“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

El mal por elección

El mal por elección

De nuevo nace la polémica sobre si acusar a algunas mujeres de hacer el mal es machismo puro, tal y como nos dicen los las jerarcas de la cosa pública. Así, en tiempos en que la corrupción política y económica está empedrada de nombres femeninos, cuando en las cargas policiales más duras se emplean un número creciente de mujeres, y cuando en las empresas las jefas atropellan tanto o incluso más que los jefes la dignidad de las personas (hombres o mujeres) bajo su mando, no se puede decir que hay mujeres que ponen denuncias falsas en muchos casos por odio y en otros por seguidismo con las campañas institucionales e incompetencia para tomar decisiones propias; no, no se puede decir sin ser acusado de machista.
    
Es tanto el ruido que hacen los medios y los organismos estatales que apenas se puede oír la realidad, por eso cobra más importancia que en los últimos tiempos cada vez más mujeres hayamos tomado la iniciativa de desmontar con hechos y con argumentos esa deplorable construcción ideológica que usa la adulación para someternos. Es el caso del reciente libro de Mónica G. Álvarez, “Guardianas nazis. El lado femenino del mal”.  En este texto de investigación periodística se hace un recorrido por la biografía de 19 mujeres como representantes del mucho más nutrido grupo de las guardianas de los campos de concentración del Tercer Reich; mujeres como Ilse Koch, “La zorra de Buchenwald”, Irma Grese “El Ángel de Auschwitz”, María Mandel “La Bestia de Auschwitz”, Herta Bothe “La Sádica de Stutthof”, Dorothea Binz “La Binz”, Hermine Braunsteiner “La yegua de Majdanek” y Juana Bormann “La Mujer de los perros” a las que apoda “las siete Arcángeles del terror”, y  las otras doce a las que nombra en el epílogo como “Las Doce Apóstoles del Reich”, son retratadas por la autora a través de sus actos de barbarie y de maldad hacia mujeres y hombres por igual.

Estas son las personalidades elegidas por la periodista, un puñado de mujeres que representan a las muchas miles que participaron de la brutalidad del régimen nacional-socialista. Solo en el campo de Ravensbrük se llegaron a formar y preparar cerca de 3.600 mujeres para las tareas de control del resto de campos diseminados por la geografía europea bajo control del Estado nazi. No todas eran alemanas, también colaboraron muchas de otras nacionalidades como Hildegard Neumann y Ruth Elfriede, checas o Gerda Steinhofff, Irene Haschke y Therese Brandl, polacas, lo que demuestra que las mujeres, como los hombres, nos conducimos en el mundo por voluntad y por ideas y no por innatos condicionantes sexuales o étnicos.



Algunas eran madres, lo que no significó un obstáculo para llevar a la muerte, muchas veces por sus propias manos, a una enorme masa de niños y niñas. Esto demuestra que el hecho reproductivo, por sí mismo, no nos hace mejores, y sólo es un elemento de humanización cuando se inscribe entre los actos del amor y del compromiso con la vida; como trance biológico es un acto del cuerpo como cualquier otro, por lo tanto las ideas simplistas y los estereotipos sobre la maternidad tienen que ser puestos en duda dado que no se corresponden con la realidad.

Las mujeres que describe Mónica fueron tan crueles y bestiales como los guardianes hombres e incluso más que ellos en algunos casos, así lo declara una mujer húngara en el juicio contra María Mandel. Las atrocidades que perpetraron, las torturas inhumanas que infligieron representan las más crueles perversiones. Lanzar perros contra mujeres, hombres o niños hasta causarles la muerte o matarlos  a patadas, latigazos o palos. Asesinar a recién nacidos, exterminar por hambre, frío o agotamiento a miles. ¿Eran también ellas víctimas de la cultura machista? ¿Eran irresponsables de sus actos? ¿Estaban los prisioneros varones en una posición de superioridad histórica y cultural sobre estas féminas? La autora concluye que “con ellas se demuestra que la maldad y el sadismo es cosa del género humano, sin distinción de sexos, algo que han puesto en duda las feministas más radicales”. Sin embargo, esta verdad elemental es hoy negada por un nuevo fanatismo esencialista que ha sustituido el principio biológico racial nazi por el sexual, construyendo así un pensamiento religioso que toma lo femenino como bien universal y como argumento para el desarrollo de campañas de represión, manipulación y manejo de las masas.

