PODER Y GÉNERO
Esteban
Vidal
En la actualidad la cuestión de
género ha sido polemizada con una clara intencionalidad política que tiene su
origen en las instituciones del Estado y del gran capitalismo. Lo definitorio
del debate que se ha generado en torno a esta cuestión es, en líneas generales,
haberle atribuido al hombre el patrimonio exclusivo del poder, del
autoritarismo en todas sus formas y de la violencia organizada, especialmente
contra las mujeres. La historia de la humanidad demuestra algo muy distinto: el
poder es patrimonio tanto de hombres como de mujeres, al igual que la violencia
que se utiliza para ejercerlo.
Este discurso ha servido tanto para
victimizar a la mujer como para atribuirle una superioridad moral en relación
al hombre. En torno a esto se ha afirmado en no pocas ocasiones que un mundo
gobernado por mujeres sería mucho mejor, pacífico, justo y feliz. Pero la
historia es bastante terca y apunta en una dirección muy distinta. A diferencia
de lo que muchas veces se ha creído la guerra, como acto de máxima violencia
concebible, no ha sido hecha y organizada exclusivamente por hombres sino que
por el contrario, en no pocas ocasiones, han sido también las mujeres las que
la han hecho.
Cleopatra, reina de Egipto, es un
ejemplo de mujer que no dudó en aliarse con Marco Antonio para hacerle la
guerra a la Roma de Octavio Augusto, conflicto sangriento en el que Alejandría
fue pasto de las llamas. Pero mucho más ejemplar es el caso de María I de
Inglaterra, o más conocida como Bloody Mary, perteneciente a la dinastía Tudor
y que reinó durante la segunda mitad del s. XVI. Ganó el apodo de sanguinaria
con creces al perseguir a aquellos súbditos que no profesaban su misma fe
católica, a los que condenaba a la hoguera sin ninguna contemplación. La misma
práctica aplicó a sus opositores políticos como ocurrió con Lady Jane que
rivalizó con ella por el trono. Se caracterizó por ser una reina
particularmente represiva. A esto se suma su política imperialista con la
colonización de Irlanda además de aliarse con la España de Felipe II, su
marido.
Isabel I de Inglaterra, hermana y
sucesora de María I, tampoco dudó en aplicar la más severa violencia contra
opositores como María I de Escocia[1]
a la que encarceló y posteriormente ejecutó. También organizó guerras como
aquella que devolvió a Inglaterra su presencia en el norte de Francia, a lo que
le siguieron diferentes expediciones militares contra los Países Bajos, la
represión en Irlanda, su apoyo a las actividades piratas de Francis Drake
frente a los puertos españoles, y la famosa derrota asestada a la Armada
Invencible de Felipe II. Todos estos conflictos segaron la vida de miles de
personas y fueron fruto de las decisiones tomadas por una mujer que ocupaba el
cargo de jefa del Estado inglés en aquel momento.
Ana I de Gran Bretaña involucró al
país en una nefasta guerra como fue la de la sucesión española que se cobró
muchas vidas en la Península Ibérica. Pero al otro lado del canal de la Mancha,
en Francia, la ley sálica no impidió la existencia de mujeres influyentes y
sanguinarias como María de Médici, madre del rey Luis XIII, que ejerció la
regencia hasta que su hijo tuvo que echarla por acaparar el poder. Amante de
las intrigas palaciegas no dudó en levantar ejércitos para contender contra su
propio hijo y regresar a la corte en París.
Pero sin ir demasiado lejos tenemos
en España el ejemplo de Isabel II, famosa no sólo por su corrupción sino
también por su despotismo y el carácter represivo de su reinado en un período
verdaderamente convulso en la historia de la Península. A esto hay que sumarle
la política imperialista llevada en el continente africano con diversas
anexiones y guerras. Pero otro tanto cabe decir de la regente María Cristina de
Habsburgo, madre de Alfonso XIII, que ejerció la regencia durante un período de
especial conflictividad social en el que la represión se cebó con el pueblo
llano, o igualmente las guerras de Cuba y Filipinas.
