Páginas
▼
Las mujeres y la guerra
Las mujeres y la guerra. Militarismo, feminismo imperial y biopolítica en el siglo XXI.
Después de la matanza de Qala-e-Now, perpetrada por tropas españolas compuestas por mujeres y hombres y cuyo mando político ostenta una mujer no se puede seguir escribiendo que la guerra es monopolio masculino como afirma Victoria Sau en su “Diccionario Ideológico Feminista”. Las guerras de Irak y Afganistán han revelado incuestionablemente la existencia de torturadoras, sádicas o agresoras sexuales a los prisioneros. Los sucesos de Abu-Ghraib escandalizaron al mundo pero no son algo excepcional. Sabemos que tales matanzas y acciones sanguinarias no se han realizado solamente sobre soldados y militares sino que se han llevado a cabo contra la población civil como en Qala-e-Now. Negar la evidencia de la participación singular y creciente de féminas en tareas represivas y bélicas es hacer apología del militarismo y los crímenes de guerra, cerrar los ojos a estas realidades que conforman la existencia concreta y material del aparato militar actual es igual a impedir la posibilidad de que se constituya un antimilitarismo efectivo y consecuente.
Los hechos son que el Estado español, a la muerte de Franco, era un país sin proyección internacional, con un ejército que arrastraba el estigma del franquismo y era mayoritariamente rechazado por la sociedad, treinta años después las cosas han cambiado radicalmente. La institución militar es hoy la mejor valorada por la ciudadanía, el reino de España es hoy una potencia imperial con intereses en muchas zonas del planeta y cuenta con una extensa red de empresas multinacionales.
No puede negarse que son las mujeres y los inmigrantes, es decir, la categoría de los oprimidos, los que han asegurado el reclutamiento en el ejército profesional, este proceso ha sido dirigido especialmente por la socialdemocracia que ha conseguido que durante la legislatura de 2004 a 2008 las mujeres hayan ampliado su presencia en el ejército en un 23% mientras que los hombres lo hicieron en un 4,7%. Los gobiernos paritarios del PSOE han mandado más tropas que nunca antes a operaciones militares en el exterior y han aumentado las exportaciones de armas en un 130%. De todos los europeos, el ejército español es el que tiene mayor porcentaje de mujeres y cuenta con las militares más motivadas, lo que se traduce en la demanda femenina de puestos operativos y su mayor presencia en las misiones internacionales, de manera que puede afirmarse que la creación de un poderoso feminismo de Estado ha sido la condición para dar un impulso sin precedentes a la máquina bélica imperial del reino de España. Muy pocas, en nuestro entorno, han osado denunciar este hecho como lo hace la norteamericana Zillah Eisenstein que ha llamado “feminismo imperial” a esta corriente de opinión y de acción política e institucional por su contribución al crecimiento militar estadounidense.
Las mujeres nos hemos de constituir, inevitablemente, como militaristas o antimilitaristas, como amantes del Estado o contrarias a la maquinaria de opresión del poder lo que hace inaplazable el debate y reflexión colectiva sobre las corrientes feministas del presente. Tanto el feminismo de Estado como otros que, sin ser institucionales, tienen una vocación claramente estatolátrica, contienen ideas y proyectos que, mirados imparcialmente, adoptan una deriva militarista innegable # además de haberse convertido en principios doctrinales que no precisan demostración, es decir, en verdades religiosas.
La más importante de ellas es que son los hombres los que oprimen a las mujeres. Basándose en la creación de una narrativa de las atrocidades cometidas por el género masculino en el mundo tradicional se construye una forma de pensamiento en la que el odio tiene una función primordial. El sexismo ocupa hoy el lugar que en el pasado tuvieron el patriotismo y el racismo como organizadores del espíritu del soldado. El victimismo y el resentimiento hacia el varón son instrumentos para la construcción de la figura del enemigo y para convertir el odio y la destructividad en la forma natural de existencia de las féminas.
Al tiempo que crece la inquina hacia el varón se alimenta el amor hacia el Estado que es exculpado de su función opresora sobre la mujer. La estatolatría, que es siempre una forma de militarismo, es el fundamento de un feminismo que difunde que son las instituciones estatales quienes acabarán con el “orden patriarcal” a través de la legislación y el aparato de fuerza que la aplica. Con este argumento se han creado algunas leyes como la de Violencia de Género, que siendo una auténtica ley de excepción, se presenta como paradigma de la protección de la mujer y que, por ello, apenas ha sido contestada.
Pero el militarismo no se alimenta exclusivamente de ideología sino que aspira a transformar toda la vida social en función de sus objetivos. Las llamadas “conquistas femeninas” de los últimos decenios son en realidad imposiciones biopolíticas fundamentadas en necesidades militares.
