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Elogio de la iniciativa individual

Elogio de la iniciativa individual

"Y si alguno sabe qué debe hacer cada uno, y no tiene el valor de hacerlo, de nada le sirve.”
Comentario al Apocalipsis, Beato de Liébana



Se suele decir que lo que una persona puede hacer es demasiado poco, no cambia nada y, por lo tanto, es inútil y superfluo. Ese argumento sirve a la parálisis de toda la sociedad que queda a expensas de lo que promueven las agrupaciones generadas por el Estado y sus instituciones que sí son operativas porque son dirigidas, jerarquizadas y subvencionadas.
¿Qué puede hacer una sola persona? En primer lugar cada uno de nosotros puede pensar en la totalidad de las necesidades de la humanidad, asumirlas en su integridad y realizarlas hasta el límite de sus posibilidades. Cuando no son los premios ni los resultados tangibles lo que nos mueve, sino la idea del bien, de lo necesario; lo que cada uno de nosotros  hace por ello tiene un valor intrínseco primordial,  puesto que si nuestro aporte aumenta, aunque sea imperceptiblemente, la cantidad de virtud y de verdad que hay en el mundo, es una inestimable contribución a la virtud y a la verdad, al desarrollo de la vida y a la regeneración social.
En la sociedad presente el emprendimiento y la iniciativa personal quedan  limitadas al ámbito de lo económico y lo empresarial, la creatividad y la inventiva son siempre un producto para venderse en el mercado, no hay espacio para hacer las cosas  por vocación, por amor a la verdad, a la belleza y la virtud y por lo tanto solo hay lugar para el crecimiento de lo sistémico y no lo hay para la apertura de caminos paralelos o contrarios a lo establecido.

El fin de los ciclos festivos del pasado

El fin de los ciclos festivos del pasado




Asistimos a los últimos momentos de la celebración de la navidad, en pocos años resultará ya algo obsoleto, una realidad arqueológica que nada dirá a las generaciones más jóvenes.
En realidad hay que alegrarse de que se acabe con un ritual que carece de sentido y forma parte de las múltiples formas de la degradación social. Consumismo desbocado, excesos con la comida y el alcohol, ocasión para el enfrentamiento en las familias y programas televisivos denigrantes son el abigarrado contenido de la navidad presente.
No hay pues intención de hacer defensa de lo indefendible y únicamente me permitiré una concesión emocional  poniendo dos villancicos que recuerdan cuando se cantaba en las calles o en las  iglesias pero sin programa ni subvenciones, simplemente por haberse juntado la cuadrilla de los amigos.
Lo primero que hay que entender es que lo que hoy llamamos navidad tiene poco o nada que ver con lo que fue. La humanidad ha sacralizado desde tiempos ancestrales ciertos hitos de la naturaleza como el solsticio de invierno que coincide con la nochebuena, porque la humanidad y la naturaleza se encontraban en el mismo plano y se intervenían mutuamente. El cristianismo eligió esa señal y la asoció a la idea del nacimiento, el nacimiento de una criatura, el nacimiento de una era de la humanidad y el nacimiento de un nuevo ciclo anual. Una simbología que se materializaba de formas múltiples en las personas y en la comunidades.

De Simone Weil a Xu Lizhi

De Simone Weil a Xu Lizhi

¿Qué será de nuestros hijos?


"Soy como un muerto/ que abre lentamente la tapa del ataúd"
Xu Lizhi  
“Allí recibí para siempre la marca de la esclavitud”
Simone Weil

En 1934-35 Simone Weil entró a trabajar como obrera en las cadenas de montaje de Alsthom y Renault, su decisión era comprender la vida de los obreros desde la experiencia personal y no desde las teorías o las disquisiciones literarias. Sus escritos y cartas reflexionando sobre esas cuestiones se recogen en “La condición obrera”. Describe con enorme realismo las transformaciones que crea el trabajo en ella “todas las razones exteriores (que antes creía yo interiores) sobre las cuales se basaba el sentimiento de mi dignidad y el respeto a mí misma, en dos o tres semanas han sido radicalmente destrozadas bajo el golpe de una presión brutal y cotidiana. Y no creas que esto me ha suscitado impulsos de rebelión. No, sino todo lo contrario, la cosa que más lejos estaba de imaginar, la docilidad. Una docilidad de bestia de tiro resignada…”
En 2013 Xu Lizhi, un joven chino trabajador de Foxconn, la fábrica donde se ensambla el iPhone, escribió: “El papel se desvanece en sombras delante de mis ojos/ Con una pluma de acero esculpo un negro irregular/ lleno de palabras de trabajo/ Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de fichar, horas extra, salario/ Me han entrenado para ser dócil/ No sé cómo gritar o rebelarme/quejarme o denunciar.” Xu Lizhi se suicidó finalmente después de dejar una colección de poemas que hablan de su vida en la fábrica.

Entrevista con Punt d´Inflexió

Entrevista con Punt d´Inflexió sobre la  situación actual, estrategia, espiritualidad y reflexiones varias sobre temas de los que habrá que seguir pensando.