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Comparto este texto que he recibido de una amiga. Nos traslada una experiencia de esas que suceden demasiado a menudo y demasiado a menudo pasan desapercibidas. No es noticia la cárcel ni las cosas que suceden detrás de sus muros. Tal vez deberíamos asomarnos de vez en cuando para comprender mejor el mundo en el que vivimos.


HAY UNA CIUDAD

Hay una ciudad entre la espuma en la que siempre, casi siempre, brilla el sol.
Se yergue desde hace más de dos mil años al lado del mar. Es pequeñita, y bella. Sus habitantes se cansan mucho. Ir de una parte a otra les parece recorrer una gran distancia, aunque sólo les lleve unos minutos.
Como todas, se disemina en barrios, y su mayor atractivo reside en el barrio antiguo, donde está la Catedral que mira a todos desde su altura literal y figurada.
Es una pequeña ciudad donde nunca pasa nada.
El alcalde, recién vuelto a elegir, se pasea por donde viven los obreros que le han dado la alcaldía. Es tranquila, y uno se puede perder en la Necrópolis y disfrutar de su silencio, a diez minutos de las Ramblas, con las cafeterías caras donde se sientan las señoras bien a tomarse sus pastitas.
En esta ciudad de provincias donde mucha gente es provinciana se levanta una cárcel, como en todas las ciudades.
En la cárcel no brilla el sol, ni es tranquila, ni se toman pastitas con café, y a veces pasan cosas.
A veces muere una planta y, dos días más tarde, vuelve a renacer.
A veces se ve una luz blanca, inexplicable, que como un relámpago pequeño atraviesa el aire para después desvanecerse.
A veces un preso decide suicidarse.
Nadie lo sabrá. Sólo su familia. Sólo los penados lo sabrán. A ellos no procede el ocultarles que la noche se llevó al otro preso. Preguntarían por él, tienen memoria.
Quizá entre los muros la memoria es lo único que les queda del mundo que hay fuera y del que les separa tan sólo unos pocos metros de distancia, una distancia que es eterna mientras estén dentro.
Un mundo que, ajeno al drama, sigue girando en su palpitar absurdo, despojado de su historia.
Y el silencio cubre todo ante los muros. Clava las rejas, las coloca a ras de suelo.
Porque, ¡ay!, a veces un preso decide suicidarse.

1 comentario:

  1. Muchas veces amiga, algunas no lo consiguen. En mi larga vida, ¡¡Me ha tocado conocer tantas cosas!! Una de ella es el tener un familiar en la cárcel, pendiente de que el supremo revise su causa.
    Un hombre joven, cuarenta años y dos hijos pequeños, su delito,AMAR, amar, a una mujer, que solo buscaba una nacionalidad, una paga. las pruebas del forense, estaban a favor del acusado, las de la guardia civil, también, pero... era hombre, la sentencia estaba dictada antes de ser juzgado.
    El intento suicidarse,no lo consiguió. Mientras: esos dos niños, terminaran en mano de La Junta de Andalucía, la madre, esta denunciada por los vecinos, por no tenerlos atendidos. antes de que le den la custodia a su abuela paterna, tienen que pasar años, años, que están marcando a esos niños, por una ley, que ha protegido a su madre , que los tiene abandonado y a encerrado al su padre que los quiere con el.

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