Otros ejemplos más recientes son los
de Margaret Thatcher quien ejerció la presidencia del gobierno británico y que
declaró una guerra a Argentina por el contencioso de las Malvinas, sin olvidar
la enorme represión que ejerció contra el movimiento obrero en su país. María
Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabel Perón, ocupó la jefatura
del Estado argentino después de la muerte de su esposo, Juan Domingo Perón,
tras lo que comenzó a desarrollar una política de terrorismo de Estado contra
la oposición al régimen que, más tarde, sería agravada por la dictadura
militar.[2]
O la presidenta, y también ministra de defensa, de Chile Michelle Bachelet
quien ha desarrollado una fortísima represión, incluso utilizando al ejército,
contra el pueblo mapuche para arrebatarle sus tierras y destruirlo como grupo
diferenciado. Pero tampoco hay que olvidar a Hillary Clinton, esposa del
ex-presidente Bill Clinton y antigua secretaria del departamento de Estado
desde el que ha organizado la política exterior imperialista de los EEUU así
como sus campañas de agresión militar. Antes de Hillary Clinton fue Condoleezza
Rice, una halcón de la administración Bush, que además de ser una gran
militarista es responsable de innumerables muertes, torturas y crímenes
horrendos provocados por las guerras imperialistas desatadas en Oriente
Próximo. Madeleine Albright no se queda atrás, pues siendo secretaria de Estado
desató los ataques aéreos de la OTAN
contra Yugoslavia a finales de los 90. Y Dilma Rousseff, presidenta de Brasil,
cuyo gobierno reprime en la actualidad a los movimientos indígenas y a la
contestación social en su país.
Son incontables los ejemplos de
mujeres que han detentado el poder político a la cabeza de los Estados y desde
los que han desencadenado la violencia organizada contra su propia población o
la de otros países, una violencia que se ha proyectado tanto sobre hombres como
sobre mujeres. Asimismo, no son pocos los casos de mujeres que se disfrazaban
de hombre para ir a la guerra y donde mataban tanto a hombres como a mujeres.
Este podría ser el ejemplo de Catalina de Erauso (1592-1642), más conocida como
la monja alférez, notable por sus andanzas en las colonias españolas en América
combatiendo a los indígenas y extendiendo el imperialismo.[3]
Otros casos, aunque menos
renombrados, son, por ejemplo, el de Christine de Meyrac conocida como la
heroína mosquetera que participó en la guerra con los Países Bajos disfrazada
de hombre. Pero igualmente nos encontramos con el caso de Geneviève Prémoy que
al parecer fue contemporánea de Christine de Meyrac y que al igual que ella
combatió disfrazada de hombre en el ejército francés. En los Países Bajos
ocurrió otro tanto con Maria van Antwerpen que además de disfrazarse de hombre
para participar en la guerra desató un escándalo al descubrirse que se había
casado con dos mujeres. Pero incluso al otro lado del Atlántico, en América,
durante la guerra de independencia de los EEUU, fue famoso el caso de Deborah
Sampson quien sirvió en el ejército continental como Robert Shurtleff.[4]
Otra americana, pero que se disfrazó de marinero en la guerra de 1812, fue
Louisa Baker cuya biografía ganó cierta popularidad hasta el punto de ser
reimpresa 19 veces.[5]
Incluso Nadezhda Durova se disfrazó de soldado para combatir a los ejércitos
napoleónicos y publicó su autobiografía en 1836.[6]
Asimismo, las biografías de las
mujeres soldado han servido para espolear la mentalidad y los valores
militaristas en la sociedad contemporánea. En Gran Bretaña recibió especial
atención la historia de Christian Davies, conocida como madre Ross, que
combatió en el ejército británico entre finales del s. XVII y principios del
XVIII, y cuya biografía apareció en 1740 contando con sucesivas ediciones. Al
parecer llegó a recibir una pensión debido a las heridas de guerra que sufrió
en Flandes. Pero fue Hannah Snell quien ganó una mayor notoriedad, quien en
1750 regresó a su país después de sus aventuras en el mar y en la India donde
