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debates adulterados


Debates adulterados


Discurren mucho algunos en lo que nada les importa,
 y nada en lo que mucho les convendría.
Baltasar Gracián


He dejado pasar conscientemente el vendaval de la polémica mediática y social sobre la ley Gallardón para evitar sumergirme en el océano de fanatismos encontrados  que ha desatado el nuevo proyecto de ley del aborto.
Mi convencimiento de que la posibilidad de abortar de las mujeres en este país no se verá menguada se apruebe o no la ley del inefable don Alberto es total, la biopolítica del sistema no es ni será a corto plazo la de incrementar la demografía ni poner a las mujeres a parir hijos  y, por lo tanto, el aborto seguirá siendo un recurso imprescindible para mantener o hacer descender el número de hijos por mujer. Otra cosa es que el precio de la intervención suba en el futuro lo que estaría en consonancia con la carestía general de la vida.
Me he preguntado qué sentido tiene entonces la modificación de una ley que parecía que sería la definitiva en este asunto puesto que, en realidad, nadie, en las alturas, desea prohibir ni dificultar el aborto (hay que recordar que el mayor crecimiento de los abortos en el Estado español se produjo durante los gobiernos de Aznar sin que hubiera ninguna reacción retrógrada por parte del PP y que la ley actual fue votada por los demócrata-cristianos del PNV y por muchos católicos recalcitrantes como el señor Bono sin que la Iglesia haya excomulgado a ninguno). Lo cierto es que se ha conseguido abrir un debate social y movilizar a favor del aborto a muchos sectores que de no ser por la alarma creada tendrían posiciones más críticas en estos asuntos. Tal vez esa sea el objetivo auténtico de este proyecto de ley que puede que esté destinado de antemano a no ser aprobado.
Otra posibilidad es que el ligero descenso de los abortos producida en el último año haya alarmado a las elites mandantes viendo que el plazo de 14 semanas sea demasiado breve y esté resultando un elemento disuasorio o un impedimento y que sería más eficaz una ley sin plazos, como la que propone de hecho Gallardón, o con un plazo más amplio como han pedido ya algunos como Rosa Díez. Este hecho vendría a demostrar que una parte de los casi 120.000 abortos que se producen cada año no lo son por la espontánea y libre decisión de la mujer (pues si una mujer tiene clara su decisión de no continuar un embarazo abortará en las primeras semanas de gestación) sino por las presiones que reciben las embarazadas de las empresas, los funcionarios del Estado del bienestar, las familias o las parejas, o bien por las condiciones materiales (económicas, de ausencia de redes de apoyo etc.). Cuando la decisión de abortar es no libre sino forzada por la presión o las circunstancias la resolución es a veces difícil y mantiene a la mujer durante semanas indecisa y vacilante por lo que puede superar el plazo legal con facilidad.
El actual debate actúa como una barrera al esclarecimiento de los verdaderos problemas, como una cortina de humo que impide acceder de lo superficial a lo profundo. Bien, acordando, por sentido común, que el aborto no debe ser ilegal ni perseguido dentro de unos plazos razonables que excluyan el infanticidio encubierto, y que la decisión la deben tomar los implicados y no los funcionarios o los profesionales. Acordando que toda frivolización de un asunto que tiene que ver con la vida y la muerte y con los límites de la libertad humana es peligrosa y que la enorme complejidad y dificultad que acompañan a esa decisión exige una enorme dosis de indulgencia y de aflicción. Acordando todo esto, tendríamos que abrir una reflexión seria y profunda que supere la obsesión por lo legislativo para poner sobre la mesa las implicaciones humanas del asunto.

