MUJERES EJEMPLARES
“No
hay posadas de felicidad ni de descanso. Se va siempre
por un camino heroico hacia la dignidad y
la superación de la vida”
(León
Felipe)
Nuestra
auto-construcción necesita de referentes, de modelos y ejemplos que den
contenidos al ser y pensarse mujer.
Cuando
he contemplado el arte sacro que se conserva en iglesias, catedrales y museos
siempre me ha llamado la atención la proliferación de representaciones de las
mártires, especialmente en las tablas y tapices de los siglos XV y XVI, modelos
de mujer luchadora que aparece en numerosas ocasiones con la palma y la espada.
Entiendo que muchas mujeres han (hemos) visto en esas figuras un ideal de
feminidad que se realiza en la entrega a causas grandes y magníficas, que
expresa la plenitud del amor a la vida entregando generosamente su propia existencia
individual, es más, creo que ese arquetipo de mujer ha tenido una influencia
fundamental en innúmeras generaciones de mujeres en Occidente.
En
los últimos días, leyendo un libro que recoge las “Cartas de los condenados a
muerte víctimas de nazismo” (Barcelona, 1975), reparo en la fuerza de muchas de
las cartas escritas por mujeres, me afirmo en esta idea, en esta imagen de la
potencia vitalista y la fortaleza de espíritu que destila una cultura devenida
del Medioevo occidental en el que al héroe se suma la heroína como compendio de
la virtud humana derramada en los dos sexos. Prefiero hablar de heroísmo antes
que de víctimas, quienes fueron condenadas a muerte lo fueron en calidad de
combatientes por sus ideales, al igual que las mártires cristianas, fueron, en
todo caso, derrotadas pero no humilladas ni doblegadas.
Estos
hechos son la mayor refutación de esa idea insensata de que no fuimos sujetos
de la historia sino únicamente seres atropellados, escoria de la sociedad,
sometidas perpetuas, buenas para nada.
Ahora
más que nunca son necesarias mujeres entregadas a empresas épicas porque en las colosales catástrofes
sociales que se avecinan necesitaremos de ese espíritu y de esa capacidad de
sacrificarlo todo al bien como idea realizable.
Dejo
extractos de algunas cartas de mujeres, algunas muy jóvenes, otras ya madres,
que se comprometieron con un ideal de vida humana, con independencia de que tal
ideal tuviera acierto y error, y entregaron su vida por él. Son por ello
modélicas y dignas de ser imitadas.
Marie Fixcher, austriaca,
arrestada por la Gestapo junto a su marido torturados y decapitados, escribe
sus últimas cartas a su marido: “sois la
época más feliz de mi vida. Nos hemos entregado el uno al otro en todo… Sé
valiente, querido Rudi, tómalo todo como venga” y a su hija: “no es tan
importante vivir unos días más o menos… Sé valiente y mantente firme” (sin
fecha).
Hedy Urach, 39 años,
austriaca, escribe a su familia “mi
saludo para vosotros y todo mi infinito amor para lo bello y lo bueno… Paso el
tiempo en la celda de la muerte con la máxima calma” (21 de marzo de 1943).
Fernande
Volrar,
24 años, belga, sorprendida en el transcurso de un transporte de armas, hirió a
uno de los asaltantes alemanes, fue guillotinada. Escribe a su madre: “estoy muy tranquila… he actuado conforme a
mis principios. No hay muerte triste cuando se tiene ese consuelo. Creo haberme
comportado siempre dignamente … La prisión no me ha cambiado moralmente, salvo
para hacerme mejor” (sin fecha).
Marie
Kuderíková,
22 años, checa, escribe a su familia: “Me
separo de vosotros, os saludo, os amo. No lloréis, yo no lloro … hoy 26-3-1943,
a las seis y media de la tarde, dos días después de haber cumplido veintidós
años de vida, exhalaré mi último suspiro. Y no obstante, respiraré hasta el
último momento. Vivir y creer. He tenido siempre el valor de vivir … La vida con
su latir cotidiano. Amadla, amaos, aprended el amor, defended el amor, propagad
el amor ¡Deseo que sintáis, como yo, la belleza de sus dones naturales … Toda
mi vida ha sido hermosa. Ardiente, llena de fe, combativa y victoriosa” (26 de
marzo de 1943).
Antoine
Elsnicová-Bejdová,
32 años, polaca, escribe a su hijo pequeño: “Debo
dejarte aunque te quiera tanto. Pero no estés triste, tu madre está ahora bien
… acuérdate de mí, y de tu papá, que ha tenido que morir aunque no quisiese …
no he podido actuar de otra manera” (8 de septiembre de 1944).
Ciertamente son pasajes muy inspiradores, Prado. Gracias por compartirlos.
ResponderEliminarGracias por ese "perfume de libertad", Prado.
ResponderEliminarSaludos en este 8 de marzo
José Mª