EL PARADIGMA (I)
La necesidad de señalar las políticas
de género supuestamente favorables a las mujeres como proyectos feminicidas no
debería hacernos olvidar una verdad esencial y primaria, que las mujeres y los
hombres del pueblo somos afectados igualmente por estas operaciones, que ambos
sexos estamos concernidos por la ingeniería social del Estado y que los varones
están siendo devastados, en tanto que varones, con igual o mayor saña que lo
estamos siendo las mujeres.
No pensar las mujeres en los problemas
que la masculinidad arrastra en nuestros días no es solamente una injusticia
manifiesta sino una estupidez puesto que, al menos a las que gustamos del sexo
heterosexual, nos afecta gravemente. Además, esta falta de empatía e interés por
el otro sexo nos hace peores, nos degrada como mujeres y como personas y
favorece el movimiento contrario en los hombres, el no pensar ellos en los
problemas de las mujeres y, por lo tanto, imposibilita no solo cualquier
transformación de las amargas aflicciones que aquejan a la práctica
heterosexual en el presente sino cualquier transformación social en general.
La construcción de dos mundos
separados, divididos por la condición sexual es el proyecto que albergan los
poderosos del planeta expresado con claridad en la Conferencia de Beijing en
cuya resolución aparecen féminas y varones como
dos especies sin ninguna conexión entre ellas. A partir de ese
imperceptible cambio de paradigma la devastación de las relaciones
intersexuales se ha consumado llegando a un punto de casi no retorno.
The Lancet, la más prestigiosa revista
médica del mundo, ha definido que la disfunción sexual masculina será la
verdadera epidemia del siglo XXI, hecho que no puede ser tomado a la ligera
pues su significado es descomunal en cuanto a sus consecuencias pues pone en
peligro la sociedad humana en sus fundamentos civilizados que han pivotado en
torno a los vínculos que devienen del sexo
(ayuntamiento carnal mujer-varón, crianza, parentesco y cercanía convivencial horizontal
fundada en la reproducción del paradigma de la familia) e incluso la
supervivencia de la especie cuyo declive reproductivo es observable a escala
planetaria para cualquiera que se fije en los fríos datos de la fertilidad por
mujer y no en los dogmas aprendidos en la vulgata sexista.
Me interesó por eso el libro de Franco
La Cecla, “Machos, sin ánimo de ofender”.
Más allá de defender al hombre por conciencia moral y por justicia, sentía yo ahora
la necesidad de liberar al macho, al mismo tiempo que a la hembra, como
proyecto de recuperación de los fundamentos de la sociedad humana y la espiritualidad
verdadera.
La sociedad de las extravagancias y
las excentricidades ya no admite la existencia de mujeres y hombres en tanto
que hembras y machos, decreta la estricta igualdad (no la política sino la
biológica) e impone la androginia general. Pero lo elemental es que no somos
sexualmente iguales, las mujeres podemos menstruar, gestar y parir y los
hombres no, los hombres pueden preñar y las mujeres no, ese es el sustrato de
nuestra vida corporal-sexual plenamente humana.
La masculinidad es hoy perseguida, la
ley castiga con especial virulencia al varón por el hecho de serlo, se asocia
todo lo masculino al mal, a la degradación y la brutalidad, se confunde todo
impulso macho con el machismo o la misoginia y, en lugar de verlo como una
condición natural se tiene por una anomalía, todo ello ha creado un estado de
inseguridad y miedo en los varones que se ha hecho patológico y destructivo.
La virilidad está en peligro, la
erección natural comienza a ser un milagro (como lo es ya el parto normal o la
menstruación sin adjetivos) las funciones biológicas primarias fallan y falla
con ello el fundamento de los vínculos primarios o pre-políticos.
La exaltación de lo macho, con la
misma natural simpatía que el ensalzamiento de lo hembra es un necesidad perentoria, esa parte salvaje
y primigenia de la humanidad debe volver a mostrarse franca y espontáneamente
porque su pérdida es la forma concreta como se pierde nuestra humanidad y se
destruye la persona.
El libro de La Cecla no es demasiado
profundo ni correcto en todos sus planteamientos, pero tiene la virtud de abrir
un debate necesario y aportar algunos elementos de reflexión, nos recuerda que
ser hombres y mujeres es la forma de ser humanos, que las superestructuras
políticas no deberían aplastar los fundamentos naturales de nuestro ser, que la
virilidad, como la feminidad es una construcción personal que se produce en la conexión
con nuestro cuerpo por un lado y en la vida horizontal afectiva por otro y que,
por lo tanto, tenemos que recuperar la posibilidad de auto-conocimiento y
conexión interior y las estructuras de convivencia si queremos recobrar el
espacio de nuestra auto-construcción como personas.
La sexualidad macho ha de dejar de ser
perseguida como una perversión, la fuerza y la energía erótica viril nada tiene
que ver con el repugnante machismo que se cocinó en los cuarteles (también, por
cierto en las minas y en las fábricas) donde el Estado y el capitalismo confinaron
a los hombres sometiéndoles a condiciones de existencia tan brutales y
degradadas que los incapacitaba para el amor y la convivencia. El odio a las
mujeres se inducía desde arriba para hacer tolerable la vida en soledad y para
promocionar el sexo mercantil como única salida a la energía libidinal.
La condición masculina, como la
condición femenina son las formas concretas de la condición humana, su desmoronamiento
es el ingrediente principal de la constitución de la nueva criatura del
sistema, un infra-ser destinado al trabajo y al consumo, a la perfecta obediencia
y sumisión.
Imagen de Félix Esteves
Imagen de Félix Esteves
impactante lo que dices y poco oído, por no decir nada oído.
ResponderEliminarpropongo un título para un nuevo post o incluso libro: "Mamá Estado o el preludio a un mundo feliz"...
ResponderEliminarBuenos días. Lo primero de todo felicitarte por tu estupendo blog, es difícil encontrar en los tiempos que corren mujeres que se posicionan abiertamente en contra del feminismo.
ResponderEliminarDicho ésto, hay algo en el artículo con lo que discrepo:
Sinceramente no creo que la masculinidad esté perseguida, creo que es celebrada con júbilo siempre y cuando se dirija a favorecer los intereses feministas.
Para el feminazismo el asunto de la hombría es crucial: buscan en los hombres a sus machos protectores.
El hombre feminista es un caballero de brillante armadura, muy masculino, siempre dispuesto a defender a la indefensa (e inferior) damisela en apuros.
El hombre feminista les dice a las mujeres que son pobres víctimas del malvado machismo, echa pestes de los hombres para quitar de en medio a la competencia.
El feminazismo es una parte del elogio al juego sucio que es venerado en esta época tan postmoderna, chupiguay y maravillosa.
No entiendo, en otros artículos criticas el esencialismo y ahora hablas del impulso macho y de casposidades esencialistas varias.
ResponderEliminarYa me podrás explicar qué quiere decir "masculinidad" y "feminidad" porque yo, nacida mujer, aun no lo sé, y las cosas que puedo identificar como femeninas no salen de mi, sino de una sociedad que espera esto de mi: que sea delicada, limpia, depilada, obediente, cuidadosa, amorosa, servicial. ¿Es esto la feminidad? ¿Sólo las personas nacidas con coño hemos de tener estos atributos? Para mi esto es una patraña y lucho por un mundo en el que no importe los genitales que tengamos para que podamos desarrollar todos aquellos atributos que nos sean útiles para la vida, para que nadie tenga que ser sumiso ni dominante, todas nos sepamos valer por nosotras mismas, sepamos ser fuertes y atrevidas, dar fuerte con el puño en la mesa y alzar la voz cuando haga falta, aunque no nos hayan enseñado. Y que no dependa de una relación de amor el que seamos capaces de tirar en la vida.
En otros escritos hablas a veces de que las mujeres no nos tendríamos que quejar porque nuestro trabajo al menos era en casa y con los seres que queremos. Espero que dediques algo de tiempo a hablar con la generación de nuestras abuelas (la mía tiene 80 años, más todas sus amigas y hermanas) asqueadas de sus maridos, de tener que ser unas mandadas en casa, y sin opción nunca de poder escoger otra vida porque no han ganado un duro por ellas mismas en su vida. El trabajo asalariado es una mierda y una lacra con la que terminar, pero en el mundo que vivimos tener ingresos económicos es básico para poder desarrollar la vida que se quiera.