“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Modelos de mujer

MODELOS DE MUJER

Tengo delante de mí el suplemento del sábado del diario “El País”, hoy no me he saltado las últimas páginas sobre moda como hago habitualmente, he observado con detenimiento las fotos de esas mujeres que representan el paradigma estético impuesto.
He leído muchas críticas a estos modelos de mujeres desnutridas, a ese canon de belleza perverso que roba los atributos sexuales femeninos y presenta a las féminas como seres híbridos, ambiguos y equívocos, como no-mujeres. Pero hoy no me he fijado en eso sino que observado atentamente sus rostros, su mirada perdida, su postura decadente, extenuada, el gesto que ya no recuerda lo humano. Es una manifestación plástica del vacío, de la nada como lugar que habitan las mujeres.
No hay una chispa de vida, de deseo, tampoco hay conflicto, pero sobre todo no hay un mínimo destello de inteligencia en esos rostros. Son cuerpos vacíos de espíritu, vacíos de lucidez y pensamiento, realizaciones del arquetipo femenino del neopatriarcado.
Que “El País”, el adalid de la nueva religión política del feminismo sexista, el campeón de la ortodoxia de género, no tenga ningún prejuicio frente a estas imágenes demuestra, mejor que nada, la naturaleza auténtica del nuevo patriarcado.
Como contrapunto a esta reflexión os dejo el estudio de las figuras femeninas del Quijote que hacemos en “Feminicidio o auto-construcción de la mujer”