La incorporación de las mujeres al mundo laboral capitalista era la condición indispensable para el crecimiento del Estado que requería reduplicar sus ingresos por impuestos, desarrollar su aparato productivo y crear poderosas empresas capaces de expandirse en el exterior con el apoyo del ejército. La potencia militar de los países occidentales no depende hoy de tener una fuerte demografía sino de que las féminas colaboren con el ente estatal como fuerza económica, política e ideológica. La desnatalidad es, por ello, inducida desde el poder aunque se presente como una victoria de la lucha de las mujeres. Basta con reunir un puñado de documentos institucionales y no ser ciegos a la realidad para percibir que defender hoy los argumentos antinatalistas es igual a ejercer de voceros del poder constituido y sus planes militares. A través de las políticas migratorias, que son otro constituyente esencial de la biopolítica, la natalidad se ha convertido en un proceso productivo más, mientras que las mujeres de Occidente son llevadas a la esterilidad forzosa, presionadas no solo con ideas, sino con la coerción material de las empresas y las instituciones políticas para que limiten su fecundidad, otras mujeres en los países del sur son forzadas a parir hijos que nutran el destructivo aparato económico y militar del primer mundo.
La desintegración de las relaciones sexuales, personales y afectivas y de las instituciones naturales de convivencia que son el origen de una vida de soledad, incomunicación, egoísmo existencial y angustia vital, que afecta a mujeres y hombres por igual, se han presentado como una conquista positiva para la feminidad. Sin embargo el aislamiento de los sujetos es siempre provechoso para el poder pues debilita la fuerza de su enemigo natural que es el pueblo. Las funciones que en el pasado tenían estas estructuras de vida que, con ser limitadas e imperfectas conservaban rasgos de democracia y horizontalidad, son hoy desempeñadas por el sistema. La ampliación del Estado del bienestar declarado primordial agente para la emancipación de la mujer porque asume las funciones de los cuidados y el sostenimiento de la vida que fueron consideradas femeninas, es el instrumento para fomentar la fusión de las mujeres con esa institución de dominio y justificar su descomunal y temible ensanchamiento que no tiene como objetivo la libertad femenina (ni masculina) sino la lucha por ampliar su poder dentro y fuera de sus fronteras y, por lo tanto, el crecimiento del militarismo y la preparación de la guerra.
Hay que concluir que las llamadas “conquistas femeninas” no solo no han tenido un resultado emancipador sino que nos conducen a la sociedad del despotismo perfecto. La reordenación de las formas de vida del individuo moderno lleva desde las instituciones naturales y las relaciones básicamente horizontales al encuadramiento en organizaciones extremadamente jerárquicas y autoritarias como son la empresa, el ejército y los servicios del Estado del bienestar, ello ha convertido la sociedad en un descomunal cuartel, fusionando pueblo y ejército como nunca antes lo estuvieron en la historia.
Entregadas a un ejercicio de narcisista egoísmo muchas mujeres han abandonado la lucha política y el combate en pro de objetivos grandes y emancipadores y dedican su existencia a “las cosas de mujeres”, a dar vueltas sobre sí mismas y su cotidiano enfrentamiento con el hombre, experiencia que es un sustituto moderno de la antigua domesticidad, que negaba a la mujer los grandes problemas del mundo, pero más embrutecedor que aquella porque carece del contexto relacional y afectivo, del bagaje de conocimientos y habilidades que se derivaban del ejercicio de la maternidad y la resolución de las situaciones y necesidades de la vida familiar. El feminismo de Estado y el feminismo imperial han hecho una labor de zapa para restar fuerzas femeninas a los movimientos antiestatistas y antimilitaristas. La refundación del antimilitarismo, que precisa, para ser eficaz y vigente, adecuarse a los profundos cambios que se han producido en los ejércitos y en la estrategia militar de las potencias mundiales en los últimos decenios, la reflexión sobre su significado y la elaboración de una estrategia de lucha contra el aparato bélico del poder es una tarea también femenina que debemos asumir con coraje y decisión.
Entre los deberes fundamentales del presente se encuentra la crítica en profundidad del carácter imperialista y militarista del feminismo de Estado. La separación radical del movimiento popular de las mujeres y el feminismo institucional pasa también por la denuncia de todos los instrumentos puestos en marcha por el sistema en la forma de Estado del Bienestar que sirven al encuadramiento de las mujeres bajo su patronazgo con fines de dominación política y utilización militar de las féminas.
Otro cometido fundamental del movimiento de las mujeres es la definición de la ideología y axiología de las luchas femeninas; La recuperación de la convivencia, las relaciones horizontales, los afectos, la maternidad, el cuidado de los cercanos etc. han de ser rescatados como valores antimilitaristas y anti-Estado asumidos por ambos sexos. La lucha de las mujeres ha de partir no de la idea de poder, que forma parte del bagaje ideológico del sistema, sino de las de responsabilidad, capacidad personal, mérito, esfuerzo y, ante todo, conciencia y sentido de la realidad, poniendo en primera fila nuestras capacidades intelectivas, volitivas, éticas y relacionales como instrumentos de lucha contra el despotismo estatal.