Hoy, la ortodoxia sexista plantea que dudar de la palabra de la mujer es una aberración y se lanza el calificativo de terrorista y defensor de la violencia machista a quien se atreva a decir que existen denuncias falsas favorecidas por la Ley de Violencia de Género, puesto que esta ley considera que la palabra de la mujer es suficiente prueba y tiene valor para limitar el principio de presunción de inocencia.
            
Pues bien, si algunas mujeres han podido torturar, atormentar y sacrificar en los campos de concentración nazis a cientos de miles de hombres, niños y niñas y a otras mujeres ¿por qué motivo no podrían también poner denuncias falsas?, ¿por qué no buscarían sus intereses aprovechando las ventajas de la ley?, ¿por qué no iban a permitirse los privilegios del odio?
            
Cuando las campañas mediáticas de “sensibilización”, es decir, de propaganda y manipulación mental están dirigiendo a las mujeres hacia un estado de miedo-odio hacia los varones y una nueva ideología basada en las luchas por poder, y a la vez se ponen en sus manos instrumentos que permiten prevalecer sobre sus pares del otro sexo con la ayuda del Estado, ¿por qué habrían de usarse tales privilegios sólo de forma legítima?
            
Muchas vivimos el hartazgo del mito sobre la superioridad moral femenina que nos presenta como buenas por naturaleza aunque no por virtud, pues presupone nuestra incapacidad para hacer el bien por elección o por mérito, o el mal por libre albedrío. Nos sentimos aliviadas al comprobar que el mal está a nuestro alcance de la misma manera que lo está la grandeza y la excelencia, podemos pues, forjarnos por propia iniciativa a favor de la vida y de la libertad o de la barbarie y la muerte, lo que nos pone en la tensión de elegir y construir con conciencia y voluntad nuestra biografía y nuestras obras.
            
La realidad es que nuestras ideas y elecciones nos constituyen, por lo que la conversión a un ideario depravado o a unos intereses corrompidos está presente numerosas veces a lo largo de la vida y ello trueca a sujetos corrientes en monstruos, tal y como demuestra Mónica G. Álvarez al estudiar a ese grupo de carceleras. La mayor parte de ellas eran mujeres normales que hacían una vida normal y que fueron voluntarias, es decir, eligieron sumarse a la causa del Reich e involucrarse en los proyectos represivos y genocidas del régimen, ya fuera por convicción, por ansia de poder, por dinero  o por dar rienda suelta a sus instintos de odio y violencia; en cualquier caso lo hicieron por motivaciones propias y no únicamente prestadas o inducidas desde fuera, tampoco por desequilibrios psíquicos ni mentales. No eran solo víctimas del sistema, sino co-autoras de las monstruosidades que de él se derivaron.
            
Lo cierto es que la mayor parte de las 250.000 mujeres que trabajaron como voluntarias para el régimen nazi, en general, tenían trabajo, eran enfermeras, matronas, cobradoras de tranvía, peluqueras, profesoras o funcionarias de correos entre otros oficios; no eran pues mujeres dependientes económicamente, sino “liberadas” según el patrón de un feminismo que ha hecho del dinero y del salariado el culmen de la libertad. No estaban obligadas por ningún hombre a hacer lo que hicieron ni eran consideradas como segundonas o simples ayudantes a las órdenes de los varones; el propio Himmler señalaba que los guardias debían ver y tratar a las guardianas como sus iguales y camaradas[1]. Todas las interpretaciones causalistas que quieran explicar por impulsos exógenos las acciones de estas féminas caerán en contradicciones flagrantes al estudiar los hechos de sus biografías.
            