FIGURAS FEMENINAS DEL QUIJOTE, UNA REFLEXIÓN SOBRE LA VISIÓN DE LA MUJER POPULAR EN LA SOCIEDAD PRELIBERAL



  La estela magnífica de la respetuosa y amorosa concordia entre los sexos de nuestra Edad Media pervivió de formas diversas hasta la revolución liberal. La consideración y prestigio social de la mujer, basada en la participación social en igualdad con los hombres, es un hecho que puede ser rastreado en la literatura tanto como en la historia.
La figura femenina en el Quijote merece una reflexión aparte. Nadie pone en duda que la ficción cervantina es una meditación profunda y personal sobre su época, y, por ello, los personajes femeninos muestran tanto la singular visión del autor, como la verdadera existencia material de las féminas en el contexto social y cultural que la novela recrea.
La lectura desprejuiciada de esta obra señera de la literatura universal nos permite muchas reflexiones profundas sobre la condición humana y derriba numerosos tópicos acuñados por la teoría del progreso. Cervantes presenta dos perspectivas divergentes y complementarias sobre la mujer; por un lado, la mujer idealizada por el amor cortés, que no es una mujer real sino un símbolo de la rendición del varón ante la feminidad poetizada o imaginada y por otro, discurren por sus páginas muchas individualidades femeninas, más reales, con personalidad propia y singular en cuyas formas se recrea el autor.
En la novela cervantina las mujeres, tanto las letradas  como las iletradas, las del pueblo llano como las de las clases acomodadas, tienen discurso propio, hablan por sí, con naturalidad, ingenio y talento y, sobre todo,  ocupan un lugar social respetado y concreto no segregado del masculino.
Tal es el caso de Dorotea, de la que Américo Castro dice que “muestra la mayor independencia y libertad de pensamiento”. Así es, se presenta como mujer enérgica pero templada y reflexiva que piensa y razona antes de actuar. Comienza expresando el profundo amor que la tenían sus padres y cómo siempre supo “que ellos me casarían con quien yo más gustase[i]. Es ella quien decide tener relaciones sexuales con don Fernando a quien espeta, según la costumbre castellana: “en tanto me estimo yo, villana y labradora, como tu señor y caballero. Conmigo no ha de ser de ningún efecto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerme”. A esta mujer, a la que Cervantes presenta como una autoridad en conocimientos de libros de caballería, tan segura de sí misma, tan rotunda en su discurso, tan soberana en todos los aspectos de la vida, también en el sexual, Salvador de Madariaga le dedica un capítulo de su “Guía para el lector del Quijote” que titula “Dorotea o la listeza”. En él destaca “su facilidad de palabra, tan sugestiva por su rapidez como por su propiedad, de una viveza excepcional de observación y comprensión; así como una inteligencia muy hecha a manejar ideas”. Sería muy difícil que un personaje así se construyera sobre la base de la nada en una sociedad en la que las mujeres fueran sometidas de forma tan rígida como pretende hacernos creer la ortodoxia académica dispuesta a rehacer la historia y la literatura según su deformado credo.
Las virtudes de Dorotea no son excepcionales, pues tan resuelta y decidida como ella se presenta Marcela que, aunque “su tío y todos los del pueblo se lo desaconsejaban, dio en irse al campo con las demás zagalas del lugar y dio en guardar su mesmo ganado”. Marcela hace un discurso sobre la libertad y el amor de contenido y envergadura filosófica: “el verdadero amor no se divide y ha de ser voluntario y no forzoso (…) tengo libre condición y no gusto de sujetarme a nadie”. Tal discurso lo hace ante un grupo de hombres que escuchan con un respeto, no fingido ni de cortesía, sino auténtico.
Las mujeres reales en Cervantes, todas, Dorotea, Marcela, Zoraida la mora, Altisidora, etc., son mujeres soberanas, enérgicas y hasta soberbias en la defensa de sus libertades, no buscan protección, no demandan privilegios, no las veremos cobardes ni apocadas, incluso las más rústicas, Aldonza Lorenzo, Maritornes, Torralba, Teresa Panza, son mujeres fuertes, espontáneas, despiertas y avispadas en la brega de la vida; Luscinda, mujer volcada en la pasión amorosa, entregada al amor por Cardenio, no es con todo, una personalidad ñoña, su romanticismo es dolorido y auténtico, también tiene fuerza interior. Cervantes se recrea en las figuras femeninas dándoles una forma tan singular  y original que resulta evidente que están recogidas del estudio de la realidad social, pero ante todo refuerza tres elementos de la personalidad femenina: la inteligencia, la fuerza  y el sentimiento de libertad.
No hay contradicción entre la exaltación que hace el Quijote de la mujer idealizada, tomada del canon de la novela de caballería, que expresa la reverencia masculina hacia la feminidad como elemento esencial de nuestra cultura (como manifiesta Denis de Rougemont en “El amor y Occidente”) y la representación de figuras de mujer tan realistas y originales. La existencia de un ideal poético del amor es un parapeto al imaginario patriarcal contra el que se yergue el cristianismo. La divinización de la mujer es un freno, un límite, a la reaparición de un patrón de lo masculino agresivo y dominador, vinculada al ascenso del Estado y sus estructuras, al que, con buen criterio, no se considera vencido para siempre.
Cervantes, recogiendo la complejidad de lo real, asocia la sublimación de la mujer con el dibujo de esas personalidades femeninas, singulares y lejos de cualquier estereotipo, que no precisan del amparo de nadie, que se mueven con libertad, hablan con aplomo y con firmeza, argumentan con penetración e inteligencia, manejan el lenguaje con maestría, son audaces y resueltas, y, sobre todo, son escuchadas con reverencia y consideración magnífica por los hombres. Nada más lejos de esa imagen exaltada del pasado que se ha fabricado en las cátedras al abrigo del poder.
No podemos aceptar que estas mujeres sean personajes excepcionales ajenos por completo al contexto social en que se presentan, pues la novela, toda ella, recrea la visión cervantina de su tiempo. Es además posible reconocer la existencia de otras mujeres reales, no noveladas, que viven y actúan con la misma liberalidad que las dibujadas por Miguel de Cervantes, por ejemplo, María de Zayas cuyas “Novelas amorosas y ejemplares” no sólo son una joya literaria, que suman al rico lenguaje el arte de presentar escenas de fuerte contenido sexual sin grosería ni pacatería, en las que las mujeres se desenvuelven con completa naturalidad. María hace profesión de fe anti sexista con una frase magnífica: “las almas no son hombres ni mujeres”. Su obra tuvo un éxito notable en su época, conociendo un gran número de reediciones durante el siglo XVII, lo que demuestra que no había censura especial para la escritura femenina.
Las libertades mujeriles llamaron la atención de numerosos viajeros que visitaron Castilla en la época. En 1595 un sacerdote italiano escribe sobre las españolas: “son muy animadas por la gran libertad de que disfrutan (…) hablan bien y son prontas a la réplica; tienen, sin embargo, tanta libertad que a veces parece exceden el signo de la modestia y el término de la honestidad[ii].
Da la sensación de que la tradicional libertad femenina fue uno de los escollos que la iglesia encontró para imponer los acuerdos de Trento, hacia los que hubo una resistencia social formidable. La igualdad entre mujeres y hombres estaba tan arraigada en la península que todavía en el siglo XVI se encuentra un monasterio dúplice, el de Santa María de Piasca, en Cantabria, que en el momento de su disolución por mandato de las autoridades eclesiásticas tenía una abadesa elegida que dirigía la comunidad.
Si rastreamos a la mujer real anterior a la revolución liberal, encontramos un ser con entidad y voz propia, con un lugar social distintivo no subordinado, con capacidad de manifestar su personalidad y sus anhelos en todas las regiones de la existencia humana. En lo referente a las relaciones afectivas y sexuales con los varones tiene iniciativa personal; ello es evidente en las Canciones de Amigo, comunes en los Cancioneros hispanos desde el siglo XIII al XV, en las que vemos que es la voz de la mujer la que se expresa, la llamada al amado al que se insta al encuentro amoroso, también carnal: “Amigo el que yo más quería/venid al alba del día”. Es una voz femenina con sentimientos sensuales propios. De la larga pervivencia de esta concepción da idea que en “Olivar de los Pedroches (Tradiciones y folklore)” de Manuel Moreno Valero, texto que recoge costumbres, recuerdos y canciones de esa comarca, se cite un cancioncilla popular con la misma estructura que las Canciones de Amigo, que dice: “Esta noche y la pasada/¿porqué no viniste, amor/si estaba la luna clara/eres buen andador/y sabías que te esperaba?”
También es posible evidenciar la importancia de la actividad de la mujer en la vida económica del pueblo, su participación libre y particular en las labores y trabajos que procuran la satisfacción de las necesidades básicas de la comunidad. Aunque, en general, hubo una cierta división sexual de las tareas, no era ésta rígida ni hermética pues las féminas podían desarrollar oficios que han sido considerados tradicionalmente masculinos. Está documentado por el Catastro de Ensenada en 1752, en la villa de Atienza, la existencia de siete mujeres que ejercen de tratantes de ganado, y seis de ellas comercian con ganado mayor, con mulas[iii], lo que demuestra que las féminas no tenían vedada su participación en ninguna actividad y que las que lo deseaban accedían a esas profesiones. Incluso para los varones la trata de ganado era considerado un oficio “golfo”, implicaba moverse en un territorio relativamente amplio, a menudo solas, valerse y defenderse por sí mismas, conocer el negocio, lo que entrañaba entender de ganado tanto como del comercio, tener facilidad de palabra, percepción de la psicología del comprador, manejar dinero y tener talante negociador, entre otras facultades muy necesitadas de inteligencia práctica y conocimientos concretos. Estas ocupaciones, en realidad casi todas las tareas que se desarrollaban en un ámbito no salarial ni ultraespecializado, proporcionaban a las mujeres la posibilidad de desplegar todo su potencial y su ingenio, por lo que es lógico que fueran vistas, como lo hace Cervantes, como modelo de seres inteligentes, dotados de juicio vivo y penetrante y gran capacidad expresiva.
La comparación de esta feminidad preliberal, popular, con la actual en construcción según el paradigma feminista, ilustra la gran pérdida de autonomía e identidad diferenciada y singular que conoce en la sociedad moderna la mujer. La mujer que construye el feminismo no goza de una conciencia, digna de tal nombre, ni de sí misma ni del mundo que le rodea, pues es sujeto construido desde fuera por los aparatos de adoctrinamiento, la universidad en primer lugar, también el mundo de la información-propaganda, la industria del entretenimiento y el aparato funcionarial del bienestar, por lo que está en vías de perder la propia inteligencia como instrumento para interpretar el mundo y poder actuar sobre él.
La personalidad moderna y “emancipada” es uniformizada según los dogmas de la nueva vulgata que marca un patrón de vida y de comportamiento obligatorio. El trabajo asalariado hace que la mayor parte de la existencia femenina no sea autónoma, sino que esté dirigida por la jerarquía empresarial. Se imponen jornadas cada vez más largas y quehaceres repetitivos, parciales y especializados que impiden comprender la totalidad de los asuntos en los que se implica, con lo que decrecen igualmente su pensamiento creativo y sus habilidades prácticas; además, no permite la toma de decisiones en cuestiones decisivas (ni siquiera las mujeres que ocupan puestos medios en la jerarquía laboral lo hacen). La empresa aspira a acaparar todo el tiempo de la mujer de manera que apenas le queda espacio de vida en la que elegir con albedrío. A la mujer del siglo XXI se le prohíbe o se le impide la maternidad, el amor y la familia, experiencias que son demonizadas por el discurso enloquecedoramente repetido de la propaganda del sistema.
El victimismo y el narcisismo acosan la capacidad de raciocinio y reflexión de la mujer de este siglo, pues quienes se dejan llevar por esas emociones no pueden tener conciencia libre e independiente de las cosas, porque la furia y el rencor nublan la inteligencia. Al haber sido convencidas de que son la víctima de los hombres y que no podrán sacudirse el yugo del patriarcado si no es bajo la tutela del Estado, se tornan flojas, débiles y pusilánimes buscando permanentemente la protección institucional, esperándolo todo del nuevo pater familias estatal.
¿Qué queda de la inteligencia femenina cuando la mujer se deja arrastrar por la dogmática del sexismo político? Muy poco, pues deja de usar su propio entendimiento para resolver los problemas de la vida, los conflictos interpersonales y su propia auto-construcción; para tomar decisiones, elegir su forma de estar en el mundo y de pensar. La inteligencia también es imprescindible para conseguir la fortaleza necesaria y conquistar la libertad básica, por eso la destrucción del pensamiento libre en la mujer es  feminicidio, porque supone la muerte de lo más radical de su naturaleza humana, aniquila la libertad en su forma más esencial, convirtiéndola en un títere, un cadáver humano sin voz ni existencia propias.
Cervantes destaca de la mujer su valía como ser pensante, su capacidad para comprender, comunicar y actuar con albedrío, mientras el feminismo moderno convierte al sujeto femenino en un fantoche, un cuerpo sin alma, un despojo humano. Tal es la mujer ideal elaborada en las alturas por el moderno ser supremo, el Estado; la mujer real del presente se halla en algún punto intermedio entre sus semejantes en la historia pasada y ese prototipo que se impone desde las alturas del poder, más alejada cuanto mayor es la resistencia a los planes estatales. Por ello recuperar la libertad de pensar, de entender el mundo circundante sin tutelas ni supervisión de las instituciones es, por sí, un agente de emancipación, probablemente el más importante de todos, pues supone recuperar la conciencia libre.
Otro elemento que llama la atención es el hecho de que en la novela cervantina las mujeres y los hombres pertenecen al mismo mundo, el diálogo entre la masculinidad y la feminidad es un diálogo entre pares cuya originalidad manifiesta, entre otras particularidades, su personalidad sexuada. La rotunda presencia de la mujer no actúa como factor de conflicto ni antagonismo, no hay resistencia de los varones y la afirmación femenina es socialmente reconocida como un fundamento positivo de la vida comunitaria. Es el respeto, más que la uniformidad igualitarista, lo que prima en las relaciones entre los sexos. Eso permite que la mujer tenga un lugar propio, que su forma diferente y original de expresarse tenga un espacio con el mismo prestigio social que el masculino. Gracias a ello la mujer no ha de negar su feminidad para tener influencia social.
En el presente los sexos han sido separados de forma fundamental; esta segregación impone el desconocimiento mutuo y el mutuo miedo a lo desconocido,  impide el intercambio desde lo característico de cada sexo, es decir, empobrece a los hombres y a las mujeres por igual, aislándoles en un universo sin diversidad ni complejidad, de modo que no entienden al otro sexo, no entienden la realidad exterior ni pueden entenderse y construirse a sí mismos. Respecto a las mujeres del Quijote, la figura femenina del siglo XXI se desdibuja como un ente sin un lugar y discurso propio, ello es la concreción del feminicidio en curso.