En la actual situación mundial en la que los preparativos para la IV Guerra Mundial son ya la actividad principal de los imperios en liza, el posible y previsible choque entre Occidente y China (con alianzas que todavía no se han resuelto) pondrá a las mujeres en una tesitura históricamente nueva pues será la primera vez que la participación femenina en la guerra será igualada con la de los hombres. El Estado español podría reclutar por leva forzosa a más de ochocientas mil mujeres que, después de haber sido enfrentadas fatalmente con los varones, adiestradas en el odio e incapaces de unirse con los varones para luchar contra el Estado, compartirían con ellos tan trágica experiencia.
Si las mujeres hemos de combatir, hagámoslo contra la guerra y contra el Estado y no como de mano de obra para subyugar a otros pueblos, otras mujeres y hombres defendiendo los intereses imperialistas y despóticos del propio país ni a favor de las otras potencias que aspiran a ocupar el lugar de los dominadores.
Prado Esteban Diezma pradoesteban@hotmail
[ii] No es la militar la única función de estas ideas que forman parte de un proyecto político, un experimento social de gran calado, que pretende la transformación radical del sujeto humano tal y como lo conocemos hasta ahora.
Legislar contra el amor
La ley de Violencia de Género de 2004 (en adelante LOVG) fue aprobada por unanimidad en un parlamento mayoritariamente masculino (solo el 36% de los parlamentarios eran mujeres). La anuencia general que ha tenido esta legislación expresa su importancia capital para el Estado y la sitúa en la misma categoría que las directrices fundamentales del sistema como lo es la Constitución de 1978.
Los datos de su aplicación son estremecedores: El 13% de la población reclusa son varones castigados por delitos tipificados en la ley, una parte importante de esos delitos, de ser cometidos por mujeres, tendrían la categoría de faltas y no conllevarían penas de cárcel. Durante los primeros cinco años de vida de la ley más de cien mil hombres han sufrido algún tipo de condena o medida penal. El gobierno considera que las cien mil denuncias anuales que se producen no representan sino la cuarta parte de las que se deberían poner(1) por lo que hay que calcular que si los varones encarcelados por violencia de género son nueve mil en este momento podrían llegar pronto a las treinta y seis mil, es decir, incrementaría la población reclusa en un 50% creándose auténticos campos de concentración. Por otro lado, la aplicación de esta norma no solo no ha resuelto el problema de la muerte de mujeres por sus parejas sino que las víctimas(2) han seguido aumentando, un crecimiento que es producto precisamente del enconamiento, el resentimiento y la hostilidad que la ley, la machacante propaganda de los medios y el sistema educativo, entre otras causas, genera en las relaciones de los sexos.
Tal normativa tiene efectos muy beneficiosos para la máquina estatal capitalista que azuza la discordia entre mujeres y hombres como pretexto para seguir ampliando el estado militar y policial y la judicialización de la vida social a la vez que ensaya procedimientos excepcionales para el control y dominación de la población civil como las pulseras de seguimiento y vigilancia y para la manipulación mental masiva a través de las medidas (judiciales o no) de reeducación como las que actualmente se llevan a cabo con los hombres para la creación de lo que llaman la “nueva masculinidad”.
Apropiándose del discurso de la emancipación y la liberación femenina el feminismo de Estado hace aceptable una legislación que es, en los hechos, un régimen de excepción, con juzgados especiales y aplicación del derecho penal del enemigo a una parte de la población a la que se impone la presunción de culpabilidad genérica. La aplicación de estas medidas justifica el crecimiento imparable de las diversas policías y la Guardia Civil que aumentan al ritmo del 5% anual(3) , con un porcentaje de mujeres que en el Centro de Formación de Policía de Ávila que es ya del 19% para la escala básica mientras en la escala ejecutiva son el 56% de los aspirantes, algunas féminas han llegado a lo más alto del poder policial y estatal como Elena Sánchez, secretaria general del CNI o Concepción de la Vega, jefa superior de policía en Canarias.
Pero lo que es un monstruoso crecimiento del Estado represivo se presenta con tintes progresistas y liberadores de defensa de los oprimidos (las mujeres) y restablecimiento de la justicia social, por lo que la policía ya no es vista como institución para la tortura y la brutalidad contra la gente común sino como una ONG de salvadores y salvadoras de débiles féminas. La LOVG, sin embargo, no es un caso único, forma parte del vasto plan de ampliación de los instrumentos de la violencia estatal llevada a cabo por los gobiernos de la socialdemocracia desde 2004 y que incluyen un conjunto de leyes y la reciente reforma del Código Penal.
Además cientos de miles de mujeres están hoy de forma creciente en diario contacto con los aparatos represivos, las continuas visitas a las comisarías o los cuartelillos de la Guardia Civil hace que se establezcan relaciones de dependencia y adhesión hacia estas instituciones, la simpatía con la que se ve a sus miembros y la intimidad que, en muchas ocasiones, genera la relación que se establece con ellos será usada por el aparato represivo para reclutar entre las féminas confidentes y colaboradoras y adoctrinarlas en la ideología de un nuevo fascismo basado en la exaltación de las instituciones del Estado y el odio irracional, que ahora se concreta en el aborrecimiento de los hombres pero que podrá ser sustituido por cualquier otro grupo social pues su carácter emocional e instintivo hace muy fácil su manipulación.