luchó como marino. Sus aventuras aparecieron en The Witehall Evening Post,
y más tarde el publicista Robert Walker publicó su vida en una serie de
fascículos. Igualmente aparecieron relatos de su vida en las páginas del Gentleman’s
Magazine y del Scots Magazine.[7]
Las historias de Snell y Davies
fueron utilizadas con finalidades políticas para conseguir el apoyo de la
impopular guerra de 1739-1748. En aquella época la función que estos personajes
desempeñaban en el sistema de dominación no era otra que la difusión del
militarismo, y por lo tanto eran empleadas para inducir a los hombres a prestar
el servicio militar al ser presentadas como mujeres pertenecientes a familias
plebeyas que se alistaron para defender la nación.[8]
En cualquier caso las mujeres soldado
de hace siglos se identificaban a sí mismas como mujeres y por ello vestían y
vivían como mujeres antes de ingresar en los ejércitos, sólo para esto último
se disfrazaron de hombres. En este sentido constituye una completa distorsión
histórica considerar a la mujer soldado de comienzos de la edad moderna como el
equivalente de la marimacho lesbiana del s. XX,[9]
cuando en muchos casos se trataba de mujeres heterosexuales como Snell y
Davies, y tampoco eran necesariamente expresiones de una masculinidad femenina
y menos aún de algún tipo de transexualidad.[10]
No sólo las mujeres del pueblo llano
ejercían el papel de soldado, sino que también nos encontramos con ejemplos
similares entre las mujeres de la aristocracia. Durante la guerra de los
treinta años la condesa de Saint-Baslement defendió sus tierras mientras su
marido estuvo luchando con Carlos IV de Lorena, para lo cual se vistió de
hombre, reunió a sus inquilinos y los condujo en combate.[11]
Pero lo mismo cabe decir de Catherine Meudrac de La Guette quien durante la
rebelión de la Fronde defendió sus tierras en ausencia de su marido. De igual
modo entre los rebeldes de la Fronde que desafiaron la autoridad de la
monarquía se encontraban algunas mujeres de la nobleza como la duquesa de
Montpensier, Anne-Marie-Louise d’Orleans, quien tomó parte en esta rebelión
como cabeza de las fuerzas rebeldes. En las guerras civiles inglesas nos
encontramos con casos similares en las que mujeres terratenientes defendían sus
dominios como Lady Blance Arundell mientras su marido estaba luchando por el
rey, o Mary Bankes y Charlotte Stanley, esta última condesa de Derby, que
ganaron especial renombre por la defensa de sus haciendas.[12]
Pero también hubo muchas mujeres que
conservaron su identidad femenina y participaron en la guerra, especialmente en
la guerra de asedio. En los ejércitos atacantes que asediaban las ciudades las
mujeres echaban una mano en el trabajo previo de asedio, sobre todo a la hora
de preparar el cerco sobre la ciudad. Pero las ciudades asediadas eran
igualmente defendidas por las mujeres que luchaban en las murallas y construían
o reparaban las defensas. Esto fue especialmente claro durante las guerras de
religión en Europa en las que predominaron los asedios, hasta tal punto de que
socialmente se consideraba que una mujer de verdad debía proteger la familia,
el hogar y la religión.[13]
Incluso en algunas ocasiones eran las mujeres las que comandaban la defensa de
las ciudades amenazadas como ocurrió en 1590 con Françoise de Cézelly en
Leucate contra el asedio español, y que más tarde le valió el reconocimiento de
Enrique IV de Francia quien la recompensó con el puesto de gobernadora. Otro
ejemplo parecido es el de Kenau Simons Hasselaar que se convirtió en una
heroína nacional en los Países Bajos por su contribución a la defensa de
Harleem contra un ataque del ejército español entre 1572 y 1573. No sólo luchó
con las armas en las manos sino que llegó a organizar un batallón de 300
mujeres que lucharon llevando ropas de mujer.[14]
Pero sin necesidad de ir tan lejos en la Península nos encontramos con Agustina
de Aragón que participó activamente en la defensa Zaragoza frente a los
franceses, o María Pita e Inés de Ben durante la defensa de Coruña frente a las
tropas inglesas en 1589.