Las responsables de la brutalidad y la crueldad que desarrollaron contra los prisioneros y prisioneras son ellas mismas y no otros, ellas mutilaron, martirizaron y asesinaron a miles, en muchos casos por placer sádico.
            
De Dorothea Binz que dirigió una escuela de guardianas en Ravensbruck se dice que entrenó a sus alumnas en los puntos más finos del “placer malévolo”, que ella había aprendido a su vez de María Mandel, la colaboradora de Mengele en Auschwitz. En efecto, el sadismo fue un componente esencial de la ideología de las SS y de los fascismos, tal y como denuncia con una fuerza y un realismo aterrador Pasolini en “Saló o los 120 días de Sodoma”, y ese componente formó parte de la acción de los varones tanto como de las mujeres.
            
Cuando se ha convertido en lugar común codificar el pene como un arma y la sexualidad masculina primigenia como violación, cuando se ha construido el término hetero-patriarcado para definir un estado de sometimiento y abuso que han hecho los hombres históricamente sobre las mujeres, los sucesos que ocurrieron realmente en los campos de concentración nazis no encajan en esa versión maniquea y perversa del sexismo feminista. Allí varios miles de féminas se convirtieron en torturadoras y, en muchos casos, también en violadoras de otras mujeres y hombres. Violadoras, sí.
            
La feminista Joanna Burke  en “Los violadores. Historia del estupro de 1860 a nuestros días”, fue la primera que se atrevió en nuestros días a usar ese término para catalogar las acciones de un núcleo de mujeres, cierto que mayoritariamente militares, que abusan de hombres o mujeres usando el sexo como instrumento de sometimiento y dominación sobre sus rehenes. Después lo ha hecho el Tribunal Internacional de la Haya condenando a Pauline Nyiramasuhuko, la ministra ruandesa de mujer y familia en 1994, por genocidio y también por instigar la violación de más de 500.000 mujeres tutsis; y, recientemente, a Yvonne Basedya, la jefa de una unidad de la milicia hutu, por haber participado directamente en las violaciones y muerte de un número indeterminado de mujeres y hombres. Hay pues, mujeres violadoras.
            
De esa categoría forman parte las desalmadas que retrata Mónica. De Ilse Koch, “La zorra de Buchenwald” se dice que “organizaba orgías lésbicas con las esposas de los oficiales” y con los subordinados de su marido, organizando juegos perversos de seducción sexual con los prisioneros a los que incitaba para luego imponer castigos corporales brutales de su propia mano u ordenándolos a los guardias. Ella, que no era guardiana, sino esposa de un comandante, si participaba de la violencia contra los prisioneros era por gusto. Aunque no pudo demostrarse, se la acusó de seleccionar para ser ejecutados a hombres cuya piel tatuada se usó para fabricar objetos de diverso tipo como lámparas; aún sin ser esto probado, fue condenada a cadena perpetua por sus numerosos actos de brutalidad.
            
Más depravada incluso que la Koch fue Irma Grese, su belleza angelical -parecía una Madonna- ocultaba un monstruo capaz de las mayores atrocidades. Tenía tan solo 22 años cuando fue ejecutada en 1945. Grese formó parte del equipo del doctor Mengele con el que colaboraba en la selección de las víctimas para experimentos médicos o para morir gaseadas. Su persona causaba terror en los prisioneros y prisioneras de Auschwitz pues siempre se movía acompañada de sus feroces perros adiestrados para matar, a los que lanzaba sistemáticamente contra hombres, mujeres o niños, que eran devorados en presencia del resto de prisioneros.