El sexismo, que es la esencia la LOVG, es una ideología de la misma naturaleza que el racismo pues es un esencialismo biológico. De la misma manera que los nazis usaron el sentimiento antijudío para constituir su base de masas instigando el odio irracional y alimentando el emocionalismo más exaltado, el prejuicio androfóbico está siendo utilizado hoy por el poder con la misma función. Esta doctrina y los hábitos y pautas de conducta que el aleccionamiento incesante y la aplicación de las leyes llamadas de discriminación positiva crean en las mujeres harán renacer las filosofías y las organizaciones de corte fascista que, en muchos casos, tendrán rostro femenino(4) . Por este motivo entre las fuentes de las que se nutre el feminismo de Estado se encuentran corrientes que han sido inicuamente calificadas de antisistema como el movimiento SCUM que ya desde su propio nombre (sus siglas significan Sociedad para el Exterminio del Hombre) es un alegato fascista.
Con ser la represión el aspecto más llamativo no es el único, ni el más importante elemento inquietante de una ley que pretende transformar de forma radical e irrevocable las ideas, conductas y pautas culturales que han organizado históricamente los vínculos entre mujeres y hombres. En primer lugar define todas las relaciones entre los sexos como relaciones de poder y de dominio afirmando que, desde tiempos inmemoriales, los hombres han abusado de las mujeres(5) y utilizado la agresión contra ellas por el lugar privilegiado que ocupan en la sociedad. Afirman, asimismo, que la violencia de los varones hacia las féminas es estructural, es decir, se produce por el hecho de ser mujeres y no tiene una causa concreta. Paradójicamente los hombres solo son opresores para las mujeres cuando tienen lazos afectivo-sexuales con ellas pero no cuando son empresarios, gobernantes, policías, jueces, gerifaltes mediáticos u otros con poder; de lo que cabe deducir que no es una ley contra los hombres sin más sino contra las relaciones afectivo-sexuales, los vínculos y las instituciones naturales de convivencia. Resulta sorprendente que esta descabellada e insensata argumentación haya calado de forma tan rotunda en una parte significativa del cuerpo social.
Con tales discursos se alienta en muchas mujeres una ideología victimista, que reclama el derecho a ser débil a la vez que cultiva el rencor y el resentimiento más áspero hacia los varones, un rechazo irracional que anula las capacidades reflexivas e intelectivas en las féminas que lo sostienen y que provoca actitudes y sentimientos de agravio y de inferioridad y una agresiva ferocidad hacia el otro sexo. De hecho la ley al establecer la especial vulnerabilidad de las mujeres, su necesidad de excepcional protección hace gala de un machismo mostrenco pues sustituye la tutela marital que establecía el Código Civil de 1889 por la del Estado y sus instituciones y funcionarios, fundando de esta manera un neo-patriarcado estatal, que no solo las “ampara”, sino que hace recaer en ellas privilegios y ventajas innegables a cambio de la obligación de guardarle obediencia y servirle en todo. No podemos descartar, no obstante, que en un futuro próximo se incite la aparición de nuevas corrientes misóginas y machistas que expandan la llama de la discordia y la escisión.
La psicosis colectiva que los medios de adoctrinamiento y manipulación mental han conseguido crear con el argumento de la violencia de género ignora que no es el sexo el agente principal de la violencia en la sociedad, y oculta el aterrador crecimiento del enfrentamiento, las agresiones y los crímenes en el seno de la comunidad de los iguales. Muchos adolescentes (varones y mujeres por igual) maltratan a sus familias, especialmente a sus madres -que aunque son mujeres no son defendidas especialmente por las instituciones estatales-. Muchos ancianos, mayormente ancianas, pues son más longevas, sufren abandono y agresión física y emocional por sus allegados o sus cuidadores o cuidadoras. Innumerables niños y niñas pequeños padecen la falta de cariño y de cuidados de unas madres y padres que no les entienden ni les aman. Los actos de violencia y crueldad protagonizados por mujeres han crecido de forma horripilante en los últimos años. Todo ello es inducido por el Estado a través de la manipulación de las conciencias que lleva a cabo la industria de la cultura, el cine, el sistema educativo etc. y la creación de hábitos y conductas anti-convivenciales que genera (entre otros mecanismos) la legislación, que normativiza los procesos y prácticas que antes se producían en el seno de la comunidad y al margen de las instituciones por el acuerdo entre pares y a través de la colaboración y el entendimiento.
La incapacidad de la sociedad civil para enfrentarse con tan descomunal hecatombe de las costumbres permite que el poder tiránico del Estado se presente como salvador aportando lo que le es más propio, la organización de la violencia institucionalizada. Quebrados los lazos interhumanos, la policía y los ejércitos aparecen como garantes de la civilización haciendo buena la profecía hobbessiana sobre que somos fieras y depredadores por naturaleza(6)
La influencia de las leyes en la convivencia social y la cosmovisión y hábitos de los individuos no ha de ser menospreciada pues el cuerpo legal del sistema lejos de ser consecuencia de la realidad social es, más a menudo, causa de esa misma realidad que es previamente buscada por los legisladores, así sucede con la LOVG que está consiguiendo la destrucción de lo poco que quedaba de las instituciones naturales de vida social, a saber, los vínculos afectivos-sexuales y las relaciones familiares de convivencia y parentesco pues si los de abajo están divididos, o mejor aún, atomizados, el sistema de dominación se fortalecerá de manera colosal. Una sociedad unida, estructurada, dotada de cultura, y capacidad para vivir en común, con posibilidad de proveerse de fines elegidos y aspiraciones compartidas es un duro enemigo del Estado que queda así muy disminuido en sus prerrogativas y posibilidades de acción.