Las guerras desarrollaron una
economía del pillaje debido a los problemas que existían con el pago de los
salarios a las tropas. Durante mucho tiempo las mujeres acompañaron a sus
maridos a la guerra, acamparon con ellos y cuando entraban en las ciudades
igualmente participaban en su saqueo. Esta práctica era algo que se extendía
durante las campañas militares y que servía no sólo para satisfacer las
necesidades inmediatas, sino que muchas veces permitía el enriquecimiento. Pero
estos saqueos entrañaban un elevado grado de violencia en todas sus
manifestaciones, no sólo asesinatos y asaltos, sino también torturas y
violaciones en las que las mujeres tomaron parte contra otros hombres y
mujeres.[15]
A tenor de lo expuesto no puede
extrañarnos que durante el s. XVII europeo las amazonas lograran captar la
imaginación de notables mujeres de poder, lo que se reflejaba en sus propios
hogares que eran decorados con pinturas de amazonas y de otras heroínas
antiguas. Por ejemplo Marie de Cossé Brissac, mariscala de La Meillaraye,
decoró su estudio con retratos de heroínas amazonas, al igual que Ana I de
Austria, reina regente de Francia, que tuvo la intención de crear una galería
de este tipo para sí misma.
Es difícil cuantificar el número
exacto de mujeres que se alistaron en los ejércitos disfrazadas de hombres,
pero fácilmente podría tratarse de unos cuantos cientos entre 1500 y 1815.
Algunas de estas mujeres fueron descubiertas en diferentes circunstancias como
por ejemplo Marie Magdelaine Mouron cuando desertaba, y otras directamente
revelaron su auténtica identidad. Sin embargo, hubo muchas otras mujeres que
participaron en la guerra en las mismas condiciones pero que nadie se percató
de cuál era su verdadera identidad. Las razones que les llevaban a alistarse
eran siempre muy diversas, desde la búsqueda de un marido o amor perdido, hasta
las condiciones de vida en una mala familia, la miseria o motivos de índole
sexual. Pero en cualquier caso todo ello demuestra que su participación no hace
de la guerra, la violencia o del poder mismo un patrimonio exclusivo de los
hombres.
Hoy los ejércitos, sobre todo en
Occidente, llenan sus filas con mujeres. En las fuerzas armadas de los EEUU hay
64 mujeres con el rango de general de las que 2 de ellas son general de 4
estrellas, el rango máximo en el escalafón militar.[16]
En el Estado español la incorporación de las mujeres ha sido significativa y
ello ha hecho que actualmente un 18% de los efectivos del ejército sean
féminas, lo que muy pronto hará que también haya mujeres con el rango de
general.[17]
Pero lo mismo es aplicable a los cuerpos represivos como las diferentes
policías en las que existen una gran cantidad de mujeres, y donde algunas de
ellas ejercen el mando en calidad de comisarias.
Las mujeres también están presentes
en un número importante en otros cargos de dirección de instituciones del poder
estatal como la judicatura, el sistema penitenciario, el alto funcionariado de
los ministerios, etc., y por tanto desde donde ejercen su violencia también
contra otras mujeres. Estos son los casos de la ex-ministra de defensa Carme
Chacón, la magistrada del Tribunal Supremo Rosa María Virolés, la presidenta de
la CNMV Elvira Rodríguez, Elena Sánchez Blanco antigua secretaria general del
CNI y actualmente jefa de delegación de esta institución en la embajada
española en Washington, Clara Martínez de Careaga como magistrada de la sala de
lo militar del Tribunal Supremo, Esperanza Aguirre como alta funcionaria del
ministerio de industria, Soraya Sáenz de Santamaría que es ministra de la
presidencia y jefa política de los servicios secretos, y tantas otras que
ocupan puestos de mando en las estructuras de poder establecidas.
Existe una política de Estado
destinada a incorporar a la mujer a los cuerpos armados y represivos y, en
definitiva, a los cargos de dirección del poder político desde el cual se
ejerce la dominación y la violencia contra el pueblo llano, contra hombres y
mujeres. Pero esta política también se extiende al mundo de la empresa privada donde
está incentivándose una mayor presencia femenina en los cargos de dirección. En
este sentido la sustitución de Emilio Botín por su hija Ana Patricia Botín ha
desatado una retahíla de comentarios en espacios mediáticos que señalan a la
jefa del capitalismo financiero español como un referente para todas las
mujeres.
