SOBRE EL SUJETO DE LA REVOLUCIÓN
Reflexión sobre estrategia
Parte Tercera
"Pero tiempo
vendrá en que seamos si ahora no somos."
Miguel de
Cervantes
CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FRAGMENTARIAS PARA
ACOMETER UN PROYECTO ESTRATÉGICO.
El
proceso histórico aquí expuesto, simplificado necesariamente por mor de la
amplitud de los temas tratados, ha sido cuidadosamente dirigido por las elites
del poder y se ha encaminado a ampliar su esfera de influencia y mando y a
destruir a su antagonista potencial usando una estrategia liquidacionista.
El
escenario actual se define por la victoria del proyecto de construcción del
Estado-todo y la ruina no solo del ideal de sociedad democrática y
auto-gestionada sino incluso del sujeto personal y colectivo capaz de pensar en
ella. El reconocimiento de esa realidad es la primera condición para acometer
una nueva etapa de conflicto con el sistema de dominación.
Este
nuevo momento de la contienda con el Estado precisa de una estrategia cuyos
fundamentos esenciales se deciden por:
1)
La capacidad para definir unas metas propias no derivadas de la reforma del
sistema, unos objetivos últimos o ideales que inspiren la acción y mantengan en
cada fase del proyecto esa energía proyectiva o futurible. La definición de la
posibilidad de vivir sin Estado debe trascender lo utópico o caprichoso, lo
fraseológico y lo teórico y ser fundamentado como realidad hacedera y
auténtica, limitada pero real y no ficticia, tal y como lo hicieran los
liberales con su propio proyecto a principios del siglo XIX.
2)
La aceptación de la situación actual tal cual es, sin adornarla ni
ensombrecerla, para lo que hay que conquistar anteriormente la capacidad para
penetrar en ella y comprender su orden y su realidad. Ello incluye el
conocimiento profundo de las causas de la superioridad histórica del Estado y
las elites del poder sobre el pueblo como proceso auto-evaluador y
auto-crítico. Todos los Estados del mundo, al igual que los ejércitos, dedican
lo mejor de su capacidad reflexiva e ideadora a estudiar sus derrotas,
comprender los errores y evaluar sus experiencias y sacar conclusiones
prácticas de ese análisis, ello permite corregir la propia acción y tornar cada
vez más eficaz su intervención sea ésta política o militar.
3)
La visión integral de la realidad, lo total como suma de las partes de cada
situación y como relación entre todas ellas y sus contextos. Es necesario
comprender al enemigo, su debilidad y su fuerza y la nuestra, entender que
nosotros mismos somos parte del problema y que, por lo tanto, no miramos desde
fuera sino desde dentro. Solo ello permite ir trazando la secuencia de acciones
hacia los fines últimos. En necesario que se aborde cada situación desde
distintos planos y perspectivas para tener una visión multidimensional de los
problemas. El análisis de lo concreto y singular es el alma de la propuesta
estratégica porque permite fijar los problemas esenciales y los secundarios,
las líneas de actuación y ordenar y jerarquizar los blancos por su importancia
relativa en cada momento, todo ello sin perder nunca el objetivo final y la
visión integral.
4)
es preciso mantener en todo momento una posición resueltamente temporal, no en
la escala biográfica sino en la escala histórica pues los grandes proyectos
estratégicos se sitúan en el largo plazo de modo que cada generación ha de
evaluar la acción de las precedentes y concebir la propia. Eso significa que
todo proyecto es un proceso, un camino, un itinerario abierto y prolongado que
no empieza en nuestra vida ni termina en ella, que, por lo tanto, nos
trasciende y nos supera.
En
lo esencial estos cuatro aspectos determinan el pensamiento estratégico que es
fácil de definir pero muy complicado de hacer y aún más difícil de aplicar y
materializar. Por ello solo una sociedad con un alto grado de creatividad puede
conseguir el margen de conciencia y libertad que proporciona el potencial de
planear el futuro y materializarlo a través de la acción consciente y
persistente.
En
la lucha entre las elites liberales y el pueblo que se había constituido en la sociedad
medieval y pre-liberal, los representantes del Estado tuvieron siempre la
iniciativa estratégica, es decir actuaron a la ofensiva siempre, incluso cuando
sufrieron derrotas y tuvieron que retirarse. El pueblo actuó siempre a la
defensiva, resistiendo las acometidas de las instituciones, defendiendo cada
parcela en la que fue agredido pero no el conjunto, al no haber tomado suficiente conciencia de sí y
de su proyecto histórico. Se luchó para mantener la situación precedente sin
comprender que tal empresa era imposible pues el Estado se estaba transformando
y no había vacíos de poder en los que vivir humanamente como habían hecho hasta
entonces.