Por ello la segregación es el camino para el triunfo del absolutismo estatal, primero se separó a los jóvenes de los adultos, luego a los niños de los mayores, a los ancianos de la sociedad en general y finalmente a los hombres de las mujeres, de esta manera todos, aislados y solitarios, disminuidos, irresponsables y entontecidos por la falta de experiencia social, pueden ser mejor sometidos y dominados por las instituciones del poder.
Si el patriarcado del pasado se basó en la familia y el control de las relaciones que en ella se establecen –un sometimiento que siempre fue parcial y limitado- el actual se fundará sobre la destrucción de todas las instituciones naturales de convivencia, en la creación de un individuo, ya no plenamente humano, por la pérdida de la mayor parte de las capacidades de relación íntima y afectiva con sus iguales, en ello tendrá un papel fundamental el odio sexista introducido por el feminismo de Estado que aspira a la destrucción de los valores y capacidades positivas que conservan los sujetos y, en especial las mujeres y que nos convertirá, si no lo remediamos, en seres solitarios y egoístas, ajenos a la moral y el recto obrar en nuestra vida pública y privada, empobrecidas de práctica mental reflexiva y, en general, de vida psíquica y espiritual alguna, ajenas al amor y a las necesidades humanas auténticas.
Resulta incoherente que cierto “radicalismo”, que se llama a sí mismo antisistema, ejerza de vocero de las consignas del poder jaleando el desencuentro entre mujeres y hombres, definiendo a todos los varones como agresores en potencia, y señalando como maltrato, no las acciones que lo son objetivamente, sino incluso los actos más inocentes y triviales(7) creando con ello un auténtico campo de Agramante donde el desorden y la discordia se imponen, con ello se sitúan de nuevo a las órdenes de la socialdemocracia que los usa como mano de obra en sus proyectos. Debemos ser conscientes de que mientras siga atizándose la pugna entre los sexos, la agresión, la violencia y el crimen de odio seguirán creciendo sin remedio. Las relaciones entre las mujeres y los hombres tienen que fundarse en la simpatía, el afecto, la fraternidad y el amor, no en el miedo, la incomprensión y el desconocimiento y la fobia pues solo unidos se puede hacer frente al sistema de dominación.
A MODO DE RESUMEN:
1. La violencia entre los sexos es completamente rechazable pero, al contrario de lo que dice el feminismo de Estado no resulta de un solo factor –la cultura machista y el patriarcado- sino de dos, a saber, la trágica naturaleza de la condición humana que nos convierte en fieras en ciertas circunstancias y la acción de la máquina estatal capitalista que a través de la ley y la manipulación de las conciencias divide, enfrenta y fragmenta la sociedad civil para aumentar su poder, siendo este segundo el agente decisivo en el momento actual.
2. No es admisible que quienes dicen oponerse al poder establecido defiendan la LOVG o, sin mencionarla sustenten sus concepciones sexistas y androfóbicas y alienten la guerra de los sexos.
3. Debe denunciarse la LOVG como una ley que proyecta el Estado policial y la represión indiscriminada contra la población y además impone la intervención del poder en la vida íntima de los individuos.
4. Debe condenarse asimismo su función “educativa” para imponer a la sociedad los disvalores del odio, el egoísmo y la inmoralidad, su carácter machista y neopatriarcal pues presenta a las mujeres como seres incompetentes y nos pone bajo la tutela del Estado. Las mujeres debemos oponernos de forma contundente a esas medidas que supuestamente nos protegen.
5. Condenar y criticar la ley no es suficiente, es necesario bregar por el renacimiento de los saberes, las conductas, las prácticas, los hábitos y las instituciones que rigen la convivencia entre iguales.
6. Las mujeres y los hombres tienen que rescatar las habilidades, los instrumentos y capacidades para elegirse y convivir recuperando el amor como vínculo sublime y excepcional y el sexo como potencia unitiva de enorme valor. Las relaciones íntimas entre las personas deben dejar de ser intervenidas por el Estado y tenemos que aspirar a que lleguen a ser ajenas a cualquier intromisión política.
NOTAS:
(1) Lo que se producirá sin duda por la propia acción de las instituciones que promocionan las denuncias ofreciendo ventajas y subvenciones económicas nada despreciables a las mujeres que las ponen lo que se traduce en un incremento imparable de las acusaciones falsas que afectan a miles de hombres inocentes.