[i] Esta frase rotunda refleja la forma real como se produce el matrimonio en las clases populares a lo largo de nuestra historia, un modelo que se inscribe en el ideario cristiano que exige que sean el amor y la libre elección las condiciones del matrimonio. Es ello una peculiaridad de la cultura occidental muy alejada de las grandes culturas patriarcales islámicas y asiáticas. Hoy sigue habiendo miles de mujeres  muertas, y algunos hombres también, en la India, Pakistán y muchos otros países por no respetar el mandato de las familias en cuanto al matrimonio. En la India, por ejemplo, se considera que “una mujer que escoge a su pareja es una puta” (La Vanguardia, 2-10-2011). Es un hecho cierto que la misoginia más fanática deplora siempre la impronta cristiana de la cultura occidental;  una figura señera de la fobia a lo femenino es Schopenhauer quien lamenta “la galantería y la estúpida veneración germano cristiana hacia la mujer”.

[ii] Citado por García Mercadal en “España vista por los extranjeros”, Madrid (1917-1920?).

[iii] Así aparece recogido en el Catastro de Ensenada y, si bien no hemos hecho un estudio exhaustivo de este fundamental documento, es evidente que no es un caso excepcional. Sabemos también por las respuestas generales que en el pueblo de Carreño, en Asturias, se cita a cuatro mujeres tratantes de lino que acarrean, como trajinantes, sus cargas a Castilla. Un estudio riguroso y  desprejuiciado de este excepcional documento arrojaría mucha luz sobre la auténtica posición social de la mujer en el pasado.

Los pilares del neo-patriarcado

En "Vodevil zaragozano" Félix Rodrigo señala 6 pilares del neopatriarcado, el ministerio de Igualdad, las cátedras de género, la secta feminista, las fundaciones de la gran empresa, la izquierda pro-capitalista, PSOE-IU e izquierda nacionalista y el gobierno del PP.

Aunque estoy de acuerdo en todos quiero señalar otros que se le han olvidado y abrir con ello un proceso para añadir colectivamente todas aquellas estructuras que sostienen la novísima y amplificada opresión femenina de nuestros días para desentrañar la realidad material del patriarcalismo moderno.

En el plano supranacional hay que incorporar como séptimo pilar del neopatriarcado a la ONU, y, más concretamente la Conferencia de Beijing  en la que se diseñaron las líneas maestras de las políticas de género a escala planetaria. Esta Conferencia fue celebrada en septiembre de 1995 con la participación de 189 países.

Desde su creación por las potencias ganadoras de la II Guerra Mundial, en octubre de1945, la ONU había dedicado una parte importante de su actividad a delinear las nuevas políticas para las mujeres, el año 1975 fue declarado Año de la Mujer, y en 1976 se celebró la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en México, le siguieron las de Copenhague en 1980, Nairobi en 1985, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer en 1993 y, por fin, Beijing en 1995, ésta última es un punto de inflexión definitivo en la condición femenina a escala mundial.

Bajo una retórica blanda y aparentemente inofensiva, Beijing declara cuatro  ideas esenciales que serán los ejes de una transformación radical en la condición de las mujeres:

1) Que las mujeres constituyen un grupo social único con intereses compartidos y necesidades propias cuyos derechos han sido conculcados por los hombres que son, igualmente, un grupo social homogéneo que actúa como opresor y dominante. Se crea así una fractura total entre los sexos, que son definidos únicamente por su conflicto, borrando la división entre las clases sociales, entre los que tienen el poder y quienes lo sufren.

2) Que los Estados son los encargados de enmendar este agravio histórico a las mujeres, son por lo tanto las leyes, las instituciones, la burocracia estatal y el funcionariado quienes deben salvar a las mujeres de su entorno natural que es definido como hostil y violento siempre, sin diferencias especiales por razón de clase, cultura, tradición, historia, régimen político o religión. Los Estados y las instituciones supranacionales dirigidas por las potencias militares y económicas mundiales deben “promover el avance y empoderamiento de las mujeres en todo el mundo”.

3) Que las mujeres, por tanto, son objeto de la tutela de los Estados, seres indefensos y desamparados. En varios lugares del documento final aparecen sumadas a los niños y niñas con la misma categoría de necesitadas de custodia  y protección. Las mujeres son víctimas de la violencia de los hombres y de la violencia de las guerras y han de ser defendidas y protegidas  de forma especial de ello.

4) Las mujeres deben incorporarse al desarrollo político y económico para ganar su libertad. A la gestión política y toma de decisiones y a la independencia económica a través trabajo (no se hacen diferencias, por supuesto, entre aquellas que se incorporan a la política como mandantes y quienes lo hacen como dominadas ni entre quienes colaboran en lo económico como propietarias o dirigentes y quienes lo hacen como laborantes o mano de obra). También incluye la incorporación a la gestión de la “Paz” mundial, es decir, a los proyectos de guerra y reordenación del poder imperial a escala mundial.

Beijing inaugura una nueva etapa en la que los Estados y las empresas capitalistas acaparan todas las funciones que se desarrollaban en el pasado en la horizontalidad, las biopolíticas dictadas por los centros de poder dirigen la totalidad de las acciones vitales y ordenan la sociedad de forma absoluta, la demografía es gobernada con mano de hierro (haciendo el aborto forzoso en muchos lugares, por ley como en China, o por mecanismos extralegislativos como en la mayoría del planeta). Asciende una nueva casta de poderosas que son obedecidas de forma más sumisa por el hecho de representar al grupo de las históricamente “oprimidas”. Se culmina la salarización general de las sociedades con la incorporación masiva de las mujeres a un capitalismo que se desliza hacia la esclavitud. Se institucionaliza a las criaturas y se burocratiza la vida desde su inicio. Asciende el militarismo con la incorporación general de la mujer a la preparación de la guerra. Desaparece la feminidad natural auto-construida para emerger unos nuevos seres neutros e indefinidos que son, propiamente, ganado de labor. El Estado y el capitalismo son el todo y las mujeres y los hombres del pueblo, segregados, divididos, son nada, seres subyugados hasta lo impensable.

Todo este proyecto fue, paradójicamente, pensado y dirigido por instituciones que eran mayoritariamente masculinas.

No es trivial que la LOVG cite en su preámbulo la Conferencia de Beijing como referencia, ni que los años 90 fueran en nuestro entorno los de la aparición de un nuevo feminismo de corte fascista,  policíaco y pendenciero que no casualmente coincide con la instauración del ejército profesional  que encontró un reservorio excepcionalmente motivado entre un grupo de las mujeres.

Durante ese decenio pequeños grupos –apoyados por las instituciones- preparan el terreno a la promulgación de la LOVG creando un estado de alarma y pavor permanente con el argumento de la violencia de género y promocionando dos nuevas ediciones del Manifiesto SCUM de Valerie Solanas (que había sido olvidado desde que en el año 77 lo editara el Partido Feminista).