Defender
el statu quo es, salvo en situaciones excepcionales, un error de bulto porque
nunca existe la vuelta al pasado, la estrategia siempre mira hacia el futuro,
en la historia no existe el retorno a una situación anterior. Todos los que se
afanan por volver a tiempos pretéritos están condenados a extinguirse para el
futuro, eso le pasó la sociedad rural tradicional y, como en una farsa trágica,
hoy millones de personas reclaman tornar a la sociedad de la prosperidad de
otros tiempos sin ser capaces de entender que tal mudanza ya no es posible.
El
pueblo erró al no ser capaz de definir su proyecto en las condiciones distintas
y categóricamente nuevas que se estaban creando, vivió en gran medida fuera de
la realidad disfrutando de lo que todavía quedaba de sus antiguas libertades
después de cada derrota, nunca tomó la iniciativa en el plano de la estrategia,
no se pensó a sí mismo ni a la situación global y proyectivamente.
Mientras
el sistema tuvo siempre clara la naturaleza integral del conflicto, y actuó en
todos los planos, el pueblo fragmentó su lucha y se concentró en lo parcial y
en lo inmediato perdiendo la perspectiva general y a largo plazo y acomodándose
a cada pérdida como un mal menor.
Su
desventaja respecto a las fuerzas del sistema devino principalmente de esos
factores y no de la inferioridad de sus medios materiales porque en la guerra
asimétrica la debilidad no es siempre un inconveniente sino que incluso puede
ser una ventaja, en el estudio de las guerras reales se descubre que “las grandes epopeyas las han escrito los
débiles”[1].
Entender
el pasado es una tarea fundamental del presente pero su función no ha de ser
recrearse en visiones victimistas o mitificadoras sino comprenderlo para
aprender y discurrir las posibilidades de intervenir sobre el futuro. No hay
verdades universales, por eso el estudio de lo acontecido tiene por objeto, no
el copiarlo, sino adiestrar el espíritu en comprender lo singular, entender las
decisiones y aprender a tomarlas en otras condiciones que serán, igualmente,
singulares. Por eso la estrategia es definida por Clawsevitz (el gran teórico
de la guerra moderna) como un arte más que como una ciencia.
El
pasado no es actualizable, las circunstancias presentes de expansión
inconmensurable del Estado son absolutamente nuevas y por lo tanto el sujeto
colectivo capaz de hacerles frente lo ha de ser también. Eso significa que lo
por venir será el resultado de decisiones histórico-colectivas que se sitúan
indefectiblemente en el ámbito de la incertidumbre, es decir de lo inexplorado
e indeterminado, de lo procesual e histórico.
Hoy
la regeneración de un nuevo sujeto, individuo y colectivo, capaz de pensar un
nuevo paradigma ajeno al vigente orden es la tarea número uno, el centro
estratégico de cualquier movimiento por la revolución integral. De lo que se
trata es de definir las condiciones y los instrumentos para ese renacimiento.
Lo
que concreta en primer lugar la calidad del sujeto es la grandeza de las metas
que se propone pues, como dice Cervantes, “de
altos espíritus es aspirar a cosas altas”. Nunca podrá ensancharse la valía
y la virtud de los individuos y las sociedades en las luchas mezquinas o
interesadas. A los sórdidos y egoístas fines de los movimientos modernos
corresponde, necesariamente, un sujeto encogido intelectual y espiritualmente,
sin energía interior, disminuido en sus
capacidades y habilidades y sin creatividad ni fuerza.
Ese
sujeto pobre y menguado no lo es por maldad o voluntad de serlo sino que, a
menudo, es la conciencia de sus limitaciones objetivas lo que le lleva a
desistir de emprender tareas que cree que le superan y, al limitar aquello que
se propone, va perdiendo facultades, habilidades y cualidades, va
empobreciéndose y mutilándose en una espiral que lleva hasta constituirse en el
ser-nada, ser desustanciado y vacío, sin ideales ni proyectos dignos de tal
nombre.
Pues
bien, si hemos de constituirnos como individuos con potencial revolucionario no
podemos hacerlo sino desde lo que somos
y desde la realidad en la que vivimos. Quiere decirse que tenemos que asumir la
tarea de rehabilitar nuestra conciencia de la realidad y la acción proyectiva
de futuro con el limitado potencial que poseemos hoy, es decir, en las
condiciones de ausencia de libertad de conciencia, desestructuración de las
capacidades intelectivas por el adoctrinamiento permanente, influencia de los
dogmas de las religiones políticas, declinación de la vida experiencial del
sujeto y sustitución de ésta por sistemas teóricos y doctrinarios, falta de
habilidades intelectivas, volitivas y convivenciales, dificultades para
escuchar y comunicar, aculturación, rotura de las raíces y el sentido de
pertenencia, desaparición de los saberes y la cultura del pueblo, fractura del
sujeto, desgarro entre el cuerpo, los sentimientos, los afectos y los
conocimientos y declive de las experiencias vitales auténticas, entre otros
muchos conflictos que nos aquejan como personas, y, con este bagaje,
hemos de construirnos como sujetos de virtud, sujetos aptos para forjar la
historia, teniendo en cuenta que la aportación a la revolución integral de cada
uno de nosotros y nosotras es absolutamente insustituible.