Nos dicen que la libertad de las mujeres está en peligro, que el Estado las obligará a tener hijos aunque no los deseen; el “derecho de decidir”, curiosamente, incluye solo la potestad de no tenerlos mientras la posibilidad de ser madres se ve mermada de año en año y de día en día. En “Mujer e Igualdad de Trato. Análisis de la maternidad en la Unión Europea” de María  Teresa López López que se basa en los datos facilitados por el  INE (Instituto Nacional de Estadística) y Eurostat  (Oficina Europea de Estadística) se revela que, para Europa, hasta un 51% de las mujeres que trabajan no tienen hijos y una de las principales razones aludidas es la falta de conciliación laboral y familiar, jornadas laborales prolongadas, rígidas y con falta de sensibilidad por parte de la industria, estas son algunas de las razones de más peso para no querer (o no poder) ser madres. En el caso del Estado español el 49% de las mujeres que trabajan las no tienen hijos, un 27% tiene un sólo hijo, un 20% dos y sólo un 4% tiene tres o más” y concluye el estudio que el 85% de las trabajadoras querrían tener más hijos, es decir que el 85% de las mujeres que trabajan no tienen los hijos que desean. Me pregunto quién defiende la libertad de estas mujeres, no los grupos subvencionados e institucionales que se arrogan la representación de la libertad femenina pero tampoco aquellos que se declaran pro-vida y pro-maternidad que se limitan a hacer gorgoritos pero que nunca, nunca, denuncian a la gran empresa y el Estado como principales acosadores de la mujer embarazada.
Insiste en ello, en su relación con el aborto, el estudio del CSIC “Los determinantes de la interrupción del embarazo en España” de Margarita Delgado y Laura Barrios concluyendo que el primer determinante para abortar es el trabajo, sobre todo el trabajo por cuenta ajena. El porcentaje de abortos entre las empleadas crece cada año, mientras que entre las no ocupadas es bastante estable. Esto significa que las presiones sobre las trabajadoras se incrementan cada año y que la libertad para decidir sobre su vida (no solo sobre su cuerpo) está cada vez más limitada por las jerarquías económicas (también por las elites políticas que adoctrinan y presionan  a las mujeres a través de sus instituciones y funcionarios).
La biopolítica del sistema es la desnatalidad, el modelo mundial diseñado después de la II Guerra Mundial promueve el desplome de la natalidad y la incorporación en masa de las mujeres a actividades productivas y militares. De esa manera la energía que antaño dedicaban las féminas (y los hombres) a su vida privada, al amor, a la familia, a la crianza, a conversar con sus vecinos o a mirar un árbol, un bello edificio o una piedra, el tiempo dedicado a actividades que no generan beneficios al Estado o las empresas, es reconducida hacia la producción y el consumo.  La biopolítica es hoy un corsé de hierro que organiza la existencia de millones de personas, mujeres y hombres, pero de forma especial la de las mujeres puesto que la demografía, y por lo tanto, la maternidad, es un elemento clave de la administración política de la vida.
En las empresas las mujeres son hoy violadas y vejadas constantemente, esta es una verdad subterránea que se oculta y de la que nunca se dan datos oficiales, no existe como estadística como tantas realidades incómodas; también son inducidas, en realidad obligadas,  a abortar o a abandonar física y afectivamente a sus hijos para entregarse sin reservas a la cadena de la producción de servicios y mercancías, a la religión calvinista del trabajo. ¿Quién denuncia estos hechos? Mientras la maternidad no sea libre no puede hablarse de libertad reproductiva. Quienes aseveran que la libertad reproductiva es la libertad para abortar y para no tener hijos y olvidan que tiene que incluir también el tener tantos como cada mujer quiera niegan lo que prometen pues si se protege solo una de las opciones no hay albedrío sino coacción.
Poder abortar no es equivalente a ser las mujeres libres y soberanas, en países como China el aborto es obligado para millones de ellas, en otros como Pakistán convive una ley del aborto bastante amplia con una situación de especial sometimiento y subordinación de las féminas. En los  últimos sesenta años se han hecho una infinidad de experimentos con la fertilidad de las mujeres (principalmente de las mujeres, pero también la de los hombres en muchos casos) de la mano de los poderosos del mundo, con la ONU a la cabeza, llevando por todo el planeta los programas de planificación familiar, es decir de planificación biopolítica, de la mano de organizaciones como la IPPF, las fundaciones Ford y Rockefeller o los gobiernos de turno como ha sido el caso de las esterilizaciones masivas de Fujimori en Perú. Millones de mujeres han sido esterilizadas u obligadas a usar potentes venenos que actúan como anticonceptivos como el depoprovera.