También es un sobrevenido de Beijing la legislación favorable a las mujeres  y la burocracia que la aplica que tienen que ser distinguidos como el octavo pilar del neopatriarcado, la legislación actual de protección y privilegio de las mujeres  ha constituido un nuevo modelo de dependencia femenina. Si en el pasado el legislador ordenó que el esposo estuviera obligado a proteger a la mujer y ella, a cambio, a obedecerle, hoy se consuma el matrimonio entre la mujer y el Estado con los mismos fundamentos del antiguo orden patriarcal, protección a cambio de obediencia. La mujer media del pueblo en el presente se ha constituido no como sometida, es decir, doblegada por la fuerza,  sino como ser dócil y dependiente de las dádivas institucionales, menor de edad eterna que reclama sus derechos, es decir, la caridad  del poder. Como pasa siempre en estos casos se ha constituido una pequeña tropa de colaboradoras activas que son sumisas y serviles con los poderosos y violentas y canallas con los iguales y ejercen de fuerza policíaca con un poder otorgado por sus amos que les sitúa ilegítimamente por encima de sus iguales.

La política de derechos de la mujer ha conseguido convertirlas en el “sexo débil”  no de forma literaria o retórica sino de manera real y manifiesta. Al olvidar sus deberes las mujeres se han derrumbado en un letargo embrutecedor, han perdido las habilidades que se cultivan en la acción, han liquidado su creatividad, se han hecho torpes e incompetentes , incapaces para el esfuerzo, aterradas frente al dolor y ajenas al bien moral.

Como consecuencia de ello la inferioridad femenina está dejando de ser una teoría misógina para comenzar a ser un hecho real pues la desaparición del principio del mérito y el reconocimiento a través de la obra propia ha producido una debacle de la aportación singular de las mujeres a la vida intelectual, social, material, convivencial y moral de la sociedad.

Paralelamente no asciende la felicidad de las mujeres sino que por el contrario reaparece un estado de angustia que se manifiesta como un “problema sin nombre” (un término acuñado por Betty Friedan para definir la desestructuración psíquica del ama de casa de los años 50 en EEUU), un problema que se inscribe en la insatisfacción vital profunda y la incertidumbre respecto al significado de ser mujer que se traduce materialmente en el consumo masivo de psicofármacos, el uso intensivo de servicios profesionales destinados a la búsqueda del bienestar, el ascenso del suicidio (sobre todo en el tramo de edad más potentemente femenino, entre los 30-34 años, es hoy la primera causa de muerte), el crecimiento de las enfermedades mentales, el sentimiento de carencia y de falta, el miedo y la parálisis.

El noveno pilar del neopatriarcado es el Ejército que constituye el corazón del Estado. Las políticas de género están íntimamente unidas a las necesidades militares, la Resolución 1325 de la ONU del año 2000, insta a los gobiernos mundiales a incorporar a las mujeres a las labores de la “paz” mundial integrándolas en  mayor medida en las unidades que actúan “sobre el terreno”, es decir, en las operaciones militares abiertas. Se argumenta que, como las féminas son “artífices de la paz”, su sola presencia  será positiva para limitar los conflictos bélicos. Lo cierto es que las mujeres se han incorporado a lo militar en la práctica totalidad de los ejércitos del planeta  pero eso, como era lógico, no ha abierto una era de paz.

El ejército español es especialmente abundante en personal femenino y fue uno de los primeros en derribar las limitaciones a que las mujeres participasen en combate en primera línea. Como garante último de la razón del Estado lo es también del mantenimiento del orden neopatriarcal, por ello celebra cada año el 8 de marzo, establece premios destinados específicamente a mujeres y ha incorporado cátedras de género a los estudios de la carrera militar en la Academia General de Zaragoza.

Por el  momento dejo en estos 9 los fundamentos materiales del neopatriarcado. Tal vez podamos añadir otros hasta construir el diagrama de un proyecto monstruoso de destrucción de las mujeres como mujeres y de los hombres en tanto que otredad sexuada.

Contra la teoría Queer (desde una perspectiva indígena)

Un artículo para pensar, por Nxu Zänä


Contra la teoría Queer
(desde una perspectiva indígena)

Miércoles 27 de octubre de 2010, por Nxu Zänä


En primera instancia deseo aclarar porqué el título especifica “Contra” sabiendo que suena agresivo, no puedo más que decir que el escrito dirá por sí solo que está dirigido a generar una crítica a la teoría queer, pues asumo como varias y varios de sus críticos que en un esfuerzo de generar un discurso y teoría alternativo más bien se convierte en un arma del sistema, de ahí la necesidad de escribir en contra de dicha teoría.

Empezaré por aclarar que soy una mujer indígena que ha tenido la posibilidad de estudiar y leer cosas que una gran mayoría de mis hermanas y hermanos no han podido debido a falta de oportunidades, falta de recursos económicos, en pocas palabras por la opresión de un sistema que nos discrimina, violenta, extermina porque no coincidimos con su forma de concebir el “desarrollo”, el “progreso”, el “trabajo”, el “éxito”, la “explotación de recursos”, así pues nos despojan de nuestras tierras, nuestra voz, nuestras lenguas, nuestras costumbres, nuestras culturas, nuestros entornos ecológicos, nuestros conocimientos para que aprendamos “su” forma de vivir, una forma de vivir que consideran “mejor” a la nuestra, que finalmente es una imposición.

Este escrito surge de la preocupación de observar el avance del mundo globalizado y conocer la teoría queer y el papel que juega en este contexto, por lo tanto mencionaré sólo algunos de los principales supuestos de dicha teoría y el cuestionamiento que le hago al respecto como mujer indígena.

Comenzaré por la autodenominación queer, es sabido que dicha palabra fue usada como un medio de denominar de manera despectiva a homosexuales y lesbianas, siendo que algunos sectores decidieron usarla como una forma de orgullo contra las actitudes homofóbicas de las sociedades anglosajonas, así pues podríamos decir que esto dio el inicio de un movimiento bajo dicha denominación. Por lo que se intenta dar un sentido de rebeldía a la forma de autodenominarse, pues se enfrenta a la sociedad bajo sus mismos términos pero con un aire de orgullo y defensa de su condición despreciada ante los ojos de los “normales”. Bajo dicha apropiación se genera el discurso queer que comienza a cuestionar las identidades y categorías que varios movimientos usamos para la defensa de nuestros derechos, de nuestra forma de vida, de nuestras culturas tales como el género, la clase y la raza argumentando que no debemos usarlas porque finalmente son términos acuñados desde la experiencia histórica y opresiva de un sistema como el patriarcado, el colonialismo, el capitalismo y el racismo.

De manera que deberíamos diluir el ser hombre, el ser mujer, el ser indígena, el ser blanc@, el ser negr@, el ser latin@ o europe@, el ser obrer@, el ser polític@, el ser proletari@ o burgués. En lugar de esto se propone una “hibridación” como una forma de resistencia contra la homogenización globalizante y se enaltece la individualidad con las múltiples variables y diferencias que implica donde la afinidad de intereses sustituya a la identidad.

Al respecto surgen las siguientes preguntas si ell@s marcaron el derecho de autodenominarse queer como una forma de respuesta a la homofobia del sistema ¿por qué a mí y a los pueblos indígenas ha de negársenos la posibilidad de autodenominarnos indígenas? Si finalmente el término “indígena” fue acuñado dentro de un sistema de opresión para diferenciar al hombre blanco europeo civilizado de nosotras y nosotros (situación similar a la apropiación del término queer), por lo tanto tengo y asumo el derecho de retomar la categoría para autodenominarme frente al sistema que intenta dominarme y que es racista, finalmente su acción es equivalente a la nuestra puesto que la palabra queer también deviene de un sistema homofóbico y se inserta su acción en dicho sistema.

