“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

La guerra

La guerra 


(extracto de una entrevista para “Contracultural”)
La guerra es el fundamento del sistema presente. La política, la economía, la ideología, el arte, la información, la educación, el entretenimiento… todas las facetas de la vida social son hoy, en realidad, la guerra por  otros medios.
El fundamento del sistema es el poder y el monopolio de la violencia; no el dinero, es la guerra, no el mercado, es el ejército no los bancos. Nadie quiere ver esto hoy.
El patriarcado ha estado históricamente asociado al Estado y a la guerra. Cuando se habla de la opresión patriarcal sobre las mujeres de su constreñimiento a la vida doméstica se suele olvidar las obligaciones que el patriarcado impuso a los hombres de ir a la guerra a morir por millones, olvidar eso, no compadecernos del dolor y el sufrimiento de nuestros compañeros nos hace a las mujeres indignas e depravadas porque nos separa de la grandeza y la magnanimidad, la virtud y el sentido de la justicia.


Los cambios en la condición femenina, lo que se consideran las conquistas de las mujeres en el siglo XX, son en realidad transformaciones asociadas a la guerra. Las dos grandes guerras europeas del siglo XX pusieron en primer plano la necesidad de colaboración de las mujeres en el esfuerzo bélico y por lo tanto los cambios en su estatuto jurídico y social. Cualquier historia del feminismo que se consulte explica la importancia de la guerra y algunas como la “Historia de las mujeres” de George Duby deja muy clara la colaboración de las sufragistas con las instituciones del Estado, su espíritu patriótico y su colaboración con una guerra en la que sus hijos iban a morir y a  matar a los hijos de otras madres, lo que deja claro que la hermandad de las mujeres no ha existido nunca y que nuestro compromiso con la vida puede verse profundamente modificado por razones ideológicas.
Hoy la incorporación de las mujeres a los ejércitos y las policías es un hecho casi la totalidad del planeta incluidos la mayor parte de los países islámicos, es uno de los fundamentos del sistema actual. Toda la sociedad debe ser un gran ejército, todo debe ser jerarquizado según los principios del cuartel, para ello hay que arrasar todas las instituciones naturales o no mediadas por el Estado.
La empresa es otra institución cada vez más militarizada tanto en su estructura como en sus funciones pues casi todas las grandes ramas de la industria miran a la guerra como principal mercado. La Universidad también puesto que la guerra en el siglo XXI incorpora instrumentos de control y destrucción del enemigo  que no son estrictamente militares sino de transformación de estructuras sociales, uso de la propaganda como arma de guerra y modificación y destrucción de la cultura y la conciencia. La mujer ha sido incorporada a todas estas estructuras y se ha hecho no por coacción directa sino manipulando su conciencia para que considere que en estas instituciones encontrará su libertad.
Además, leyes como la de Violencia de Género han promovido la idea de que es la represión la solución a todos los problemas han lavado la imagen de  los cuerpos policiales y la judicatura que ahora son considerados benéficos y humanitarios aunque su carácter represivo y violento no ha cambiado sustancialmente desde el franquismo.
Como antaño las sufragistas hoy los y las feministas de Estado son, en su gran mayoría, colaboradores necesarios del ascenso del aparato del poder y la destrucción del pueblo. La existencia del Ministerio de Igualdad en el Estado español ha significado la aparición de un cuerpo de funcionarios y funcionarias y de una masa de paniaguados dependientes de esa institución que cobran por su colaboración y que adquieren funciones esenciales en la guerra que las elites sostienen contra la sociedad civil a la que se acosa y se niegan las principales libertades naturales, en primer lugar la de conciencia. 
La guerra moderna ya no tiene su centro en las armas y el campo de batalla, según Federico Aznar Fernández-Montesinos en "entender la guerra en el siglo XXI",  en nuestros días "la guerra en vez de lucha entre Ejércitos se torna en un conflicto entre narraciones, entre discursos, entre explicaciones. Por eso con la sustitución de los discursos o llevándolos a una vía muerta, se gana la batalla de la legitimidad".  