En Occidente no somos más soberanas respecto a nuestra fecundidad como demuestran los informes citados más arriba, las empresas, los funcionarios del Estado, los medios, los intelectuales del sistema… todos colaboran para bloquear el albedrío de las mujeres y de los hombres en este asunto.
Toda biopolítica debe desaparecer, ni los Estados ni las instituciones supraestatales tienen que controlar la fertilidad que debe ser libre. Desgraciadamente hoy tanto los pro-aborto como los anti-abortistas entienden que es el ente estatal quien debe administrar la vida legalizando o ilegalizando el aborto, protegiendo y subvencionando la maternidad y legislando la conciliación laboral y familiar, es decir, todos son contrarios a la verdadera libertad reproductiva y favorables al gobierno político de la reproducción humana y por lo tanto a convertir la sociedad en una granja. Ninguna biopolítica es admisible ni la que obstaculiza y prohíbe la maternidad ni la que la promueve y protege, la maternidad no es un deber social de las mujeres, ni un trabajo que deba ser remunerado (repugnante idea que han promovido algunos), es una decisión libre y soberana de los sujetos.
El aborto ha crecido cada año desde la promulgación de la primera ley en 1985 por numerosas razones entre las que destacan:
·         La incompatibilidad del trabajo asalariado con la maternidad y la conversión de las mujeres en “animal laborans”, “mulas” destinadas a las labores productivas. Una parte fundamental de los abortos se producen por la presión de la vida laboral.
·         La incompatibilidad de la maternidad con la vida militar a la que las mujeres están hoy destinadas tanto como los hombres para servir al Estado y sus intereses en el mundo.
·         El ascenso de las ideologías anti-maternales y su imposición por el adoctrinamiento permanente.
·         La existencia de una industria del aborto que mueve más de 50 millones de euros al año según cifras del Ministerio (pero que según algunos analistas podría ser hasta el triple) y que tiene conexiones políticas con el Estado evidentes lo que la convierte en un grupo de presión con mucho poder.
·         La destrucción de la comunidad horizontal y las redes vecinales y familiares que han transformado la crianza en una tarea difícil y agotadora.
·         La inmadurez y el entontecimiento que promocionan las políticas de protección y ayuda de los Estados del bienestar y que hace que una parte de la población se haga incompetente para asumir su responsabilidad respecto a su fertilidad y negligente en su vida erótica.
·         La desestructuración de la conciencia de la sexualidad en una parte cada vez mayor de las personas que carecen de conexión con su propio cuerpo y de la percepción de la fecundidad asociada al acto sexual. Hay en ello un grado de infantilización y torpeza colosales.
·         La falta de amor por los niños y niñas o el miedo por desconocimiento que es social y estructural.
·         Los modelos de vida adolescentes que se extienden hasta edades avanzadas y que retrasan cada vez más los ciclos de la vida y la madurez de los sujetos.
Estas son las principales causas de los abortos hoy, solamente un número pequeño de las interrupciones de embarazos se deben a motivos que pueden entenderse como inevitables y necesarios o simplemente libres. Resulta llamativo el uso inmoderado, en este asunto, de los conceptos de respeto al deseo de la mujer y su capacidad de elección, categorías que no tienen trascendencia cuando se trata de su relación con el mundo laboral, pues nadie defiende que las mujeres deban defenderse y actuar con total albedrío e independencia en la empresa. 
Respecto a los abortos eugenésicos está justificado que en los casos de malformaciones muy graves o incompatibles con la vida se acorte con el aborto el grado y cantidad de sufrimiento que esos nacimientos provocarían, pero es cierto que en otros casos los padres se ven obligados a abortar porque hoy no se dan las condiciones sociales para elegir criar y dar una existencia digna a criaturas con limitaciones menos graves que están condenadas por el sistema actual a llevar una existencia infrahumana en guetos de “tarados”.
No es, por lo tanto, la libertad de elección el primer condicionante del aborto, sino justamente la ausencia de libertad o de conciencia –que es igualmente ausencia de albedrío- lo que promueve el 95% de las interrupciones de embarazos.
El ascenso del capitalismo estatal y privado impide la maternidad a la inmensa mayoría de las mujeres, sobre todo a las de las clases sociales más desfavorecidas, las condenadas a ser las nuevas esclavas productivas. Ese era el objetivo no confesado pero suficientemente explícito de Simone de Beauvoir en “El segundo sexo” un texto dedicado a denigrar la maternidad para hacer posible la transición de las féminas de mujeres humanas a animales de trabajo, este texto ha de ser considerado entre los fundamentales en la estrategia de De Gaulle de recuperar la “grandeur de la France”  y sus planes imperialistas.