En la actualidad se estima que en
torno a un 13,5% de los cargos de dirección en las grandes empresas están
ocupados por mujeres. En cualquier caso nos encontramos con que muchas detentan
puestos clave en el entramado del gran capitalismo: Esther Alocer Koplowitz es
presidenta de FCC, Rosa María García lo es de Siemens, Patricia Abril preside
McDonalds, Amparo Moraleda es consejera de CaixaBank, Esther Berrozpe preside
Whirlpool, Ymelda Navajo dirige la editorial La Esfera de los Libros, Ana María
Llopis es jefa de Dia, Marta Martínez Alonso preside IBM, Alicia Moreno Espert
es empresaria teatral, Belén Romana es presidenta del Sareb, Nuria Vilanova
preside Inforpress, Cristina Garmendia es parte de la dirección de la empresa
de capital de riesgo YSIOS. Son, entre otras, la muestra de una extensa lista
de mujeres con poder que explotan y oprimen a otras personas, tanto hombres
como mujeres.
Lo anterior no hace sino demostrar
que el poder no es patrimonio exclusivo de los hombres, como tampoco la
violencia ni las relaciones de explotación y dominación. El metarrelato que
presenta la historia humana como una guerra de sexos marcada por la opresión
del hombre sobre la mujer, y que hace de la masculinidad el origen de la
explotación y dominación de la que la mujer es la principal víctima, demuestra
ser enteramente falsa. Más bien nos encontramos con que el Estado y el
capitalismo son los que oprimen a hombres y mujeres. Por tanto, la lucha es de
clases y no de géneros. Es una lucha entre la clase sometida, compuesta por
hombres y mujeres, contra la clase dominante que también la componen hombres y
mujeres que se valen de su posición de poder para sojuzgar y explotar a sus
sometidos, contra quienes aplican la más severa violencia en todas sus formas.
La política actual del Estado español
está destinada a incorporar a la mujer a los puestos de mando en la empresa y
en el Estado para, así, conseguir la identificación de la mujer con las
instituciones que la dominan y oprimen. De esta forma las mujeres con poder son
convertidas en un referente y sobre todo en una meta existencial a la que deben
aspirar las demás mujeres. A todo esto contribuye en gran parte la construcción
en el imaginario colectivo de la idea de que así la mujer se ve realizada, y
por tanto liberada de la opresión a la que históricamente le ha sometido el
hombre. El Estado y el capitalismo se convierten en los grandes redentores y
emancipadores de la mujer, pues la presencia de mujeres en puestos de mando es
presentada como el logro de la igualdad entre hombres y mujeres, pero sobre
todo como el fin de la opresión masculina.
En la práctica la pretendida guerra de sexos ha sido
inducida desde arriba con leyes que promueven la “discriminación positiva”, y
que sobre todo favorecen el enfrentamiento entre hombres y mujeres. Esto
contribuye a crear una situación de odio mutuo, de permanente rivalidad en la
que se implantan toda clase de tópicos, estereotipos y prejuicios que impiden
el entendimiento, la convivencia, el afecto mutuo y la vida social horizontal
al margen del Estado y del capitalismo. El individualismo, el egoísmo y la
soledad existencial son afianzados por una política que busca la construcción
de una sociedad atomizada y enfrentada, para mantenerla en una posición de
extrema debilidad que impida oponer resistencia a las imposiciones del poder.
La importancia que ha cobrado la cuestión de género
tiene una intencionalidad política y, por tanto, es una estrategia del poder
para un mejor y mayor sometimiento de sus súbditos al presentar al hombre, y
por ende todo lo masculino, como la principal causa de las injusticias y
violencias cometidas contra la mujer. Constituye una forma sofisticada de
enmascarar los hechos, y por ello de ocultar que son las instituciones del
Estado y del capital las que oprimen a las mujeres.
La emancipación de la mujer se logrará cuando el
conjunto de la sociedad se libere de la existencia del Estado y del
capitalismo, y con ellos de la clase dominante que oprime a los hombres y a las
mujeres que forman parte de la clase sometida. Hasta entonces la guerra de
sexos únicamente contribuirá a destrozar la sociabilidad humana y a favorecer
la expansión ilimitada del Estado y del capitalismo.
[1] María
I de Escocia también fue una mujer que no dudó en utilizar la violencia al
confabularse para asesinar a su propio marido.
[2] La Triple A y la Operación
Cóndor, tan tristemente célebres, fueron auspiciadas por esta mujer.