Por otra parte, intentar proponer una “hibridación” con la desaparición de las identidades so pretexto de ir en contra de las tendencias homogenizadoras ¿acaso no implica en el fondo lo mismo? La identidad es un proceso dinámico, histórico, cambiante no es lo mismo ser indígena en el siglo XVI en plena invasión europea que serlo en el siglo XXI en plena globalización dentro de un sistema capitalista; nuestras culturas y nuestros pueblos han tenido que aprender a sobrevivir dentro de estos sistemas y generar formas de resistencia contra las tendencias homogenizadoras que pretenden desaparecer las formas sociohistóricas y culturales que subsisten pese a los embates del capitalismo.

Asimismo la identidad a diferencia de lo que los queer piensan no sólo implica un ámbito de la vida, pues el ser indígena no representa sólo un aspecto de mi vida, representa mi vida, nuestra vida: la forma de vivir y concebir a la vida, la historia de mi pueblo, nuestra cultura, nuestra relación con el entorno en que vivimos y nos desarrollamos, con la madre tierra, la forma de relacionarnos entre nosotras y nosotros mismos.

Creo que esta gran confusión sobre la identidad surge porque su lucha la enfocan a un solo ámbito: la sexualidad en lo individual; y porque su lucha se ejerce contra los movimientos feministas, homosexuales y lésbicos creyendo que estos sólo se enfocan en el género y la sexualidad; sin ver más allá y entender que en sus inicios estos movimientos tenían un trasfondo político, económico, social y no sólo como hoy se ve: sexo y sexualidad, preferencias, orientaciones, derecho al placer, siendo que esto sólo es una deformación de los movimientos dada por el sistema y los discursos médicos y comercializadores del cuerpo, del sexo y la sexualidad.

La teoría queer pretende que la afinidad sea un medio de lucha por medio de las diferencias de cada individualidad, así pues pueden existir tendencias queer como tantos queer existen (lo cual es un derechos), pero esto es una falacia pues más bien elimina la posibilidad de la organización colectiva.

Otra situación cuestionable es el hecho de pretender eliminar el ser hombre o mujer, yo soy y me identifico como mujer, si bien no estoy de acuerdo con muchas cosas que me enseñaron sobre el ser mujer tanto en mi cultura de origen como en la sociedad occidental (como el hecho de que tenía que ser madre porque de no hacerlo no me realizaba como mujer, el hecho de imponerme que debía casarme, de que no podía disponer de mi cuerpo, no tener acceso al placer, o que no podía ser independiente sino depender del que fuera mi marido, de que debía dedicarme al hogar, hoy día me permiten trabajar pero además debo cumplir con las labores del hogar por ser mujer, o incluso decirme que debo sentirme atraída por los hombres por que si siento atracción afectiva o erótica por otras mujeres no se considera normal); es decir me impusieron una serie de disposiciones que debía cumplir por el hecho de ser mujer y de no hacerlo sería juzgada, castigada, marginada, estigmatizada y hasta violentada, con esto no estoy de acuerdo pero jamás negaría la realidad de mi cuerpo y lo que conlleva en mi grupo, historia, vida personal y colectiva, porque desecharlo implica negar una realidad y mi experiencia al respecto tratando de abandonarme en una mentira.

Es innegable la realidad biológica aquel que nace macho como todo animal tiene cierto tipo de corporeidad y atributos fisiológicos que son diferentes a las que nacemos hembras, ellos tienen fuerza por su volumen muscular y genitales externos, nosotras tenemos genitales internos y damos a luz por poner el ejemplo más sencillo, si bien esta diferenciación biológica generó una construcción social y cultural de género y sobre todo una división sexual del trabajo (que de fondo ha sido injusta), por otra parte no puedo negar que tenemos biologías y aspectos diferentes lo que no justifica la injusticia y violencia de que somos sujetas las mujeres.

Y yo preguntaría a la teoría queer y aquellos que la sustentan ¿el hecho de eliminar las categorías de hombre y mujer elimina la injusticia en la realidad social? Dudo mucho que eliminar dichas categorías cambien el sistema, porque más bien tendríamos que modificar todo el sistema (cosa de la que no hablan los queer e implicaría una organización colectiva importante) para eliminar la injusticia y violencia que por sexo se ejerce hacia la mujer, eliminar los términos no cambia la realidad de los hechos, ¿acaso por dejar de sentirme mujer no seré violentada, golpeada, secuestrada, violada o explotada sexualmente? y me dirán que eso es sólo un comienzo para reconceptualizarnos, para comenzar a cambiar pero entonces ¿de qué manera haremos el cambio si de principio no reconocemos nuestras diferencias sustanciales que generan injusticia y violencia?

Les pregunto ¿Cómo pretenden cambiar la realidad si pretenden vivir al margen de ella aun dentro de ella? Decirse queer para no reconocerse hombre o mujer, homosexual o lesbiana, indígena o blanca, obrera o política, etcétera no cambia las relaciones sociales en las que se desenvuelven, sólo modifica su propia subjetividad y creo que en lo individual empieza el cambio, más no es el cambio ni conlleva acciones políticas y/o sociales efectivas para un cambio real, sólo se convierte en la creación de un mundo aparte acomodado, finalmente, dentro del mismo sistema que se pretende criticar.

En cuanto a la sexualidad si el sujeto se define por sus prácticas sexuales que configuran a sexualidades no “normativas” entonces como dice la teoría queer lo principal se centra en el juego y el placer eróticos, en ese sentido es que enaltecen la existencia de otras sexualidades diferentes a la heterosexual y aquellas que consideran como “liberadoras” de ahí que hagan tanto énfasis en la bisexualidad, el sadomasoquismo, la “reinvención de la pornografía” porque consideran que son transgresiones dando un protagonismo a la sexualidad como nunca antes se había visto ¿Acaso el sistema en sí no le ha otorgado ya dicho protagonismo a la sexualidad? ¿No sería en ese sentido que más bien van con la dinámica del sistema? Entonces para ustedes la revolución comienza en las prácticas sexuales, nuevamente en lo individual y privado, en las formas de obtener placer ¿por qué enaltecer el uso del dildo, de le penetración anal, de las prácticas sadomasoquistas? ¿sólo porque van en contra de las prácticas tradicionales de la heterosexualidad? Si es así yo diría que más bien son un sector contestatario no una revolución, ya que finalmente la sexualidad sigue siendo (como menciona un autor catalán Oscar Guasch en su libro de la crisis de la heterosexualidad) coitocéntrica (aunque el coito sea oral, vaginal, anal, con los senos, en las nalgas, etcétera) falocéntrica (porque el uso del dildo finalmente es un símbolo del falo y quiere decir que si no lo tengo de todos modos necesito uno porque de lo contrario no está completo el acto sexual) lo que implica que siga centrado en los atributos del hombre y que tiene como obligación el orgasmo (porque de lo contrario no estoy sana o sano). ¿Qué de revolucionario tiene eso? ¿Cuál es el cambio? Sólo es una diversificación mercantilizada de la sexualidad por lo tanto es y está dentro del sistema no fuera de él como se quiere creer y cómo nos quieren hacer creer.

Si la teoría queer y sus seguidores pretenden que me deshaga de mi identidad como indígena y como mujer puedo con toda razón decirles: ustedes son un arma del sistema, una corriente ideológica que promueve la globalización, la herramienta de la homogenización pues como menciona Susana López los queer cumplen la función final de penetrar los cuerpos marginados hasta: “legitimarlos y anexarlos a las mismas instituciones que forman los pilares del dispositivo de sexualidad. Para los queer la vida personal está sexualizada, y también lo está la política y la economía, y ellos no la desexualizan, sino que proponen otra alternativa sexualizada a lo que ya existe. No se produce por lo tanto, una ruptura real, sino que esa alternativa se incorpora a la scientia sexualis…”

Si consideran que “lo personal es político” y que por tanto traer la sexualidad al espacio público para reivindicar a las sexualidades marginadas y conseguir la emancipación y subvertir la cultura me parece que ello es erróneo porque de fondo consideran que practicar el sexo (entendido como prácticas sexuales) es practicar política y que en consecuencia cada vez que ejercen prácticas no normativas están haciendo una subversión del sistema como forma de resistencia que llevaría al cambio social, la pregunta sería ¿cómo hacer un cambio colectivo cuando su ideología y prácticas sólo competen al ámbito privado estrictamente: al deseo, al placer individual?