Pero no es la francesa la vanguardia en el diseño intelectual de la nueva criatura productiva y asexuada, en el año 1948, un año antes de “El segundo sexo”, con el franquismo en su apogeo tras haber derrotado la resistencia popular del maquis (que en ese año comienza a ser un movimiento a la defensiva y en desintegración) se publica aquí “La secreta guerra de los sexos” de María Lafitte, condesa de Campo Alange, allí escribe la aristócrata colaboradora de la Sección Femenina, “en general, nunca se concedió a la mujer la facultad de liberar su energía materna para emplearla en alguna actuación extramaterna…hasta hace poco, y aún todavía, solo parecía legítimo que la mujer satisficiera sus ambiciones dentro de la maternidad. Jamás se permitió poner otra meta a su instinto”. El texto tuvo una segunda edición en 1950 (en la que se elogia el trabajo de la francesa, en consonancia con otro panegírico de la “filósofa” escrito por Mercedes Fórmica en la Revista de Estudios Políticos) y una tercera en 1953, con todos los parabienes del régimen.
La derecha es tan anti-natalista como la izquierda, aunque con un discurso más ambiguo, en Francia la ley del aborto se aprobó en 1975 por un gobierno de derechas, el de Giscard d´Estaing, aquí, aunque el PP votó en contra de la ley del 85 no hizo ningún cambio en los años posteriores en que gobernó, tampoco ahora habrá cambios sustanciales salvo para ampliar los plazos para abortar.
Todos los que se muestran contrarios al aborto y justifican el sistema político y económico actual son inconsecuentes, la sociedad presente hace casi imposible la maternidad para la gran mayoría de las mujeres por muchos motivos. Además de los citados arriba hay que considerar:
·         el desencuentro trascendental entre mujeres y hombres por la legislación (como la LOVG) y el adoctrinamiento ha hecho cada vez más difícil el sexo heterosexual -y por lo tanto el embarazo- la crianza con apoyo y compartiendo la vida.
·         Los graves desórdenes en la vida erótica y sexual de las mujeres y los hombres creados desde arriba por la emergencia de un ejército de expertos, profesores, escritores e intelectuales dependientes del sistema que han hecho de la vida sexual un galimatías cargado de doctrinas políticas que impiden el natural y auto-construido desenvolvimiento de la vida erótica de los sujetos.
·         La desconexión entre las mujeres y su cuerpo y entre los hombres y su soma que ha introducido una crisis trascendental de la feminidad y la virilidad que terminará afectando a la constitución de la especie.
Por ello quien no denuncie el trabajo a salario, el ejército permanente, el negocio del aborto, la destrucción de la comunidad popular, de las redes de vecindad y la familia, la Ley de Violencia de Género, el sistema educativo con la universidad a la cabeza, la falta de autonomía y auto-construcción de los sujetos, el Estado del bienestar, la tiranía de los expertos, las biopolíticas en todas sus expresiones, la existencia del Estado y de la empresa capitalista con trabajo dependiente, no puede decir que está a favor de la maternidad y paternidad libres y soberanas.
En una sociedad con redes de apoyo y costumbres convivenciales, con ascenso del amor y conexión íntima de los sujetos con sus inclinaciones naturales, con alegría de vivir y  centralidad de las necesidades humanas, la maternidad sería, para la mayoría de las mujeres, y la paternidad para los hombres, una experiencia elegida con satisfacción y fácil de llevar adelante, compatible con una vida íntegra en todos las dimensiones del vivir plenamente civilizado.
En definitiva, el aborto no es la solución a la existencia desquiciada que llevan las mujeres como el dinero, la nómina, no puede justificar el horror del trabajo asalariado, por el contrario el aborto masivo confirma y sanciona la vida descompuesta y enloquecedora  que impone la modernidad a las mujeres igual que los altos salarios evidencian la deshumanización del trabajo en nuestros días.  
En todo caso el aborto es un mal inevitable en determinadas condiciones y sobre sus causas y consecuencias es necesario que cada uno de nosotros hagamos un juicio y evaluación que tenga en cuenta la infinita complejidad de las cuestiones que afectan a la vida, la muerte y el albedrío humano, en estos asuntos los juicios simplistas y unilaterales son siempre equivocados y nunca puede decirse que se ha llegado a un orden moral perfecto e intachable. La moral práctica, humana, factible es siempre limitada e incompleta y en lo que se refiere al aborto es imposible hacer un juicio de carácter universal por lo que cada situación ha de ser pensada y meditada desde la disposición a hacer lo correcto, de ahí la responsabilidad que cada sujeto tiene en sus decisiones, algo que ignora por completo el debate actual.