[3]
Ferrer, Joaquim María de, Historia de la monja alférez, doña Catalina de
Erauso, Barcelona, José Tauló, 1838
[4] Su historia está relatada en Young,
Alfred, Masquerade: The Life and Times of Deborah Sampson, Continental
Soldier, Nueva York, Vintage Books, 2005
[5] Brewer, Lucy, The Adventures of
Louisa Baker, Nueva York, Luther Wales, 1815. Cohen, Daniel A. (ed.), The
Female Marine and Related Works: Narratives of Cross-Dressing and Urban Vice in
America’s Early Republic, Massachusetts, University of Massachusetts Press,
1997. Cordingly, David, Heroines & Harlots: Women at Sea in the Great
Age of Sail, Basingstoke, Macmillan, 2001
[6] Durova, Nadezhda, The Cavalry
Maiden: Journals of a Russian Officer in the Napoleonic Wars, Bloomington,
Indiana University Press, 1989
[7] Bowen, Scarlet, “The Real Soul of a
Man in her Breast: Popular Oppression and British Nationalism in Memoirs of
Female Soldiers, 1740-1750” en Eighteenth-Century Life Vol. 28, Nº3, pp.
20-45
[8] Lo
cierto es que Snell se alistó para vengarse de su marido que la abandonó tras
haberla dejado embarazada. Davies también se alistó para reencontrarse con su
marido que la había abandonado previamente. En este último caso Davies le
encontró y se reconciliaron como amigos.
[9] “El
predecesor de la moderna marimacho no puede rastrearse hasta aquellas mujeres
que se hicieron pasar por “mujeres soldado””. Vicinus, Martha, ““They Wonder to Which Sex I
Belong”: The Historical Roots of Modern Lesbian Identity” en Abelove, Henry,
Michèle Aina Barale y David M. Halperin (eds.), The Lesbian and Gay Studies
Reader, Nueva York, Psychology Press, 1993, p. 436
[10] En
lo que a esto respecta resulta desacertado el análisis de Scarlet Bowen al
tratar de aplicar los argumentos de Judith Halberstam sobre la masculinidad
femenina, quien en realidad se concentra en la lesbiana marimacho del s. XX,
una figura que en ningún caso oculta su identidad sino que por el contrario la
reafirma públicamente. Halberstam, Judith, Female Masculinity, Durham,
Duke University Press, 1998
[11] Su
historia está recogida en Vernon Jean-Marie de, L’Amazone chrétienne, ou les
Aventures de Madame Saint-Balmon (Lorraine), París, E. de Soye, 1873
[12] Plowden, Alison, Women All on Fire: The
Women of the English Civil War, Nueva York, The History Press, 2011
[13] Sandberg, Brian, “Generous Amazons
Came to the Breach’: Besieged Women, Agency and Subjectivity during the French
Wars of Religion” en Gender & History Vol. 16, Nº 3, pp. 654-688
[14] Jones, David E., Women Warriors: A History,
Washington, Brassey’s, 1997
[15] Lynn II, John A., Women, Armies,
and Warfare in Early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press,
2008, pp. 150-159
[16] Los
datos han sido extraídos de las estadísticas del Departamento de Defensa de los
EEUU correspondiente al personal militar activo según rango en el mes de agosto
de 2014. https://www.dmdc.osd.mil/appj/dwp/rest/download?fileName=rg1408_female.pdf&groupName=milRankGrade
Consultado el 28 de septiembre de 2014
[17]
Esteban Diezma, Prado, “La feminización del Estado: La mujer en el ejército
(I)” en CNT Nº 362, diciembre 2009, p. 25
Vaya, Noruega aprueba el servicio militar obligatorio para las mujeres. Eso sí, todo en honor a al signo de los tiempos: la todopoderosa e ommipresente ideología de género.
ResponderEliminar¡Alabada sea la diosa!.
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/10/24/actualidad/1414162679_707944.html
Me ha llamado la atención de hoy es la primera vez que elpais alquila la joya de la corona (toda su portada y contraportada) al un banco (el sabadell), algo que sólo hacía el 20minutos, al cual la prensa oficial lo tachan de panfleto con publicidad mas que de periódico.
Bueno, en materia de género, ya vemos por donde van los tiros. Y nunca mejor dicho.