Aunque tuvo amantes varones Irma prefería a las mujeres para saciar una sexualidad perversa volcada en el poder y la violencia sobre el otro. Entre las prisioneras buscaba mujeres bellas y exuberantes a las que destrozaba los pechos con su látigo, luego dejaba que las heridas se infectasen para poder llevarlas a amputar las mamas, operación que ella presenciaba y que se realizaba sin anestesia. Griselda Pearl, médico de los prisioneros lo cuenta y dice, “entonces ella se excitaba sexualmente con el sufrimiento de la mujer”. Otras internas declararon que Irma Grese tenía aventuras bisexuales y buscaba relaciones lésbicas con algunas internas a las que luego mandaba al crematorio.

La conclusión obvia es que la violencia sexual no es patrimonio de los hombres, que no hay una innata tendencia genética a la agresión y que no es necesario ser heterosexual para pertenecer a ese minoritario pero selecto rango de los y las violadores, y que son determinadas ideologías las que animan estas depravaciones, ideologías del odio que, es cierto, han sido patrimonio principalmente de los ejércitos y de las guerras y, por eso, en el pasado, mayoritariamente de los hombres, no por el hecho de ser hombres, sino por ser soldados. Sin embargo, siempre ha habido un núcleo de mujeres que se han implicado en esos lodazales, un número que será creciente en nuestros días por la mayor incorporación femenina a esas funciones tradicionalmente masculinas. Esto que parece obvio, no lo es para el grupo de los fanáticos de las nuevas religiones políticas que definen las categorías del bien y el mal asociadas a los rasgos sexuales o raciales o a la orientación erótica de las personas según el caso, culpando al hombre blanco heterosexual y exculpando, de paso a las estructuras del poder del Estado.

Con argumentos pueriles y mucha vehemencia han definido que el mal se encuentra contenido en el grupo de los hombres  blancos y heterosexuales, y que las mujeres, los no heterosexuales y los grupos raciales no blancos son siempre víctimas y portadores del bien social e histórico[2]. Su racismo, sexismo y esencialismo extremista ha generado una nueva fe religiosa, ciega y alucinada, que valora a las personas no por sus actos, por su obrar en el mundo, sino por raza, su sexo o su orientación erótica.

Al igual que las carceleras de Reich, convencidas de su superioridad por pertenecer a la raza aria, estos nuevos segregacionistas terminarán por constituirse en un nuevo linaje de superhombres (un concepto ultramachista  nietzscheano que adoran muchos feministas), una nueva aristocracia que gobierne implacable sobre las castas inferiores de hombres y mujeres-macho (todas las díscolas con la nueva fe) blancos y eróticamente inclinados al sexo contrario, por fin la realización de la profecía de Valerie Solanas en el manifiesto SCUM podrá cumplirse.

Los principales focos de la violación son las guerras, las estructuras del poder jerárquico e ilegítimo (lo son hoy principalmente la empresa capitalista y todas las instituciones estatales), los grupos de delincuentes y marginales (tanto más abundantes cuanto más destruida esté la sociedad popular y horizontal) y el ascenso en la sociedad de ideologías del odio, del apetito de poder y del victimismo agresivo. El hecho de ser varón o mujer, heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual, transexual, blanco o de otra raza son únicamente particularidades, formas de manifestarse esas infamias,  y son histórica y espacio-temporalmente  cambiantes.

El uso y abuso de los seres humanos con motivos sexuales o de puro sadismo y voluntad de poder es una lacra de las sociedades despóticas. Así, imitando a “la Binz” y a la “bestia de Auschwitz”, después de terminar la guerra, en 1955, escribió Simone de Beauvoir Faut-il brûler Sade?”, un panegírico del llamado divino marqués (tal vez por su condición de ateo que se investía con los atributos de dios) que demuestra la debilidad de la madre del feminismo moderno por el gran misógino y asesino de mujeres. Sólo por corrección política y por la necesidad de mantener su reputación de luchadora contra el nazismo (falsa toda ella) no pudo la francesa hacer el elogio de las atrocidades de Irma Grese, la cual puso en obra las fantasías del aristócrata de conquistar la completa “libertad” destruyendo a otros seres humanos.