11 comentarios:

  1. Muchas de las consideraciones que haces son asuntos importantes que habría que tomar en cuenta, pero la mayoría de la gente no lo hará. Esto porque no se debate para cambiar el sistema (si la gente quisiese cambiar estilo de vida nos daríamos cuenta), se debate para obtener un beneficio y callar al adversario ideológico. Lo único que no me convence en tu bella y profunda análisis es que, dada mi edad (45), he asistido al debate sobre el aborto por los últimos 30 años y he visto progresar bastante los antiabortistas pero no los provida. Los antiabortistas de hoy, aunque en su mayoría son creyentes (de alguna religión) y no han aprendido todavía a tener un lenguaje abierto, que no incluya sus dogmas, sí ponen en duda el sistema que nos obliga a ser piezas productivas y además están apoyando (aunque de manera insuficiente) a las embarazadas que tuvieron sexo de manera casual, afirmando que la comunidad (el vecindario) en la que vive la embarazada tiene la responsabilidad de darle alternativas al aborto con su apoyo en vez que decirle que no ha tenido un comportamiento serio. El movimiento abortista, en vez, repite incesantemente eslóganes de hace más de 30 años. Pensar que chicas muy jóvenes los repitan sin añadir nada, sin entender que ya no han convencido y muy difícilmente convencerán, sin aportar algo proprio... es alienante. Además, el materialismo es lo que la gente quiso. Puede haber sido pensado para limitar la población joven, pero la mayoría de la gente lo quiso. Las abortistas de hoy tienen serios problemas con que una mujer (me ha pasado varias veces) quiera tener un hijo no planeado en un momento de dificultades y se acercan a ella para hacerle entender que si no aborta está loca. Así que, por ejemplo, los niños míos que según ella hubiera tenido que abortar son los dos que tienen mi apellido. Con el niño que tuve mientras estaba casada no se ha metido nadie. Quiero decir que es al revés, si antes te juzgaban los religiosos ahora lo hacen las abortistas, pero el niño que desaparece, que se oculta, que se aborta, es siempre el mismo, el que no encaja con la familia considerada 'bien', el impresentable, el pobre, si no el hijo ilegítimo. Es curioso que pase esto. Yo creía (en mi loca inocencia) que la libertad sexual hubiera terminado dándonos la posibilidad de tener hijos con diferentes partners, sin casarnos. Añadiría que, aunque una persona pueda considerar tener un derecho y considerar que el feto no tenga derechos, es muy peligroso dejar que la medicina se ocupe de asuntos que no son enfermedades y que, por eso, no se puedan tratar para devolver al paciente la salud. A parte de curar una enfermedad o socorrer quien tiene un accidente y llega herido a urgencia, el médico no tiene nada que hacer. Yo pienso que, afuera del debate aborto sí - aborto no, se debe empezar por volver a parir en estructuras que no sean hospitales (o en casa) y por supuesto a dejar de hablar de aborto medicalizado, si se admite el aborto (a mi no me gusta, sinceramente, el único resultado del aborto es que luego vamos a fastidiar con mucha arrogancia a Rusia, África o China para que nos den niños en adopción) es justo que lo practiquen personas que capaces pero que no hayan jurado de ocuparse de pacientes con problemas de salud y de no hacer daño a nadie. Un cirujano plástico, un médico militar, tendrían una ética que choca menos con este asunto y no se desataría todo el problema de la objeción de conciencia. Pero los abortistas no proponen algo así porque les interesa ver a la mujer como un error de la naturaleza y defender su idea de mujer biónica, que no queda embarazada hasta que la barriga no se ve (el 4to mes). Son muy fieles al 'mundo de la imagen' en el que vivimos.