Si no existe identidad y el movimiento se basa en el deseo y placer individual ¿la lucha se constituye con la afinidad de prácticas sexuales privadas diferenciales sólo por ir en contra del sistema normativo? ¿cómo puede esto ser un cambio social real y de fondo? ¿cómo se pretende vincular a los “individuos” para generar estrategias de cambio reales?

Finalmente otro problema grave que considero es que jamás se retoma para el análisis el contexto histórico, político, social, económico, cultural actual porque lo queer se queda en la subjetividad de cada individuo y su lucha personal en el ejercicio del deseo y del placer en afinidad con otros individuos que no comparten identidades, sólo la afinidad de prácticas sexuales no normativas; por tanto consideran que la organización colectiva es imposible y sin sentido, sólo se pretende reivindicar derechos individuales no colectivos y es aquí donde nuevamente afirmo que esta postura es un fiel reflejo del neoliberalismo y su antecedente el liberalismo en la búsqueda y enaltecimiento del individuo por encima de las colectividades, asimismo conduce a la fragmentación y el rompimiento de las resistencias y movimientos pues las identidades implican el reconocimiento de las comunidades, atacar por tanto a las identidades genera el ataque a las comunidades, a la organización, a los movimientos, a las luchas sociopolíticoeconómicas y culturales, a las luchas históricas.

Así pues, la generación de la teoría queer contribuye a la generación de un saber que forma parte de los juegos de poder del sistema en el rompimiento de las comunidades e identidades. En contra de las mujeres, las y los indígenas del mundo, las y los obreros, las y los campesinos, las lesbianas, los homosexuales, las feministas, los sindicatos, en fin la teoría queer se convierte en el arma ideológica neoliberal perfecta basada en la individualidad y el placer promoviendo además una forma mercantilizada de la sexualidad que resulta opresiva, nuevamente, para la mujer, las y los niños, las y los adolescentes, facilitando el camino para una nueva opresión y explotación de los sexos y géneros. Y de paso servir como forma de desarticulación, desprecio y estigmatización de los movimientos de todo tipo, en especial contra nosotros: las y los indígenas.

Por eso como mujer e indígena escribo CONTRA la teoría queer con la esperanza de que quien lea esto reflexione y haga una crítica severa de esta teoría y sus postulados, con la esperanza de que quien se autodenomine queer haga una autocrítica al respecto.

Nxu Zänä


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"El tiempo se hunde en decadencia
como una vela consumida,
y a las montañas y bosques
les llega el día, les llega el día;
pero tú, amable turbamulta antigua
de los estados del ánimo nacidos del fuego,
tú no desapareces."

W. B. Yeats, 1893

Entrevista de Frank G. Rubio para "El Pulso"

Entrevista de Frank G. Rubio para “El Pulso”

María del Prado Esteban:
“La Ley de Violencia de Género es una ley contra el amor, que se propone llevar a sus últimas consecuencias la fractura entre sexos”.


Entrevista con María del Prado Esteban, coautora, con Félix Rodrigo Mora, de “Feminicidio o auto-construcción de la mujer”.
FGR: En vuestro libro hacéis una distinción clara entre el patriarcado y el neo-patriarcado ¿Cuáles son los rasgos definitorios de esta diferencia y su trascendencia práctica?
MPE: Es necesario superar los mitos sobre el patriarcado para estudiarlo en su realidad histórica, es lo que hacemos en este trabajo. El origen del patriarcado moderno es la revolución liberal. El Estado refundado en las revoluciones decimonónicas legisló la minoría legal de la mujer, su obligación de ser protegida por el varón al que daba, a cambio, su obediencia. En la actualidad las mujeres vivimos bajo la tutela directa del Estado, diríamos que hoy estamos protegidas por las instituciones y obligadas a amarlas, respetarlas y obedecerlas. La relación con la institución estatal es infinitamente más jerárquica que la que teníamos antaño con el esposo, lo que significa que estamos más oprimidas.

Ser madres con lo que tenemos

Ser madres con lo que tenemos

 (una bella reflexión de mi amiga Ileana Medina Hernández)




Con nuestros traumas.
Nuestras infancias heridas.
Nuestras miserias y nuestros miedos.
Con nuestras historias familiares de horror y misterio.
Nuestras rabias y nuestras fobias.
Nuestras imperfecciones.
Nuestros kilos de más.
Nuestros euros de menos.
Nuestros trabajos alimenticios, de supervivencia.
Nuestras mañanas desquiciadas.
Nuestros gritos y nuestras lágrimas.
Nuestras madres niñas. Nuestras suegras brujas.
Nuestras cicatrices.
Nuestras enfermedades.
Nuestros pueblos feos.
Nuestros vecinos ruidosos.
Nuestros políticos estúpidos, corruptos, repugnantes.
Nuestras escuelas decimonónicas, tristes, cuadriculadas.
Nuestros maridos currantes, intentando ser hombres, amantes, amables, y no morir en el intento.
Nuestros divorcios.
Nuestro estrés.
Nuestros años.
Nuestra soledad.
Nuestros partos robados, anestesiados, maltratados.
Nuestras lactancias agrietadas, dolorosas, imposibles.
Nuestra neurosis.
Con este mundo asfixiante que no está diseñado para tener hijos y no lo pone nada fácil, pero los niños son lo único que lo hace más habitable, más esperanzador.
Ser madres como podemos.
Ese es el mérito.

Vivir, amar y criar en la realidad del mundo



VIVIR, AMAR Y CRIAR EN
LA REALIDAD DEL MUNDO
Una pedagogía para tiempos de crisis y desolación

                                                                                          

                                                                                    “No hay posadas de felicidad
                                                                                      ni de descanso.
                                                                                      Se va siempre por un camino heroico 
                                                                                       hacia la dignidad y la  superación de la vida”
                                                                                                                                León Felipe



           

