FEMINIDAD Y ESPIRITUALIDAD
Huyendo de los calores del verano de Madrid salimos a buscar el
aire de la sierra norte y recalamos en el monasterio del Paular. Fundado en
1390 como monasterio cartujo y desde 1954 benedictino, se encuentra en una de
las zonas más auténticas y reposadas de la sierra de Madrid, en Rascafría. La
visita guiada me aportó numerosas reflexiones, pero lo que más me interesó fue
lo que a continuación describo y que, como es de suponer, no fue ni siquiera
mencionado en la visita guiada.
Las puertas de la sillería del coro de legos, del siglo XV, están
dedicadas a los símbolos de las virtudes cristianas. Un icono común es la
imagen de la mujer con determinados objetos o situaciones. Así en el cuarterón
superior de la puerta de la izquierda aparece la mujer cargando la cruz y
llevando el cáliz en la otra mano, representa la fe. En el cuarterón inferior
otra vierte el agua desde una jarra. En la puerta de la derecha el cuarterón
superior lo ocupa una madre que aparece con una criatura en brazos, otra que le
tira del manto, una tercera se agarra a su falda y otra juega en el suelo, a
sus pies. La mujer del cuarterón inferior lleva la serpiente en la mano derecha
y la calavera en la izquierda.
Se trata por lo tanto de virtudes fuertes, heroicas. La mujer que
porta la cruz y el cáliz no representa una fe testimonial sino combativa y
capaz de sacrificios importantes, ese símbolo pregunta en realidad si se acepta
la cruz de la vida. El cáliz, que contiene la sangre de Cristo tiene también
según el "Diccionario de iconografía y simbología" de Federico
Revilla el carácter de receptor de la energía espiritual y se relaciona con el
mito del caldero como lugar de transformación.
La mujer que vierte el agua representa la virtud de la templanza,
que no es el simple equilibrio sino que incluye el orden y regulación interior,
el imperio de la voluntad propia, es una virtud principalmente
auto-constructiva, auto-reguladora.
La madre representa la caridad, no como sensiblería y limosneo sino
como amor pujante y potente capaz de derramarse abundante y generoso. Y por fin,
la mujer con la serpiente y la calavera es la que aúna la inteligencia y la
espiritualidad, el sentido de la vida y su finitud, la conciencia de la muerte.
Pero hay más, no me parece descartable que la serpiente, en este caso, tenga
también el carácter de representación fálica que es muy común.
Pero aquello que atrajo con más fuerza mi atención sobre la talla
no fue la simbología sino la generosa feminidad de todas las figuras, los pechos prominentes, las
caderas amplias. Son figuras sensuales, voluptuosas y eróticas asociadas, sin
embargo, a los signos de la virtud y de la vida espiritual, eso fue lo que me
atrapó la mirada, la perfecta simbiosis de los planos de la persona, la rotunda
corporalidad añadida al ideal sublime de la perfección humana.
Esta imagen es infinitamente superior a la que hoy ofrecen los
sexismos "pro-femeninos" que arrancan de las mujeres las señas
corporales de su feminidad, nos hacen andróginas, desexuadas, frías. Las
ideologías de la modernidad consideran el cuerpo de la mujer como un símbolo de
lo imperfecto, de lo incompleto, de lo sustancialmente inferior y por otro lado
entienden radicalmente separados el cuerpo, la mente y el alma. Difícilmente encontraremos
en el imaginario social actual esa asociación del lado erótico, afectivo y
maternal, intelectivo, moral y espiritual de la mujer que podemos observar en
las cuatro figuras descritas. la feminidad moderna es una feminidad mutilada y
fragmentaria, cercenada violentamente .
La religiosidad femenina tuvo en la Edad Media una idiosincrasia y
singularidad enorme, las mujeres practicaron la espiritualidad de una forma
peculiar y libre que era muy valorada y admirada. En "Fuentes para hacer una historia de la
religiosidad de las mujeres" de Cristina
Segura Graíño se dice que la religiosidad femenina era más pasional, más
sensual y ardiente y así se expresaba en sus escritos. Las mujeres que se
reunían en beaterios a menudo tenían
mucho seguimiento popular y se tenían por portadoras de una
espiritualidad superior. En muchos casos estas mujeres se apartaban de la ortodoxia
de la Iglesia y practicaban un cristianismo muy personal, libre y cotidiano.
En realidad la religión fue la forma que adoptó la búsqueda
espiritual de un número grande de mujeres, pero la virtud y la vida superior
del espíritu pueden adaptarse igualmente a una mirada no religiosa sobre el
mundo, sin embargo, hoy ha desaparecido casi completamente ese camino interior
auténtico ahogado por el ruido de una sociedad enferma.
Nada grande ni importante puede hacerse por sujetos que carecen de
vida espiritual, algo que, por suerte, no puede comprarse en el mercado.
(el contenido pasará a formar parte del segundo volumen de "Feminicidio o auto-construcción de la
mujer")
Sin duda muchos defectos de la iglesia católica que se señalan con frecuencia proceden del machismo, de haber apartado a las mujeres de esas tareas de guías espirituales que seguramente hay muchas capaces de realizarlas igual y mejor que un hombre. Se ha demonizado a la mujer en la iglesia, demonizado e idealizado, descarnado para quitarle lo "tentador". Y todo por haber hecho de esa iglesia un mundo de hombres que ignoran a la mujer. La mujer débil es el estereotipo conveniente.
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