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    1. volviendo a leer me di cuenta de un error al comienzo de mi comentario, quise decir que 'he visto progresar a los antiabortistas pero no los abortistas', es decir que estos últimos nunca han pensado 'En qué nos hemos equivocado, si nuestras peticiones siguen siendo contestadas' y mantienen una actitud diría dictatorial pidiendo que no se hable más del tema.

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  2. Yo me he quedado con el dato de que el 51% de las mujeres que trabajan en Europa no tienen hijos (donde está la presión para ser madre de la que habla la Gimeno???) y que el 85% de las mujeres trabajadoras en España quisieran tener más hijos de los que tienen...
    Lo he publicado en mi blog.
    Gracias de nuevo, Prado!

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  3. No estoy de acuerdo con la afirmación de que ahora la biopolítica esté promoviendo la desnatalidad: en todo caso, sería cierto parcialmente sólo desde una perspectiva eurocentrista, pues es evidente que la reproducción, la producción de la fuerza de trabajo, siempre será necesaria para la continuación del sistema. Si analizamos la sociedad a nivel global, podemos concluir que la biopolítica imperante sigue siendo la de tener a las mujeres confinadas en la maternidad, la de determinar su "naturaleza" en base a este papel, y la de ser las protagonistas mayoritarias de la pobreza y de la falta de libertades.

    Recomiendo la lectura del artículo de David Algarra para el análisis de otra visión de las estrategias demográficas de las elites. http://www.upaya.es/?p=1621

    En los últimos años, sobre todo antes de la crisis, la incorporación de la mujer al trabajo asalariado ha sido indiscutiblemente una tendencia en auge y favorecida por el sistema. Ahora bien, que la mujer haya entrado en el trabajo productivo no quiere decir que se haya "librado" del trabajo reproductivo. El resultado de esta tendencia ha sido el doble trabajo femenino. Desde la crisis, el paro y la pobreza no ha hecho más que estar representado por mujeres, así como los puestos de trabajo peor pagados, de menor valor y mayor precariedad han estado llevados a cabo por las mujeres.

    El arquetipo de la maternidad sigue estando muy arraigado en nuestra sociedad. No tengo ninguna intención de tirarlo abajo, pues en unos años querría ser madre, pero las afirmaciones que se dan acerca del rechazo a este papel que autoras como Beauvoir han provocado me parece falso. Al menos desde mi experiencia, y pese a ser licenciada universitaria y haberse esperado de mi siempre el acceso a un buen trabajo asalariado, desde los agentes sociales más cercanos a mí -es decir, la familia y los amigos- siempre se me ha alentado a la maternidad. En la televisión, cine, etc, la figura de mujer trabajadora y madre es la predominante. A parte de discursos muy marginales dentro del feminismo y casi siempre respondidos dentro del mismo feminismo, no he oído voces que vayan contra la maternidad.

    Con esto quiero poner de manifiesto que en efecto el principal enemigo de la maternidad -y la paternidad- es material, son las condiciones penosas a las que nos somete el sistema, pero en ningún caso se trata de una cosmovisión que se esté extendiendo.

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  4. Para un análisis en profundidad de lo que implica el trabajo reproductivo-doméstico para el mantenimiento del sistema capitalista, y del sentido político que determinadas luchas de los años 70 defendían en favor de un salario por el trabajo doméstico (que en ningún caso se puede considerar una postura repugnante como afirma Prado sin conocer qué implicaron en realidad estas luchas y en qué contexto se realizaron) recomiendo la lectura de "Revolución en punto cero" de Silvia Federicci. También recomiendo su libro histórico "Calibán y la bruja" para un análisis sobre como la caza de brujas, la persecución de las mujeres y en sentido amplio la instigación al odio entre hombres y mujeres por parte de las elites durante la Baja Edad Media y el Renacimiento para mermar la solidaridad y convivencia popular imperante en la Alta Edad media constituyeron un factor básico para el surgimiento del capitalismo y del Estado, y llevaron al modelo de relación basado en la opresión del género masculino al femenino, y a los modelos de género masculino y femenino que se han promovido desde el sistema basado en una diferenciación sexual y alienación entre los sexos cada vez más marcada, y en una diferenciación en las tareas y en la "naturaleza" de cada uno, caracterizado por la separación entre el trabajo doméstico y asalariado, la desvalorización del primero y la asunción del mismo a las mujeres, que dio lugar al nacimiento del feminismo.

    Alexandra

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  5. Muy lúcido, Prado. Se me ocurre hacer una comparación fabuladora: Imaginemos que alguien pretenda defender el derecho a la vida confeccionando leyes enfocadas a la limitación de la eutanasia. Se dirá que limitando esta, se está defendiendo el derecho a la vida, lo cual es falso, pues se desvía el problema hacia ámbitos que no son condición necesaria para que la vida sea defendida. En el caso de la ley del aborto sucede exactamente lo mismo. Efectivamente, no es el el derecho al aborto lo que permite (causalmente), de facto, que mujeres y hombres libremente elijan si quieren o no tener hijos y cuántos, sino las condiciones materiales y sociales que pueden favorecer o inhibir estas decisiones. Esto, que sí es el meollo causal de la cuestión, queda obviado y ninguneado en todo discurso de derechas, izquierdas o de entreplanta. El tema es solo un cebo, vil señuelo que nos desorienta y divide... una vez más.