Cada criatura que llega al mundo comparte con las generaciones anteriores la carga de los problemas de su sociedad, nacemos en un momento de la historia, en un espacio concreto y eso condicionará nuestra existencia, no se nace en el vacío ni en la nada sino en el  mundo como ha sido construido por las generaciones anteriores. Ésta es una de las complejidades de nuestra condición, pues no hay libertad ni elección en esos hechos que definirán, más que ningún otro, nuestra existencia individual. Explica Xavier Zubiri en “Tres dimensiones del ser humano, individual, social, histórica” que la herencia que recibe cada individuo no es únicamente psico-genética, cada nacido humano, para instalarse en la vida necesita situarse en una realidad. Ese nicho de cultura e historia es el medio en el que la criatura deviene persona. En ese recorrido recoge una tradición, se impregna del tiempo como tiempo realizado en la continuidad biológica e histórica que ella misma habrá de alimentar con su acción. En el texto que cito, Zubiri da una gran importancia a la maternidad  como elemento que conecta la realidad bio-psico-social-histórica de lo humano, esa indivisible entidad que une la vida orgánica y espiritual.
Nada puede ser más desolador y angustioso que reconocer en las circunstancias de este tiempo el hábitat de nuestra prole. La crisis, que algunos se empeñan en definir como crisis de lo dinerario y consumista únicamente, oculta una realidad sangrante y terrible, la de una ruina de los fundamentos más esenciales de la vida social e individual e incluso, más allá, de nuestra civilización como construcción singular de nuestros ancestros. El desmoronamiento de la vida social, de las estructuras de vida horizontal elegidas y dirigidas por el propio sujeto es una de las lacras más terribles de este momento pero no la única, la pérdida de la libertad, de la tradición como conjunto de conocimientos y acontecimientos que son bagaje experiencial para la existencia humana, de la autonomía personal y social, de los conocimientos y habilidades para la vida, del lenguaje, de la inteligencia práctica, del sentido de la realidad, de la capacidad para la supervivencia, del sentido común, de los valores éticos y convivenciales y de la capacidad proyectiva para bosquejar un futuro son  las huellas de una mutación que no es coyuntural ni somera sino que afecta a los elementos cardinales de la condición humana y de las instituciones naturales de convivencia y corre pareja al ascenso del Estado y la institucionalización de la vida  que están devastando al sujeto medio y que, de seguir su curso, transformarán de forma ingénita la sociedad como la hemos conocido.
A estas tribulaciones hay que sumar el ecocidio en proceso, la desertificación, la contaminación de las tierras y las aguas, la caída de la fertilidad de la tierra, la acumulación de tóxicos en el ambiente, la pérdida de biodiversidad y el crecimiento de las mega-urbes entre otros y, además, el desastre demográfico acelerado que se expresa  aquí en la terrorífica cifra de 1,3 hijos por mujer que continúa descendiendo, testimonio de la falta de vitalidad y anhelo de muerte del cuerpo social, esta última cuestión será tal vez una de las más atroces calamidades que hemos de legar a nuestros hijos porque deberán cargar sobre sí tareas tan descomunales para la propia supervivencia, la protección de la vida y de la condición humana[1] que sobrepasarán, con mucho, las fuerzas materiales y espirituales de estas menguadas generaciones.
Quienes elegimos tener hijos (cada vez somos menos, no lo olvidemos) deberíamos ser los primeros en la brega por el futuro de la sociedad, al que nos sentimos atados, no de forma abstracta e inconcreta sino de manera íntima y personal pues el mañana es el destino de nuestra prole. No es así, tal vez porque la corriente social dominante sigue siendo “mirar para otro lado” o buscar fórmulas escapistas  para evadirse de la realidad. Los refugios para huir del rostro descarnado del mundo son muchos, lo son el trabajo, el consumo, la diversión, las drogas, los viajes, las relaciones superficiales, los paraísos virtuales o el cine y la novela, hay cientos si no miles de agujeros en los que vegetar una vida tranquila a la espera del desastre. Curiosamente para un sector social la maternidad/paternidad se ha convertido también en un recurso escapista, devenir padres es la ocasión para abandonar todo compromiso social, político o cultural. Muchos se adhieren así a dos de los principios más venenosos de nuestra sociedad, la búsqueda de salidas individuales con olvido del resto de la comunidad y la  mutación de los procesos que antes se realizaban en la horizontalidad en mercancías. Esta nueva maternidad ecológica se materializa en un renovado consumismo e intercambio de servicios monetizados que, por supuesto, no están al alcance de la mayoría de las madres, aquellas que pertenecen a las clases bajas, ocupan los trabajos más precarios y acceden a la maternidad a pesar de la presión de las empresas en condiciones de grandes conflictos y carencias[2].  Esto explica que la natalidad entre las mujeres de las clases más menesterosas caiga mucho más significativamente, estas mujeres están siendo convertidas en ganado de labor, seres estériles en todo lo que no sea producir en el mercado capitalista y consumir para que crezca ese mercado.
En esta situación la maternidad ha defenderse como libertad básica y un bien en sí mismo incluso cuando las condiciones de crianza no sean las que dictan los manuales. En el pasado se pensaba que se necesitaban pocas cosas para criar a los hijos y el principal motivo para acometer la maternidad/paternidad era el deseo con independencia de otras consideraciones. Hoy, en cambio, la extraordinaria complejidad de los requisitos que se consideran imprescindibles para la crianza hacen que muchas personas renuncien a tener hijos. Por el contrario mi idea es que la maternidad/paternidad es un gran bien aunque se acometan en la forma de grandes sacrificios por parte de los padres y las criaturas y en un entorno hostil como el mundo actual porque forman parte de la construcción de un futuro humano.
Imbuir a nuestros hijos la idea de que han de huir de los problemas del mundo en lugar de enfrentarse a ellos no solo no es una crianza buena sino que, en las actuales condiciones, es suicida. Los años de bonanza económica y auge del Estado del bienestar han tenido como consecuencia que un gran número de personas adecuaran su cosmovisión al ideal de recibir servicios y cuidados por parte de las instituciones y trasladaran ese patrón, considerado el modelo de la excelencia, a la educación y la crianza de su prole.
Lo que se ha llamado crianza natural responde más a una visión ideologizada del mundo que a una naturaleza original de la especie. En primer lugar lo natural en el ser humano es ser un complejo de funciones y situaciones orgánicas, psíquicas, relacionales, sociales, culturales e históricas inseparables e indivisibles. Lo natural, como explica Zubiri, es que cada nueva criatura inscriba su vida en el nicho de su cultura, su tradición y su linaje que son las raíces que le permiten crecer y constituirse como ser singular y creativo, esas raíces han de ser las auténticas del entorno en el que nace y no un mundo artificial creado para ella pues es en la realidad donde tendrá que desplegar su acción, es decir, materializar su libertad.
Al ejercer la maternidad/paternidad estamos obligados a entregar a nuestros hijos la realidad del mundo, a reconstruir con ellos el sentido de lo humano y su proyección hacia el futuro, difícilmente puede acometerse tal tarea en el tiempo presente si no es en conflicto con el poder establecido, un combate que exigirá personalidades vigorosas y esforzadas. Si declinamos nuestra responsabilidad como padres y  buscamos soluciones personales para esquivar los problemas en lugar de enfrentarnos a ellos estaremos equivocando el camino.
En el mundo moderno cada vez más niños y niñas viven fuera de la realidad, se les ofrecen otros entornos que se consideran menos ásperos, más agradables que el mundo real, así viven de sucedáneos de ínfima calidad a través de la televisión y el cine, en lo que llaman el mundo de la fantasía infantil[3] o en entornos seguros y protegidos,  adecuados a cubrir todas sus necesidades al instante y sin espera, en los que no les toque el mal del mundo e incluso se superen las limitaciones inherentes a la condición humana. En todos los casos se les obliga a vivir en la mentira, en el mundo como no es.
He conocido muchas criaturas que se desarrollan en ese ambiente de irrealidad y ficción, suelen ser personas aparentemente felices aunque, si son sacadas de ese contexto “seguro” y utópico, se paralizan y se agarrotan, no son capaces de adecuarse a circunstancias nuevas, sufren y se angustian o se evaden y se inhiben pero no intervienen  con ímpetu transformador. Su capacidad de comunicación está muy limitada por la falta de autenticidad de sus experiencias vitales, sus sistemas de relación con los otros son disfuncionales porque carecen de conocimiento de la alteridad y por miedo al  conflicto o al abandono emocional.
La crianza sin conflicto y sin prohibiciones basada en la satisfacción de los deseos de las criaturas es menos nueva de lo que se dice. Una experiencia histórica ilustrativa es la que se recoge en el informe de William E. Mayer, director de psiquiatría del ejército de Estados Unidos encargado de investigar el altísimo número de bajas que los soldados norteamericanos tuvieron en los campos de prisioneros en la guerra de Corea (1950) cuya cifra, en comparación con la tenida por los prisioneros turcos en esos mismos campos fue desorbitada. El examen de los hechos le llevó a concluir que esos muchachos eran el producto de una crianza sin contrariedades, de una infancia en la que nunca tuvieron que enfrentarse a obstáculos ni situaciones complicadas por sí mismos, de una figura maternal siempre presente y siempre protectora que, en realidad absorbía emocionalmente a sus hijos[4].
Lo más importante es la descripción que hace de las situaciones que vivieron estos prisioneros. Enfatiza que no hubo intentos de fuga aunque en los campos no había alambradas ni guardas armados. A diferencia de otros prisioneros como los turcos que permanecieron unidos y organizados, los norteamericanos carecían de disciplina, se enfrentaban entre ellos y establecían a menudo relaciones de cooperación con su captores.
Muy pocos forjaron relaciones de amistad en los campos o mantuvieron el recuerdo de sus seres queridos como aliciente moral y emocional (cuando a los supervivientes que fueron liberados se les ofreció llamar a sus familias muy pocos lo hicieron), vivieron encerrados en una celda de aislamiento mental. Cada vez menos de ellos estaban dispuestos a hacer el esfuerzo de voluntad, inteligencia, creatividad y socialidad que la supervivencia necesitaba y comenzó a ser común que un soldado se sentara en una esquina y tapándose se cabeza con una manta y se dejara morir (los soldados denominaron a ese acto “abandonitis”). En otros casos, cuando algún  hombre estaba enfermo, sus propios compañeros eran los que le sacaban de los barracones y le abandonaban a la intemperie donde perecía. No hubo resistencia y combate contra la guerra como guerra injusta ni contra el enemigo, prácticamente ningún hecho que pueda describirse como acto de conciencia y dignidad, la indiferencia y el abandono fueron el estado dominante.
Se mostraron como seres ineptos para cuidar de sí mismos ni de otros, capaces de la mayor crueldad con sus semejantes y del mayor desapego a la propia vida, es decir, construidos como seres deshumanizados de forma extrema.
Los valores básicos para la supervivencia en un campo de prisioneros no son demasiado diferentes que los que se necesitan para sobrevivir en cualquier circunstancia de la vida real cuando esta es vida plena y no sucedáneo como acontece en las sociedades de Estado del bienestar en las que  el sujeto no es ya sujeto de su propia biografía sino objeto de la protección de las instituciones, usuario de bienes y servicios y dócil animal doméstico que trabaja para su amo. La forma como un individuo deviene persona y se enfrenta al mundo es una cuestión que trasciende con mucho la psicología pues afecta más a los valores y el sentido que se otorga a la vida, al concepto del bien y del mal[5] y la idea del futuro. Eliminar los grandes problemas de la existencia humana y del momento histórico concreto para  alejar el dolor y el esfuerzo no solo no es posible sino que crea  un vacío existencial que hoy es demasiado común en las generaciones más jóvenes y que se  realiza a través de conductas suicidas (alcohol, drogas, trastornos alimenticios, prácticas aventureras dislocadas, violencia entre iguales y otros) y un derrumbamiento de la personalidad que los hace inmaduros, incapaces para el acto de pensar, sin voluntad para actuar, sin capacidad de esfuerzo, pobres e indiferentes afectivamente, insociables y herméticos para los otros.
La deriva de la situación actual es que todos los problemas enunciados se agravarán en el futuro, si somos coherentes y lúcidos tendremos que comprometernos en el combate por el mañana, si creemos en la crianza en el amor deberemos llevar a nuestras criaturas con nosotros en esos trances. El mundo no necesitará de héroes individuales sino de  una comunidad heroica capaz de arrostrar las calamidades del presente y construir un porvenir humano lo que nos compromete a todos.
La maternidad/paternidad ha de ser rescatada no como una flor de invernadero, un acto ornamental y decorativo sino como impulso vital, como acto supremo del amor por la especie y por el futuro contenida de forma concreta y singular en cada una de nuestras criaturas.
No deberíamos aceptar que la humanización de la crianza pueda ser reducida al consumo de algunos servicios especializados de mayor calidad que los que ofrece el sistema y a la dedicación en exclusiva del  padre y madre a las criaturas durante toda su infancia, por el contrario, es necesario que el impulso genésico vuelva a ser natural y ajeno a los condicionantes económicos y políticos, es decir, íntimo y genuino.
Se precisa hoy de una maternidad de batalla cuyas señas de identidad sean la fortaleza y la solidez. Podemos parir en casa o en los hospitales, pero el acto de parir ha de ser dignificado por nosotras mismas incluso en las condiciones más desfavorables, porque solo así será posible frenar el impulso a la deshumanización y rotura del acto genésico,  debemos amamantar en todas partes, hacer habitables todos los ambientes para la infancia, compartir con las criaturas todos los momentos e integrar la crianza en todas las dimensiones de la vida.
Pero ante todo la crianza no puede ser argumento para mutilar en las mujeres (y a menudo también en los hombres) los otros planos de la vida, no puede alejarnos de la realidad del mundo porque eso cercena nuestras capacidades y posibilidades, no puede retirarnos del compromiso y el combate por el bien, la verdad, la libertad, la convivencia y la vida horizontal, la propia auto-construcción, la recuperación de las raíces y la construcción de una sociedad de ascenso de la excelencia. Si se abandona toda acción sobre el mundo y los grandes problemas de una época ¿cómo se ha de educar?  ¿cómo se ha de ofrecer un camino al crecimiento a otros cuando se limita en una misma?
Hemos de vivir entre las ruinas de la civilización del bienestar, podemos hacerlo dejándonos morir en un rincón como aquellos soldados de Corea o entregándonos a la construcción del futuro que depende, antes que nada, de nuestra propia acción. En última instancia el acto de la crianza ha de ser un gran acto de creación y compromiso que sirva como ejemplo a las generaciones venideras.






