“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Hacia una declaración de los deberes de la mujer


  


Hacia una declaración
de los deberes de la mujer

“Estar en pie es propio del que lucha”
Beato de Liébana, “comentario al Apocalipsis”

Creo que ha llegado el momento de aclarar lo más obvio y tal vez por ello lo más difícil de entender, la emancipación no es un derecho, nada tiene que ver con los derechos ni con el bienestar, la emancipación es la primera obligación humana, la más imperiosa y la menos utilitaria. No pueden confundirse el interés, la prosperidad, la satisfacción y la conveniencia con la emancipación, de hecho, bregar por ella nos proporciona más sinsabores, asperezas, dolor y desventuras que fruiciones.
Cuando las sociedades de la modernidad tardía se desplomaron en el hedonismo más mezquino y el egoísmo más ruin como paradigmas de la vida buena todo proyecto emancipador fue cortado de raíz, solo hay revolución positiva y emancipadora cuando sus hacedores se entregan a la tarea de forjarla con el objetivo de hacer ascender el bien por su valor intrínseco y no para conquistar dones para sí, pues el egoísmo redunda siempre en la mejora y ampliación del sistema vigente que es el del interés particular  y la codicia.
El ideal de revolución integral e integradora no excluye, claro está, las necesidades básicas humanas que tienen que ser cubiertas, ni la celebración de la vida con su parte de alegría y de dolor, de placer y de amarguras, pero sí dejan fuera la noción de “derechos” como dádivas del poder destinadas a ampliar su jurisdicción sobre el sujeto.
Tal vez seamos las mujeres uno de los sectores más tocados por la enfermedad de los derechos y los privilegios corporativos, tan profundamente ha penetrado esa ponzoña en nuestro sexo que “mujer” y “derechos de la mujer” se han constituido como sinónimos. La mujer se define por ser depositaria de un conjunto de derechos. Cualquier mente despierta se percatará de que entre ellos no se encuentra el de construir y dirigir la propia vida que nunca como ahora ha sido tan gobernada desde fuera, tan tutelada con el argumento de que hemos de ser protegidas por nuestra especial debilidad, una  mirada que nos ha devuelto a la  categoría de “sexo débil”.

Quien ponga un poco de atención verá también que los privilegios de que gozamos poco tienen que ver con la facilidad para realizar nuestras necesidades auto-elegidas sino que son concesiones que favorecen ciertas prácticas, como la salarización general, la formación académica, la vida “independiente” y solitaria o la satisfacción de las necesidades en el mercado y obstaculizan otras como la construcción del propio pensamiento, la vida comunitaria, la maternidad y la crianza de los hijos, la posibilidad de vida familiar etc.etc.
Los derechos y privilegios lo son únicamente en función de las metas del sistema y excluyen los fines elegidos libremente por los sujetos, además sabemos que quien se sumerge en ese ambiente de recibir las gracias y favores la autoridad se achica y se degrada porque renuncia a la propia iniciativa, deja de desarrollar sus facultades y su talento, mata su creatividad y se convierte en un ser infantilizado que lo espera todo de arriba y se amarra a la propia impotencia ante la vida.
Por eso creo que ha llegado el momento de comenzar a pergeñar una declaración de los deberes de la mujer como compendio de reglas que nos acerquen a la emancipación. Lo haré de una forma sintética para que cada una podamos pensarlos y pensarnos en un proceso de auto-construcción por las obligaciones y compromisos libremente elegidos.