No
podemos esperar a estar preparados para asumir las tareas necesarias, para
pensar, estudiar y meditar la situación presente en su complejidad y su
conflicto, la situación hoy es desesperada porque nos encontramos al borde de
transformaciones tan radicales y tan primarias que darán paso a una forma de
existencia individual y social ya no-humana y sin posibilidad de retorno.
Estamos pues a las puertas de una batalla decisiva y debemos tomar decisiones
dramáticas y entregarnos a trabajos muy por encima de nuestras posibilidades
con espíritu emprendedor y creativo.
No
habrá progreso de la virtud si ésta no se trasmuta en obras, en actos; la preparación
o entrenamiento ha de realizarse en la propia lucha que será, a la vez combate
contra el enemigo exterior y, mucho más ahora, contra el enemigo interior,
contra nuestras limitaciones y pobreza de recursos y de ideales. La idea de
enemigo interior debe estar presente siempre, en primer lugar porque todos
somos seres bipartidos, pero sobre todo porque el triunfo del sistema hoy se
materializa en la ocupación y posesión del solar del vencido, quiere decirse
que somos rehenes del poder, que nuestra conciencia está colonizada y, por lo
tanto, la lucha contra lo exterior se produce a la vez como lucha hacia lo interior.
Estas son las condiciones en las que devenimos, o no, en sujetos de la
revolución integral. Por ello necesitamos una ascética, una disciplina de
aprendizaje que nos cree hábitos adecuados a las condiciones del combate
agónico que nos depara el futuro.
Entiendo
que la tarea más cardinal, aunque no única, del momento presente es la creación
de un germen de sujeto colectivo con conciencia y con proyecto estratégico que
se debería materializar en la forma de individuos con un programa de trabajo
personal que se agrupan y aportan su obra al debate colectivo. Esta
característica de autonomía individual y trabajo grupal es básica pues implica
un fuerte compromiso individual y capacidad de exponerse al máximo sin parapetarse
tras la comunidad. En una palabra, necesitamos dar la cara, arriesgarnos,
probarnos y hacernos en la arena de la lucha.
Para
avanzar en esa dirección es necesario perder el miedo a la duda, al error o a
la crítica, la auto-construcción como sujetos de valor excluye las certezas
absolutas y el escenario presente no admitirá la anuencia general. La necesidad
de seguridad total y reconocimiento exterior son dos venenos que impiden el
desarrollo de la auténtica virtud que no busca la gloria ni las recompensas
materiales sino que se materializa en el deseo del bien por sí mismo, por su
valor intrínseco. Lo que importa es aportar nuestra gota al caudal de la
revolución integral desdeñando notoriedad o laureles pero no escatimando salir
a la palestra con el argumento de la falsa modestia o lucha contra la vanidad.
Debemos hacer todo aquello que nos sea posible y hacernos responsables de ello
abiertamente.
De
la creación un nuevo paradigma de sociedad sin Estado capaz de hacer frente al
Leviatán moderno depende nuestro futuro.
LA CUESTIÓN FEMENINA
COMO MATERIA ESTRATÉGICA
De
entre las tareas fundamentales en el nuevo paradigma de la revolución deseo
señalar, por ser aquél en el que he trabajado más intensamente en los últimos
años, el llamado “problema de la mujer”. El gran escándalo social creado por el
sistema alrededor del victimismo femenino ha producido un movimiento pendular
en el lado de lo anti-sistémico que ignora la cuestión o simplemente la cataloga
de falso problema, de este modo se cumple más perfectamente el objetivo del
sistema de dominación al crear el conflicto, pues en una parte de la población
se rechaza el abordar un asunto de primer orden para la revolución mientras que
en la otra se afirma con los argumentos y programas del sexismo político. Ambas
corrientes son destructivas para la revolución integral.
A
través del sexismo político y el desquiciamiento del conflicto inter-sexual el
poder ha conseguido objetivos fundamentales para ampliar la dominación social,
objetivos que podrían resumirse en:
1) Dividir
y enfrentar al pueblo creando una corriente de victimismo femenino que alimenta
a su vez otra de resentimiento masculino lo que impide el actuar colectiva y
mancomunadamente en casi ninguna parcela de la vida. La máxima del gran imperio
del mal, Roma, el “divide et impera”, es
hoy la divisa de las elites dominantes que han conseguido un éxito notable en
sus proyectos.