[1] La tasa de dependencia, es decir la que relaciona la población activa y el grupo de los menores de 16 y los mayores de 64 no ha dejado de crecer y se espera que para 2021 se sitúe en el 57,3%,  es decir casi 6 personas inactivas por cada 10 activas, una cifra difícil de sostener para unas generaciones que para invertir la catastrófica situación presente tendrían que hacerse cargo de un grupo tan numeroso de ancianos y tener muchos más hijos que sus padres. Se dice que el exceso de población es el causante de los grandes problemas ecológicos del planeta, eso no solo no es verdad pues no es la población sino el desquiciado sistema capitalista y su ansia depredadora de  recursos el causante de tales males, por el contrario, poner coto a la gran devastación medioambiental solo será posible bajo una demografía pujante porque los grandes problemas como la reforestación ¿pueden acometerse si no es por una ingente y enérgica población juvenil?
[2] La injerencia de las empresas y el funcionariado en la vida privada y la  libertad básica de las personas en estos asuntos abre una etapa de gran incertidumbre y alarma. La acción biopolítica, es decir, la imposición de prácticas y costumbres basadas en las necesidades políticas y económicas de los Estados que conculcan la autonomía más esencial de las personas es creciente en todo el planeta. La foto de Feng Jianmei yaciendo en la cama de un hospital junto a su hijo, no abortado sino asesinado a los siete meses de gestación por orden de los funcionarios del Partido Comunista Chino que cumplieron así la ley que obliga a abortar a aquellas familias que no tienen dinero para pagar la multa por tener un segundo hijo, es un indicador de lo que podría ser el futuro en otras partes del planeta. Hay que tener en cuenta la preeminencia de China en lo económico y político y su ascenso militar que con mucha probabilidad cambiará el equilibrio de las potencias mundiales en los próximos tiempos y el hecho, inquietante, de que la ONU haya presentado la política de “planificación familiar” del gobierno chino como modélica.

[3] Un mundo infantil creado por adultos y lanzado por los gigantescos emporios de la industria del espectáculo y el adoctrinamiento. El modelo de sociedad de la diversión y sus consecuencias nefastas es una importación de Norteamérica que tiene efectos devastadores para el sujeto y el cuerpo social, un análisis de su formación y sus efectos se hace en “Divertirse hasta morir” Neil Postman
[4] Este suceso es citado por Betty Friedan en “La mística de la feminidad”.
[5] El pensamiento sobre cuestiones ha caído en desuso en nuestra época a la vez que lo ha hecho la lectura y reflexión de la filosofía clásica, pienso por ejemplo en el texto de Cicerón “Del supremo bien y del supremo mal”, que da cabida a un debate que ha sido durante milenios objeto de controversia y cavilación en Occidente. La desaparición de estos temas del pensamiento ahogados por la frivolidad y el vacío del imaginario de la modernidad tardía es un desastre de proporciones colosales.