·         1) Ocuparse de lo universal, lo significativo, lo trascendental y lo histórico por encima de lo particular, lo insustancial, lo personal y lo inmediato. Pensar y actuar esencialmente en función de grandes metas y procesos históricos, con mirada estratégica y perspectiva de futuro.
·       2) Luchar por los grandes ideales de verdad, belleza, convivencia, amor, justicia, equidad, libertad, buen lenguaje, ascenso de lo espiritual, reconstrucción de lo humano y reintegración de la vida psíquica, corporal e intelectiva.        
·      3) Conseguir las virtudes necesarias para ese combate por metas nobles y magnánimas y forjarse como sujetos de excelencia con capacidad para aportar al mundo obras y juicios de valor. Para ello es preciso desplegar las competencias intelectivas tanto como las morales y las afectivas; cultivar la inteligencia, la capacidad de juicio, la voluntad, la fortaleza, la valentía, la facultad de aceptar el dolor, la autocontención, la disciplina, la aptitud para auto-evaluarse, el desinterés, el colectivismo, la simpatía, la entrega por amor, la generosidad, la concordia, la austeridad, la energía para actuar y responsabilizarse a la par que la auto-limitación, la moderación y la economía del espacio que se ocupa, el discernimiento sobre el deber de hablar en unos casos y el de callar en otros, afirmando la superioridad del hacer frente al decir y la excelencia en obras, en suma, construirnos para ser modelos de conducta aunque nunca se llegue al arquetipo del ideal.
·    4) Renunciar a todo privilegio, derecho o protección que venga de las instituciones y también el que venga de los iguales y no tenga un origen objetivo o natural. Fundar la vida en el principio de que dar es superior a recibir y de que cada una debe aportar al mundo hasta el límite de sus capacidades. Repudiar el poder ilegítimo, tanto el que sea ejercido sobre nosotras como el que podamos ejercer injustamente sobre otros.
·      5) Combatir la injusticia y especialmente aquella de la que nos beneficia, resistir a los sexismos y a todas las formas de enfrentamiento entre iguales.
·     6) Aportar a la regeneración de la sociedad a través de la vida conciliando todas las dimensiones de la existencia humana y rehaciendo la trama social a través de los vínculos primarios y naturales adaptados a las condiciones de nuestra época.
·       7) Recuperar en nosotras mismas y en toda la sociedad la potestad de vivir dentro de la realidad, comprendiendo la naturaleza verdadera del mundo y participando en su construcción, renunciando a los narcóticos químicos, psíquicos o espirituales que impiden comprender y nos libran del dolor de la vida.
·         8) Reconstruir la feminidad, una feminidad poliédrica, multidimensional, integral, plena y práctica. Celebrar y realizar las formas propias de ser, estar y hacer de las mujeres y, por ello mismo, exaltar la virilidad auto-construida y las formas de ser, estar y hacer de los hombres. Sentirse concernidas por los problemas de los varones como si fueran propios y tejer nuevos instrumentos de comunicación entre los sexos.
Es evidente que si redactáramos una carta de los deberes de las personas que incluyera a las mujeres y los hombres no sería muy diferente de lo aquí expuesto en su acepción más general, sin embargo he querido señalar y enfatizar la necesidad de que nos auto-construyamos como sujetos de calidad y de excelencia y también como mujeres, sin renunciar a la feminidad  y aportando nuestra idiosincrasia a la regeneración de lo humano.
La aspiración a la excelencia y la ejemplaridad personal son ya, por sí, ingredientes de la emancipación, quien se sitúa a sí misma en esa tesitura de esfuerzo y lucha por el bien conquista un grado de libertad interior que quebranta al sistema. Solo el combate es liberador, los derechos, los regalos y las gracias son siempre instrumentos de opresión.



2 comentarios:

  1. Hola, Padro he encontrado esto en Internet, ¿Qué opinas?

    [Opinión] La heterosexualidad nos mata
    http://djovenes.org/archivo/?p=9362

    [Opinión] ¡No insistan! Ser hombre es incompatible con ser Feminista
    http://djovenes.org/archivo/?p=9392

    ResponderEliminar
  2. El primero de los enlaces, sin duda ninguna, es de lo mejor que se ha dicho a lo largo de la historia del ser humano. Por fin alguien se ha dado cuenta de que la naturaleza se ha equivocado y lo mejor para la reproducción de la especie es el apareamiento entre sujetos del mismo sexo. Esperemos que la autora de ese gran descubrimiento, esa profunda pensadora que es nuestra compañera Nadia, reciba algún reconocimiento; aunque es poco probable que esta sociedad machista hetropatriarcal y misógina le reconozca a la autora su profundidad de pensamiento. Seguro que si fuera hombre le darían un Premio Nóbel como a Obama o en su defecto el Premio Darwin

    ResponderEliminar