En nuestros días el ascenso de una casta de mujeres poderosas y de otras colaboradoras del poder en sus ejércitos, policías e instituciones jerárquicas hará que crezcan las maltratadoras, agresoras y violadoras; las mujeres y los hombres sin poder seremos víctimas bajo la bota de ellos y ellas, cada vez más omnipotentes. Las nuevas Irma Greses elegirán sus víctimas; las eligen hoy en muchas empresas, en el ejército y en las jerarquías estatales, entre sus subordinadas y subordinados.

No podemos conocer los datos de las violaciones en las empresas capitalistas, no tenemos detalles de los estupros, abusos y acosos realizados por hombres contra mujeres, por hombres contra hombres, por mujeres sobre mujeres y sobre hombres, no las conocemos porque la mayor parte de ellas no se denuncian y las que son denunciadas no se registran asociadas al ámbito en el que se producen, y, por lo tanto, sus particularidades permanecen anónimas.

En la medida que sigan aumentando las actuales operaciones de enfrentar y aislar a las mujeres y los hombres, destruyendo todos los lazos horizontales y naturales que nos han unido, las formas de la esclavitud, que incluye la esclavitud laboral y la esclavitud sexual, se harán más y más presentes en la sociedad; convertidos en ganado humano seremos usados por las castas dominantes de mujeres y hombres poderosos.
           




[1] El libro Las mujeres de los nazis, de la historiadora austríaca Anna Maria Sigmund, ha sido publicado el pasado noviembre en Austria, donde se vendieron 25.000 ejemplares el primer mes. Según la autora, las mujeres del séquito de Hitler no respondían al ideal de mujer propagado por la doctrina nazi: no eran amas de casa, ni se esforzaban por procrear en abundancia (a excepción de Magda Goebbels, que tuvo seis hijos). En la misma dirección se encuentra el artículo de Sergi Vich Sáez "El tercer Reich en femenino" publicado en "Historia y Vida" nº 539, febrero, 2013.
[2]  Es deplorable leer cosas como un manifiesto en el 8 de marzo que asevera que “Una dona que estima i folla amb altres dones es converteix automàticament en una revolucionària.” (leer completo). Semejantes operaciones permiten que todo aquello que hagan las lesbianas se convierta, automáticamente en el bien. Para el próximo año les sugiero que hagan un homenaje a Irma Grese.

12 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Perfecto,no se podría decir mejor,el mal no es cuestión de condiciones,sino condicionante para ciertas cuestiones,uno puede ser homosexual y maltratador,heterosexual y maltratador y bisexual y maltratador...

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  3. Claro Prado. Muy bien, hay que desmontar el mito de la bondad de género que el feminismo pretende imponer, como no, por decreto.

    Pero este comentario lo puedes escribir tu que eres mujer, pero a cualquier hombre le estaría vetado, solo por su condición masculina.

    Lo mismo cabe decir del libro en si, si fuera escrito por un hombre, en España lo procesarían por violencia de género.

    Y es que a veces la búsqueda de la verdad está vedada de mucho modos.

    Lo ocurrido en Ponferrada el 8 de marzo es culpa de las feministas y " progresistas" de esa ciudad. En su momento dieron la espalda a la víctima, Nevenka. Porque en su cabecita no cabía que se pudiera ser mujer y de derechas. Y como la abandonaron, la muchacha tuvo que abandonar Ponferrada en donde quedó dueño de la plaza el violador.

    Un abrazo

    Eusebio

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  4. Las mujeres no se libran del patriarcado, eso no las exime, pero el patriarcado existe y no admite más que opresión.