(2) Aumentan las mujeres muertas por sus parejas, también se incrementan de forma continuada el número de hombres asesinados por sus compañeras pero esas cifras son ocultadas por las estadísticas oficiales desde el año 2006, al igual que el número de suicidios que se producen entre varones inmersos en procesos conflictivos de separación.
(3) Sin contar el crecimiento de las empresas privadas de seguridad hacia las que se trasladan una parte de las tareas relacionadas con las órdenes de protección a mujeres.
(4) Tal situación no es insólita hoy en día, pues, por ejemplo, el Movimiento por una Hungría Mejor, de orientación neo-nazi, racista y ultranacionalista, tiene entre sus cabecillas una mujer, Krisztina Morvai, que fue miembro del Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer en la ONU. Esta formación política posee una milicia paramilitar, llamada “Guardia Húngara” acusada de perpetrar asesinatos de gitanos y hostigar a la comunidad judía del país.
(5) Así se dice en la exposición de motivos de la ley apoyándose en la declaración de la Conferencia Mundial de Mujeres de Pekín de 1995, en la que se define el concepto de violencia de género.
(6) Hannah Arendt entiende bien que no es la naturaleza humana sino la del artefacto estatal el que alimenta el odio entre iguales y explica, citando a Maquiavelo, que el triunfo de la razón de Estado es la que exige que los seres humanos sean adoctrinados en la maldad. Para su crecimiento el aparato de fuerza de los poderosos ha de sembrar en el cuerpo social el veneno de la discordia.
(7) En “Estado de wonder bra. Entretejiendo narraciones feministas sobre las violencias de género” se defiende incluso la propia LOVG como un triunfo de las mujeres y se elogia la acción de la socialdemocracia de forma directa, en otras ocasiones se ha hecho una denuncia de la ley por no ser suficientemente dura y obligar a las mujeres a presentar alguna demostración del maltrato (presupone este planteamiento que ninguna mujer hará un uso perverso de tal prerrogativa, situándonos con ello, no en el mundo de los seres humanos sino en el de los ángeles). Se ha llegado, de la mano de ciertas teorías, a un grado de subjetivismo y arbitrariedad peligroso como plantear que hay agresión siempre que una mujer se “siente agredida” , con tales argumentos se nos expulsa a las mujeres del espacio común de la objetividad, la justicia, el buen sentido, el juicio recto y reflexivo degradándonos a un obrar pueril que hace del capricho y el desatino la medida de todas las cosas.
(texto presentado en las jornadas antimilitaristas del 18 y 19 de junio en el local Magdalena, será publicado por la revista “Esfuerzo”, y está colgado en La Haine)
Sobre la fotografía, Ver NOTAS Y RECOMENDACIONES 1.
Prado Esteban Diezma
pradoesteban@hotmail.com
El triunfo del desamor. El repudio de la infancia en la sociedad moderna
La continua caída de la natalidad es la expresión más clara de la desafección de la sociedad actual hacia los niños y las niñas, su ausencia en la experiencia cotidiana de millones de personas, la desaparición del deseo de maternidad-paternidad en un grupo creciente de mujeres y hombres, será un elemento importante en la destrucción de la civilización humana tal como la conocemos.
Los niños y niñas viven hoy segregados socialmente, molestan en casi todas partes, son ajenos al mundo de sus mayores, no comparten lenguaje, proyectos, intereses, problemas ni conflictos, en muchos casos ni siquiera comen lo mismo. En las sociedades de la modernidad tardía las criaturas están condenadas a llevar una existencia falsa, nutrirse de actividades, espacios, experiencias y diversiones especiales para ellos de manera que adultos e infantes casi parecen especies diferentes. Convertidos en objetos exóticos, no se les comprende lo que hace más fácil que ni se deseen ni se les ame.
No puede considerarse la desnatalidad en occidente como el resultado de la elección de los sujetos, o del aumento de la libertad de las mujeres como se dice sino de un proceso inducido desde arriba por el feminismo de Estado que es instrumento esencial de las instituciones coercitivas del poder(1). Las directrices institucionales han conseguido modificar de forma sustancial la conciencia de millones de mujeres y hombres que han pasado a considerar a los niños y niñas un elemento de opresión y explotación de sus madres, que se ven, según dicen, sometidas y limitadas en su independencia y pierden ventajas materiales así como posibilidades de consumo y diversión. En general, se considera que los hijos roban a sus madres la satisfacción de sus propias necesidades y deseos. Los derechos de las mujeres se presentan enfrentados a los de las criaturas e incompatibles con ellos.
La adhesión al trabajo asalariado y su derivado, el dinero y lo que se consigue a través de él, por parte de un sector decisivo de las mujeres es el factor de más peso en la renuncia e incluso el repudio de la experiencia maternal. El sistema educativo es un agente principal del adoctrinamiento contra la maternidad por ello el nivel académico es inversamente proporcional al número de hijos (en las clases bajas y medias, pues en la clase alta, en la actualidad, la fecundidad es más alta).
La caída demográfica no es pues el resultado de las dificultades económicas, la falta de ayudas estatales ni la elección autodeterminada de los individuos sino de la eficacia arrolladora de la maquinaria de dominación mental del Estado moderno que ha conseguido intervenir de forma decisiva en los impulsos más primarios de los sujetos, someter a sus designios las emociones, conductas y relaciones más íntimas instalándose un policía en la conciencia de cada individuo.
