Un artículo de mi amiga Pilar Baselga, muy recomendable:
Anorexia, algo mucho más
siniestro de lo que parece
Hace tres años, escribí una
reflexión sobre el tema de la anorexia, viendo en mis clases un gran
número de jóvenes que padecían esta distorsión en la percepción de la
autoimagen, porque no me gusta llamarla enfermedad.
Ahora, y a la luz de todo lo
investigado desde entonces, entiendo que la anorexia no es una fatalidad,
una moda o una manía más de los tiempos posmodernos sino que forma parte
de la agenda: llevar a la juventud a la esterilidad y la autodestrucción. Pues
si las modas han podido ser muy dañinas (como el corsé o los pies de loto)
hasta donde yo sé, son muy escasas las modas suicidas. Porque entiendo que los
kamikazes o el sepukku (hara kiri) no son modas, sino rituales.
El siguiente artículo vuelve a
retomar la estructura del anterior pero con cambios sustanciales. Espero que la
información sea constructiva y pueda ayudar a las personas que están atrapadas
en este círculo infernal del ego.
Historia y mitos
Dicen que la primera anoréxica
fue Santa Catalina de Siena, porque ayunaba días y días. Pero confundir ayuno
con anorexia es un error, pues el místico que ayuna no busca un aspecto
exterior y aún menos una aprobación externa a su físico. El ayuno ha sido y
sigue siendo un medio que tiene el hombre para entrar en estados modificados de
conciencia. Estar delgado será pues un medio no un fin. Santa Catalina de Siena
no era anoréxica sino mística, porque el ayuno es un camino hacia la
iluminación, ayuda a la meditación profunda y al paso a otra
dimensión.
El místico que ayuna está
buscando algo en su interior. Y con tanta intensidad que los demás no entran en
consideración, directamente los demás no existen. En cambio la persona
anoréxica está obsesionada con su imagen, con el afuera, con lo que ven, con lo
que piensan los demás. Pero esta confusión entre ayuno y anorexia es
interesante porque pone en evidencia que existe una relación entre el no comer
y el deseo de trascender lo físico.
Todos queremos, de una manera u
otra, gustar y ser queridos. Pero el caso de la anorexia constituye un extremo
del miedo a no gustar, un miedo que en este punto se ha convertido en una
trampa mortal. La persona anoréxica ha perdido todo control sobre su
existencia, está vendida a la opinión ajena, vive esclavizada a la
mirada externa, ya no controla su vida, depende de los demás para ser, para
vivir. Y está dispuesta a gustar desapareciendo. Es un tipo extremo de
esclavitud consentida. Estar dispuesto a morir con tal de gustar, y para ello
se adopta el look Auschwitz, la estética del exterminio
-en este caso auto-exterminio-. Al estar obsesionada con la
valoración externa, el espejo se convierte en compañero de viaje, en
compañero letal.
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