2 comentarios:

  1. Leemos que hoy el modo bélico se reproduce en diversos ámbitos del ser humano. En la raíz de la confrontación los contendientes son extremadamente desiguales: el sistema y el individuo. Goliat contra David, siendo Goliat quien maneja esta vez la honda. ¿Sabe David que está en guerra? Un general chino tenía por lema no declarar la guerra hasta contar con garantías de alzarse con la victoria. En la guerra contra las personas hoy el general es más maquiavélico: se infiltra entre ellas, gana su confianza y con una sigilosa perfidia va rindiéndolas, sin haber declarado la guerra; el rendido, a merced de quien lo rinde, no se sabe sometido. ¿Qué mayor victoria! Es su logro el disimulo, la estafa. Perdura su influjo hipnótico y el embaucado llega a abuelo, con hijos embaucados y nietos embaucados. Si nadie se percatara, ¿cuál sería la diferencia? Si el vencido no se aprecia tal, ¿es más o menos vencido? ¿Tiene sentido plantearse que alguien creyéndose libre fuese en verdad esclavo? El criterio diferenciador entre lo uno o lo otro parece tan sólo radicado en la mente sibilina del general, el único que cuenta con una apreciación por encima de las intersubjetivas por él inducidas, como la ilusión del prestidigitador. ¿Cómo sabernos presos en esta abducción? ¿Qué te despierta? Hay quienes no despiertan e incluso quienes, por apesebrados o por temerosos, optan por el amodorramiento. El despertador es la voz disidente de afuera. Pero no cualquier disidente, porque el poder fingidor adopta formas engañosas con que someter cualquier conato de rebelión. Es la voz que te mostrará la huella de tu hacedor y cómo ésta contradice la impronta que en ti pretendió dejar el punzón del sistema. La huella: Eres limitado, propenso al error más que al acierto, más incorrecto que correcto. Tantas las veces en que lo que querías hacer no lo haces y tantas en las que haces lo que no querías. Puedes llamar a estos desatinos “pecado”. Conciliado con tu naturaleza, te comprendes y perdonas. En ti repercuten los despropósitos de otros que son tus semejantes, y perdonas; alguno de tus errores ha hecho mella en uno de ellos, y le pides perdón. La cadena de desatinos traba a la par eslabones de perdón, camino de igual a igual, yendo y viniendo; perdonas y eres perdonado. Y en este tránsito y trasiego en que recibes y entregas a tus afines, tu familia, tu comunidad, no hay agentes ni pacientes, sólo acciones por todos traspasadas. Y te entregas a una bendita tarea que llenará tus días: enmendar lo incorrecto, aceptando humildemente la falibilidad de tus enmiendas. Y en este propósito progresa la sociedad con la que eres, repercutiéndote dignidad porque la dignificas. Atrás quedará aquel camino de abajo arriba que andabas en busca de un amparo egoísta, que te reportaba la Ley, que establecía crímenes y castigos, y el juez que aislaba acciones y determinaba agentes y pacientes, culpables e inocentes, hasta dentro de tu propia familia. Qué atrás la infalibilidad de la doctrina aprendida y la conciencia programada. Atrás el maniqueísmo donde sólo te dignificas si se humilla al otro. Atrás, atrás.
    Tan sólo estamos en el preámbulo. Todas las guerras libradas en campos de batalla se han precedido de totalitarismos maniqueos. Será éste el prefacio relativamente más extenso que otros precedentes. Pero no somos tan distintos a los que han sido. Volveremos a escribir capítulos en el Libro de la Guerra. (Entendámonos, hablo de la Tercera. Innegable es que ha seguido habiendo guerras.) Todos los artificios de la ingeniería social, por más que se aproximen a objetivos, ni abarcarán ni contendrán todas las variables en contienda. Se demostrarán fracasados y sólo habrán servido para empobrecer al hombre y devastar la espiritualidad de su interrelación y proyecto.
    El único consuelo que tenemos está en oír la voz del disidente, que entusiasma al individuo y recuerda que, gota a gota, se horada la piedra; pero trascenderá como un copo de nieve caído en el desierto. Perseveremos, no obstante, por actuar en conciencia.

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  2. Aunque la Segunda Guerra Mundial terminó hace 70 años, a día de hoy las consecuencias de la misma siguen estando presentes. Recientemente una mujer de 91 años fue acusada por una fiscalía de Alemania de estar implicada en 260 asesinatos en el campo de exterminio de Auschwitz. Cientos de guardianas del régimen nazi no son tan recordadas como sus camaradas masculinos, pero algunas de ellas fueron mucho más crueles.

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