Un feminismo antimaternalista(2) que es anterior, pero que ha sido incorporado al feminismo de Estado) ha conseguido destruir en un sector significativo de las féminas el deseo de tener hijos (que afecta también a muchos varones). La falta de amor e interés por las criaturas produce un ascenso imparable del egoísmo como inevitable estado de quienes no tienen otra preocupación que su propia persona, se pierde la capacidad de apreciar los valores inmateriales como son los afectos, las relaciones, la comunicación con los otros, la ayuda, la colaboración, la convivencia, los vínculos o la simple alegría que las niñas y niños proporcionan a su entorno. La falta de obligaciones, responsabilidades y problemas, la ausencia de reflexión para solucionar los escollos de la educación y guiar el desarrollo de los hijos, tiende, a no ser que otras metas trascendentes sustituyan estas tareas, a embotar la inteligencia y arruinar la creatividad.
La exclusión social a que están sometidos los niños y niñas, que no participan de las conversaciones ni las reuniones sociales de sus mayores, ni de sus trabajos, obligaciones y diversiones, su aislamiento del mundo de los adultos, impide que puedan aprender de la vida real y los convierte, en muchas ocasiones, en seres fastidiosos y cargantes, incapaces de respetar las más elementales normas de la convivencia con los otros, ajenos a las necesidades y problemas de sus padres, egocéntricos y egoístas, esclavos de sus caprichos o apetencias, inconscientes y violentos. De este modo se cierra el círculo argumental y se confirma, para muchos, la máxima de que la crianza es una penosa experiencia.
Todas estas situaciones son solo una forma de materialización de los profundos conflictos que afectan a la práctica del acto genésico humano, acto que ha sido caotizado de modo trascendental por el aparato de adoctrinamiento de los poderosos.
Quienes se arriesgan a ser padres o madres en la sociedad presente carecen de certezas acerca de la tarea de criar, proteger y educar a sus hijos. En la sociedad tradicional los sujetos tenían contacto con los niños de forma cotidiana, compartían con la infancia momentos y situaciones vitales de todas las clases, observaban la forma como ejercían la maternidad las mujeres del entorno y también la manera como los hombres practicaban la paternidad, se incorporaban al acerbo de juegos, canciones, retahílas y poesías de la tradición oral que estaban basadas en el conocimiento profundo de los hitos del desarrollo infantil en todos sus aspectos: afectivo, comunicativo, motriz, relacional etc. En el mundo rural tradicional, por ello, el cariño hacia las criaturas se producía de manera natural(3) paralelamente al conocimiento de la idiosincrasia y singularidad de esta etapa de la vida, conocimiento que se transmitía de forma horizontal creando vínculos inquebrantables entre las generaciones.
En la actualidad la crianza ha sido enajenada de la comunidad de los iguales para ser dominio de los expertos(4), extendiendo la idea de que las madres y los padres no son competentes para educar a sus hijos, que no pueden guiarles ni comprenderles si no se ponen en manos de las autoridades del sistema. Se explica tal acontecimiento, no como lo que es, una pérdida, sino como una adquisición, argumentando que las familias tienen derecho a recibir del Estado la asistencia a las necesidades de sus hijos, embelleciendo el rostro de la máquina estatal capitalista que aparece como la locomotora del progreso social y la emancipación de los ciudadanos, sobre todo de las ciudadanas que se ven “liberadas” de la carga de sus hijos e hijas, para poder entregarse al trabajo productivo y el consumo de productos y diversiones.
Las relaciones materno-filiales (y, por extensión también las paterno-filiales) se construyen hoy a través de un intrincado revoltijo de teorías, casi todas ellas ajenas a la realidad y a la experiencia práctica. La madre, tan importante en el desarrollo infantil, es ahora, en muchos casos, una mujer angustiada por el conflicto entre sus intereses (no siempre auténticos) y los de sus hijos. Encuentra una enorme dificultad para conciliar el trabajo productivo y la crianza de manera que oscila entre las conductas de abandono y de hiperprotección convirtiéndose así en una figura ambivalente que genera una enorme inseguridad, miedo y dependencia en las criaturas.
Algunas corrientes del feminismo maternalista, no solo no han resuelto estos problemas, sino que han venido a embrollar aún más la experiencia de la maternidad convirtiendo a la mujer en sujeto de impulsos, pulsiones e instintos de búsqueda de placer a través de la reproducción (lo que puede definirse como una forma de neomachismo que nos reduce a nuestro útero) y al hijo o hija en objeto gratificante de consumo fisiológico-emocional, a la vez que sujeto de la protección inefable de una madre cuyo vínculo deviene, inevitablemente, en patológico. Concebidos ambos como entes dominados por sus pulsiones y deseos, básicamente físicos, que han de ser satisfechos de inmediato y despojados de los atributos humanos de la conciencia y la capacidad de elección de fines, su relación daña a los dos. Exacerbando el componente libidinal de la experiencia de la reproducción la adulteran y falsifican, pues la maternidad-paternidad es un acontecimiento de una gran complejidad que integra impulsos sexuales primarios, procesos afectivos, categorías morales y axiológicas, satisfacción de necesidades básicas y esenciales y elementos culturales y sociales, pero es, ante todo, un acto de amor, pues el vínculo afectivo hacia los hijos es el más desinteresado de los lazos que nos unen a los otros, y, por ello, el más humano. No es casual que la arqueología defina el carácter humano de las sociedades a través de la huella que en el registro arqueológico dejan las relaciones de afecto, de cuidado y dedicación a los dependientes, que están más allá de la crianza física (que es común a todos los mamíferos).
