado, mantiene censuradas tecnologías que permitirían el acceso a una energía limpia, gratuita e inagotable.Y la política por su parte ha demostrado con creces su corrupción absoluta, pero la gente sigue votando y esperando soluciones mágicas de quienes en realidad iniciaron el problema. Ingenuidad pura y dura.

    Entre estos cuatro paradigmas nos han llevado a un mundo absurdo, inhumano y al borde de la autodestrucción. Y sin embargo, no sólo les seguimos otorgando a estos 4 jinetes del Apocalipsis total legitimidad para seguir dirigiendo la experiencia humana en este planeta, sino que además nos tragamos como idiotas el cuento de que “la familia es el origen de la opresión”. Le exigimos a la familia que sea un lecho de rosas donde todo funcione a las mil maravillas, pero al Estado lo aceptamos sumisamente a pesar de que esté podrido de arriba abajo. Somos esclavos que no nos damos cuenta de quién es el que verdaderamente nos somete a la esclavitad y que además pedimos a gritos otro golpe de látigo. Y aquí lo tenemos, se llama “crisis”, y cada día estoy más convencida de que nos la merecemos.

    Un saludo.

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