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  6. No vino en España, pero tu post es muy universal. Saludos.

    saltutierra.blogspot.com

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  7. Totalmente de acuerdo con el inteligente comentario del anónimo 24 de febrero de 2014, 18:09: "la biopolítica imperante sigue siendo la de tener a las mujeres confinadas en la maternidad". Y es que hay trabajos y trabajos. El trabajo reproductivo es degradante y denigra a la mujer pero por ejemplo el trabajo de cajera del Carrefur la dignifica. Es necesario, por tanto, lograr que ese trabajo indigno acabe siendo realizado por los hombres, al igual que ocurre con la minería, la albañilería y otros. Pero quizas sea una prropuesta demasiado atrevida para esta sociedad machis heteropatriarcal que sufrimos las mujeres.

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    1. El "trabajo reproductivo" como llamas tú al hecho de dar la vida a una persona, amarla, criarla y apoyarla incondicionalmente, no denigra a la mujer, al contrario, es su mayor poder y su mayor privilegio y orgullo. No es un trabajo indigno, y ya hay muchos hombres que lo están ayudando a las mujeres en ello. Tampoco la minería, ni la albañilería son trabajos indignos. Por debajo de la actitud libertaria que pretendes expresar en tu comentario hay un impresionante clasismo aristócrata arrogante. Y lo peor de todo es que no eres una excepción, sino una amplia mayoría. Qué triste...

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  8. La vida cotidiana nos da ejemplos a los que debemos prestar atencion. En la peluqueria.modesta de mi barrio la peluquera (28 años) comunica con. alegria a una clienta habitual que esta embarazada del que sera su segundo hijo. Son 3 trabajadoras autonomas en la veintena, cada una con un hijo, se han ido turnando en los respectivos embsrazos para poder atender el negocio, se turnan tambien en los horarios. Un nuevo hijo para una de ellas es motivo de alegria, las otras 2 esperaran que sus bebes crezcan para decidir si querran aumentar la familia. La clienta que escucha la buena nueva recuerda que su hija no tuvo mucha suerte, tenia un embarazo de riesgo pero penso que ya estaba bien y se reincorporo al trabajo pese a que su familia y el medico se lo desaconsejaron, pero su empleo corriapeligro y no lo queria perder. Asi fue no perdio el trabajo pero perdio el hijo, los puestos de trabajo para las mujeres en precariedsd les cuestan a veces un precio demasiado alto

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  9. "El trabajo reproductivo es degradante y denigra a la mujer pero por ejemplo el trabajo de cajera del Carrefur la dignifica" esa frase no tiene precio y es en si misma para enmarcarla como ejemplo de la decadencia humana a la que esta llevando la construccion discursiva del neopatriarcado a traves de ciertas teoreticas feministas. primero, por considerar la reproduccion humana un trabajo -todos los seres vivos, de los cuales solo el humano "trabaja" se reproducen, es una parte indispensable del ciclo de la vida en la que, ademas, acostumbran a aflorar los mas bellos instintos universales de amor y apoyo mutuo sin intereses materiales-, y segundo, por considerar que el trabajo de cajera de Carrefour -o cualquier otro trabajo asalariado y en dependencia de una empresa- dignifica a nadie, igual da que sea hombre que mujer. seguramente el "poder" recoger algodon en una plantacion y "poder" ser de tanto en tanto violada por el patron "dignificaba" a la mujer negra en estados unidos... lo que dignifica es el poder desarrollarse humanamente en cualquier actividad que consideremos necesaria -no se si los carrefours y sus cajeros/as lo son- para el desarrollo comunitario y el autodesarrollo personal, no la esclavitud moderna asalariada. con mentalidades asi no es extraño que ciertos discursos calen tan hondo. la colonizacion mental que ha conseguido el sistema haciendo que amemos a nuestros verdugos y odiemos a nuestros pares y a nuestro propio cuerpo es absoluta en cada vez mas personas, incluso anarquistas...

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