2) Conseguir
la colaboración de amplios sectores del pueblo en su propio sometimiento
político, lo que se ha producido cuando una parte importante de las mujeres,
apartadas consustancialmente de los hombres que son sus iguales se ha
comprometido con el Estado y sus instituciones convencidas de que su
emancipación reside en esa alianza ignominiosa e indeseable. También una parte de
los hombres colabora con el proyecto del sexismo político persuadidos de hacer
el bien a sus iguales. Así el ascenso al poder de una casta de poderosas que se
presentan a sí mismas como oprimidas y que dicen personificar el triunfo de
todas las féminas tras siglos de opresión está significando una auténtica
refundación del sistema de dominación que maximiza la esclavitud del pueblo,
hombres y mujeres, con el pretexto de ampliar la libertad de las segundas.
3) La
manipulación y destrucción de las mujeres en tanto que tales, es decir, en
tanto que seres humanos completos y singulares y otro tanto de los hombres que
son también rehechos según el diseño de las instituciones del poder para
emerger como seres neutros, no sexuados, no autoconstruidos, dirigidos desde
fuera y mutilados en su auténtica naturaleza y devenidos en trabajadores puros,
“animal laborans” y súbditos perfectos, sin atributos espirituales ni sexuales
que distraigan de su condición de siervos del poder.
4) Convertir
la cuestión de la mujer en punta de lanza para complejas operaciones de
ingeniería social y psíquica que han permitido al poder penetrar en lo más
recóndito del sujeto, en sus impulsos primarios y más naturales que son hoy
manipulados por el oprobioso sistema de dominación. Se trituran los impulsos
sociales básicos, el interés por los otros (primero cuando son otros del otro
sexo, y luego también los del mismo sexo) se construye el ser solitario y
autista incapaz de relacionarse con los otros y con el mundo. Desaparece la
sexualidad natural, se reprimen los impulsos libidinales más auténticos y se
usa este nuevo poder sobre el interior del sujeto para manejar ilimitadamente su conducta y su
acción. Se trituran las instituciones naturales de convivencia como la familia
y, con ella, todas las demás formas de vida comunitaria que son acusadas de ser
el origen de toda opresión y sojuzgamiento del individuo.
5) Aculturar
y desenraizar de forma sustancial al
pueblo que es presentado como el hacedor de la mayor iniquidad y brutalidad
sobre las mujeres, el artífice del abuso y el avasallamiento machista, para
ello se falsifica la historia y se construye un relato falso convertido en
verdad a fuer de repetirse por múltiples canales y sistemas. La usurpación de
la historia produce un sujeto vaciado interiormente pues la tradición
constituye la identidad personal más trascendental.
En
este proceso las mujeres se transforman en instrumentos de destrucción a la vez
que se destruyen ellas mismas lo que conlleva un suicidio simbólico en forma de
muerte de lo femenino, es decir, feminicidio como muerte de la feminidad.
De
los muchos venenos introducidos por el sistema en la comunidad popular para
destruirla, egoísmo, interés particular, amor por la propiedad y el poder,
politicismo, hedonismo, irresponsabilidad, comodidad, dogmatismo, intolerancia,
etc. etc., el sexismo es tal vez el más rastrero y el que toca aspectos más
íntimos de las personas de modo que el poder se ha instalado cómodamente en el
interior del sujeto y desde allí dirige sus comportamientos.
El
pueblo solo puede existir como ser mixto, heterogéneo y complejo, como ser
colectivo que engloba a las mujeres y los hombres, por eso si las tareas
estratégicas se desarrollan sin la participación singular y manifiesta de las
mujeres será un proceso fallido. No basta con declararnos no sexistas y
abiertos a la participación femenina, si las mujeres no están, o están de forma
insignificante, en los movimientos por la revolución integral tenemos que
definir las formas de atraer su acción en ella lo que implica un plan o
proyecto estratégico para esa tarea.
No
se trata, por supuesto, de ir añadiendo mujeres por actos de proselitismo
personal a los grupos de trabajo o estudio sino de desarrollar planteamientos y proyectos para un nuevo
paradigma que sea auténticamente superador de los males introducidos por el
sexismo político y que sea capaz de aportar un paradigma realmente integrador.
No
dar a la cuestión femenina un lugar destacado en nuestro proyecto sería un
error de graves consecuencias por ello deseo abrir un proceso de trabajo e
investigación sobre la incorporación de la mujer a las labores de
la estrategia a la que invito a aquellos y aquellas que deseen acompañarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario