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CONTRA LOS CRÍMENES MACHISTAS Y LA GUERRA DE SEXOS.

CONTRA LOS CRÍMENES MACHISTAS
Y LA GUERRA DE SEXOS.


“Nos dejamos llevar por manos ajenas como muñecos de trapo”
Horacio

Hay crímenes horribles, mujeres que mueren de forma espantosa después de una vida de humillaciones, de palizas y de miedo. Hay mujeres que mueren porque un hombre desea verlas sometidas hasta un punto imposible si están vivas. Esa es violencia machista.
Las estadísticas oficiales consideran que todas las mujeres que mueren a manos de hombre (que sea o haya sido pareja de la mujer) mueren de violencia machista. Pero no todos los crímenes tienen ese origen, la violencia entre dos seres humanos (sean del mismo o de distinto sexo) proviene de múltiples fuentes, hay asesinatos fundados en el supremacismo masculino, sí, y otros que nacen de relaciones basadas en el desarraigo, trufadas por las drogas o el alcohol, atravesadas por la enajenación mental. Y hay agresiones y asesinatos que resultan de la exacerbación del conflicto en las relaciones afectivas, de una intimidad patológica hecha de dependencias, frustraciones y resentimientos, es evidente que tal cosa existe y que no es machista porque no se produce únicamente de los hombres a las mujeres sino también al contrario, de las mujeres hacia los hombres, y no solo entre parejas heterosexuales sino que sucede también entre las parejas del mismo sexo. Esto es violencia, pero no es machista. En cambio no se tipifican como crímenes machistas aquellos que se producen fuera de las relaciones afectivas pero que en muchas ocasiones, como en las violaciones, tienen su origen en el odio y la idea del imperialismo masculino.

Poderoso caballero…

Poderoso caballero…
o porqué ha sido absuelto
Juan Fernando López Aguilar.


Publico una carta que me manda Rafael Rodrigo Navarro y que ningún periódico ha publicado.
No solo es escandalosa esta muestra de la parcialidad de la justicia con los poderosos sino que es la demostración palpable de que la LIVG se dirige a destruir a los de abajo a través de destruir lo poco que queda de convivencia en la sociedad.
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El eurodiputado Juan Fernando López Aguilar ha sido absuelto por el Tribunal Supremo de los dos delitos de violencia de género  por los que había sido denunciado. El mismo tribunal que ha confirmado  la existencia de delitos de violencia de género  en miles de ocasiones cuando  los ciudadanos han recurrido a él en amparo por haber sido acusados  por sus exparejas prácticamente por los mismos hechos.
De esta manera  se ha evitado  una vez más entrar al fondo del problema: una ley discriminatoria e injusta y por tanto contraproducente, votada el día 7 de octubre de 2004  por un parlamento mayoritariamente masculino a instancias del acusado Juan Fernando López Aguilar, entonces ministro del gobierno presidido por José Luis Rodriguez Zapatero.
No basta decir que ya sabíamos que Juan Fernando López Aguilar iba a ser absuelto, pues  de lo contrario  el estado debería indemnizar a  miles de personas inocentes que  han cumplido y cumplen condena por conductas convertidas en “violencia  de género” por las actuaciones de los fiscales y  los servicios forenses anexos a los juzgados sin otra base que la sola palabra de la mujer.
Hay que decir algo más, y es que no nos dejará de sorprender la cobardía de  aquellos políticos  que votaron la ley pero que luego han sido incapaces de asumir la responsabilidad que les ha correspondido.  Hablar con tono encendido a sus  exparejas  ha sido motivo suficiente para condenar  a numerosos ciudadanos  por un código penal y una ley  que  ha convertido este tipo de conductas en delito para el varón al considerar que toda relación entre un hombre y una mujer está contaminada por las “relaciones de poder “  que  históricamente ha ejercido el varón sobre la mujer (Art. 1º de la LOIVG).
Hay pues que añadir ahora: “todas las relaciones entre varón y mujer, excepto las que realizan los varones  que realmente detentan el poder”. Una ley embudo.
El caso de Juan Fernando López Aguilar  ha puesto sobre la mesa el verdadero problema  de estar gobernados por personas mediocres y cobardes  que como recoge uno de los textos fundamentales de la cultura occidental “atan cargas pesadas y  las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con un dedo  quieren moverlas ( Mateo 23:4)
Texto extensivo  a todos  aquellos diputados y diputadas que votaron la Ley Orgánica e Integral contra la violencia de género y que  ahora miran hacia otro lado.


Rafael Rodrigo Navarro

Fanatismos y religiones políticas




Fanatismos y religiones políticas


(extractos de la entrevista para la revista “Contracultural”)

Las ideologías esencialistas, xenófobas, intolerantes, segregacionistas y discriminatorias han tenido un repunte en el último siglo. Si el patriotismo fue el  fanatismo del siglo XIX hasta la I Guerra Mundial, la xenofobia identitaria lo es del siglo XX y XXI. Las nuevas religiones políticas devenidas de la revolución liberal combinan diversos esencialismos  (racismos, sexismos, sentimientos de identidad cultural, sexual e idearios políticos o filosóficos), la sociedad ha estallado en una lucha de grupos y guetos, en una guerra civil permanente.
La fragmentación y la división del pueblo forman parte de la estrategia del sistema para mantener siempre vulnerable y debilitado a su oponente. La guerra de sexos es un capítulo más de esa estrategia. Desde la II Guerra Mundial la propaganda ha sido un arma decisiva y lo que vivimos hoy es una guerra a gran escala que transformará el mundo como lo hemos conocido.
De la propaganda proviene la victimización de las mujeres que tiene un fuerte acento emocional y que ha dado origen a un nuevo código de falsas creencias constituidas por clichés y tópicos repetidos masivamente. El victimismo es el nuevo fanatismo que aqueja  a cada vez más sectores sociales que han abandonado la lucha por su propia libertad de conciencia, el esfuerzo por comprender la verdad de las cosas y defender la justicia (que solo es justicia cuando se hace indiferente al beneficio personal  o de grupo) y se dejan guiar por una ley espuria que ataca a un falso enemigo construido por el poder y refuerza la opresión de todos, incluidos aquellos a los que privilegia.