    No se duda de que pueda haber mujeres que hagan denuncias falsas. No se duda de que pueda haber mujeres que cometan violencia contra hombres. No se duda de que haya mujeres "perversas"… El sistema patriarcal establece criterios de opresiones con valores diferentes y también pueden haber mujeres que hagan suyos esos valores, pero principalmente, han sido los hombres quienes han asumido sus roles, de la misma manera que las mujeres los suyos, e incluso, tanto las unas como los otros, reclamándoselos cuando el otro o la otra no los asumía.

    La mujer ni es santa, ni es puta, aunque esto último sería mucho menos preocupante, pues casi siempre se la ha propuesto para santa. No se trata de ver quién ha "pecado" más, sino qué nos depara este sistema, cómo nos concibe, qué espera de nosotras… y dinamitarlo.

    Cuando se señala, que no culpa, al hombre blanco heterosexual, se señala un sistema hegemónico, y esto no significa que todos los hombres blancos heterosexuales sean "culpables", sino que las actitudes de estos, suelen ser las hegemónicas, que son las que promueven los estados.

    Es de estúpidxs o de fanatismo religioso pensar que no pueden existir negrxs racistas o mujeres machistas. Por tanto, toda esa teoría que se expone, cae por su propio peso, por su propia mentira.

    Asegurar que los grupos de delincuentes y marginales son uno de los principales focos de la violación, es una burrada elitista y burguesa que se siente amenazada por la marginalidad y la delincuencia que genera el propio Estado y que ofrece, a su vez, a sus fuerzas policiales para combatirlos y tranquilizarnos.

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  5. Gracias por aportar tu lucidez una vez más, Prado.

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  6. Enormemente esclarecedor. Por cierto, la mayor parte de los comentarios vertidos en en citado artículo "Lesbiana como opción política" le enmiendan la plana al mismo, señal de que buena parte de la gente está empezando a entender la jugada de ingeniería social por la que los poderhabientes manipulan a sus lacayos por medio de las periclitadas ideologías de lucha parcial contra el sistema, y por tanto reformistas. Parece mentira que algunos/as creyentes en esas religiones laicas no sean capaces de ver el sutil engaño con el que nos las traen de vuelta.

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  7. Enhorabuena, Prado. Muy interesante, profundo y clarificador artículo.

    Un gran abrazo agradecido. Pilar Baselga

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  8. Yo no he leido el libro, lo que si sé y los se porque está muy bien investigado y documentado es que estas guardianas que se mencionan indudablemente pudieron haber sido malas personas a título individual, pero que no mataron a inmensas masas de niños ni cosas por el estilo.

    La operación de propaganda psicológica que se planificó antes de la entrega pactada del campo de Buchenwald está más que demostrada:

    http://codoh.com/library/document/1529

    Ningún historiador serio escribe libros basándose en "testimonios" de testigos interesados, eso de nuevo es propaganda.
    La verdadera crueldad, aparte de la que supone tildar de asesinos (y luego juzgarlos y ahorcarlos) a personas que no habían asesinado a nadie, como l@s funcionari@s de Buchenwald, estriba más bien en las fotos que ilustran el artículo y me explico. En Alemania había una epidemia generalizada de tifus desde agosto de 1944 y debido a la ruptura de las comunicaciones, especialmente de los ferrocarriles y de los centros de producción de suministros de alimentos y medicinas, la pandemia fue enorme en los campos de reclusión/trabajo. La genialidad de los equipos de guerra sicológica aliados consistió en mostrar exclusivamente a la opinión pública fotografías y rodajes de los presos afectados por el tifus en sus diversas fases y el apilamiento de cadáveres de enfermos terminales de tifus como si hubieran sido asesinados, gaseados y torturados. Cualquiera que haya visto las imágenes del cofundador de apple Steve Jobs durante su enfermedad terminal http://www.newsofdelhi.com/wp-content/uploads/2011/08/Steve-Jobs-real-pic.png reconocerá las mismas características de los reclusos de Buchenwald que se nos muestran obsesivamente desde los medios de comunicación como la encarnación del mal. Los reclusos perfectamente sanos no afectados por el tifus no suelen difundirse en los medios ni por casualidad. Bueno, como decía, la crueldad con la que se trató a estas funcionarias (llamar zorra de Buchenwal a la que después colgaría de la soga en una horca es todo un insulto vejatorio en toda regla, 70 años después)reside en que los cadáveres que aparecen en las fotos, fueron tomados al poco de la entrega (pactada) del campo de una manera zafia y repulsiva. Los aliados preguntaron a los responsables del campo donde se enterraba a los numerosos fallecidos causados por la pandemia de la que las tropas aliadas por cierto eran máximos responsables por su campaña de bombardeo sistemático durante meses de centros de abastecimiento y comunicaciones y obligaron a estas mujeres y a los doctores a desenterrarlos (sin guantes como castigo, luego la mayoría acabaron con tifus) para poder exhibir estas fotografías como trofeos del "terror nazi". Y de la bondad de los aliados, que con estas fotos taparon brillantemente todas sus brutalidades.

    Es tradicional tapar nuestras malas acciones con las de los demás, incluso inventándonos estas últimas como en el caso de estas "zorras". La maldad existe en el genero humano, ya sea de hombres como de mujeres, y está al alcance de todos, en todo momento. No son "los otros".

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  9. Esperoque los publiquen ya que esnecesario que se conozca con qué bueyes aramos

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  10. Prado, estuve en la presentación de tu libro en Madrid, y muestras buenos puntos, pero en esto te equivocas totalmente, rectifica que vas a arruinar tu reputación.

    No se puede ir de anti-sistema y tragarse la propaganda de los vencedores.

    No puedes ser tan ingenua para creer los cuentos de las guardianas nazis come-niños.

    Si quieres estudiar la historia, estudia la 1ºGM, si, la PRIMERA, porque no hay emociones ni propaganda de hollywood ahí verás las mentiras que lanzaron sobre como los alemanes cortaban manos a los niños belgas, los ensartaban en sus cascos, etc...

    En Iraq igual, Sadam cortaba la electricidad de los hospitales para matar niños... y la "joven enfermera" que lo contó resultó ser la hija del embajador...

    Prado, seriamente, todos los grupos ideológicos conocen las maldades de Israel, el poder judío en la banca, el dinero, la prensa, Hollywood...

    ¿Tienes miedo a que no te echen del gueto por decir la verdad?

    Creia que titulabas tus charlas con "pasión por la verdad.

    Pues la verdad empieza por la letra J.... y es políticamente incorrecta.

    A ver si das el salto, que toda la izquierda lo ha hecho, yo he debatido el holocuento con Abertzales sin ningún problema.

    Y no llenan librerías con "búsqueda de la verdad"...

    Reflexiona Prado, cogete una semana para pensar... ¿Que propagandas del sistema he repetido?

    Y también ¿tanto odio el castellano que lo limito usando "nazi" como malo? ¿en serio no hay mas profunidad linguistica o política? ¿Has investigado los documentos, comentarios, vidas de la gente que estuvo allí o los visitó?

    ¿revolución integral? ¿verdad?

    ¿Que revolución va a haber si estais soldados, enganchados con hormigón solificado a la versión oficial de la historia?

    ¿revolución? ¿que crees que pasó en 1933? ¿Eso no fue una revolución? ¿cambio? ¿cuando se cambiaron todas las universidades, altos cargos y la dirección que llevaba la sociedad?

    Investiga Prado, y liberato del lastre del gueto, la verdad, caiga quien caiga.

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  11. hola despues de tanto tiempo, es interesante revisar la historia, todo un ejercicio de desprogramacion y desmitificacion.
    para este caso: derzeeman
    pero sigue observando, pensando y escribiendo, habra coloquio, habra libertad de expresion.
    animo y al toro!!!!

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