Así mismo se niega la fundamental singularidad de la paternidad y su aportación esencial y no sustituible a la crianza, expulsando a los hombres del hecho reproductivo tanto en la calidad de agentes participantes en la decisión, como en su contribución educativa.
Como resultado de todo ello se está transformando de forma radical, no solo la relación con los niños y niñas sino la concepción esencial de las personas, pues ya los infantes no son considerados seres humanos completos, dotados por ello de un valor intrínseco y una consideración primaria en tanto que individuos(5). De sus necesidades son excluidas la conciencia de sí mismos y del mundo-ambiente, la capacidad de elección en cuestiones limitadas pero muy reales y todas las demandas del espíritu. Al negarles los valores que son atributos de la humanidad se inicia un escabroso camino hacia la creación de una sociedad deshumanizada compuesta de individuos capaces de servir con diligencia en el trabajo, los ejércitos y las tareas que les sean encomendadas pero incompetentes para la libertad y la gestión autodeterminada de sí mismos y la sociedad.
En el pasado, a través de la educación como proceso social, lo humano, su sentido y significado, se reconstruía generación tras generación. El esfuerzo que empleaba la comunidad de los adultos en su labor educativa, incluía tanto la recogida de la experiencia acumulada cuanto su mejora a través de la propia práctica. Esta actividad, además precisaba de la reflexión sobre numerosos aspectos reales y concretos de la existencia humana y, por ello, estimulaba el ejercicio del análisis tanto como la capacidad práctica de tomar decisiones y obrar en consecuencia. Es obvio que el desafío vital de la maternidad-paternidad ayuda a superar, de alguna manera, las limitaciones inherentes a nuestra condición humana que nos arrastra muchas veces a la mezquindad y el egoísmo. Los niños se convierten así en agentes activos del desarrollo de la sociedad y gran potencia unitiva de los adultos pues ellos no son solamente el objeto de la educación sino también educadores en tanto que mejoran el entorno en que crecen y se convierten en instrumento de enriquecimiento personal de aquellos que les cuidan.
De la experiencia de la crianza y cuidado de los hijos resulta un crecimiento innegable de la capacidad individual y social para la convivencia, para crear vínculos y lazos comunitarios y desarrollar formas humanas de vida, su ausencia es expresión material (no la única pero sí importante) de una crisis civilizatoria de impredecibles consecuencias.
NOTAS:
(1) La inmigración es hoy el gran negocio del sistema, pues permite trasladar los costes de la crianza de los seres humanos a las mujeres de los países de Tercer Mundo. España tiene una población extranjera diez veces superior a su crecimiento natural por nacimientos, y gracias a ello el país se puede permitir una natalidad muy lejana a la tasa de reposición de la población. Por ello el antiguo sistema de opresión femenina que se basaba en inducir la alta natalidad para nutrir los ejércitos de los Estado ha sido radicalmente transformado hoy y sustituido por nuevas formas de opresión que consisten en destinar a las féminas a las obligaciones laborales y las propiamente militares con su incorporación a los ejércitos.
(2) Simone de Beauvoir, en “El segundo sexo”, dice que las mujeres “encierran dentro de sí un elemento hostil, la especie, que las roe” y apostilla que “la gestación es un trabajo fatigoso que no ofrece a la mujer ningún beneficio individual (sic)”, pensamiento monstruoso que es mera ideología de extrema derecha, un atentado a los fundamentos de la condición humana.
(3) En “Los desiertos de la cultura. Una crisis agraria” Santiago Araúz de Robles enfatiza la ternura del grupo hacia los niños y niñas y el lugar propio que estos tienen en la comunidad.
(4) En 1949, Benjamin M. Spock publicó “Tu hijo” puede considerarse este texto el hito de inicio, en el mundo anglosajón, de la gran perturbación que destruiría la transmisión cultural de los conocimientos acerca de la crianza. De ese texto se han vendido cincuenta millones de ejemplares y ha sido traducido a cuarenta y dos idiomas.
(5) Con argumentos como los que se pueden leer en un diario de gran tirada, “se limita (el bebé) a estrujar las ubres que le sostienen. Pero aparte de un calor humano animal, no produce un intercambio, sólo recibe. Pero se mitifica la maternidad para que nadie pueda racionalizar el proceso… esta gratificación impide muchas veces a las mujeres que su carrera profesional… pueda a su vez ser gratificante” El País 9-01-2001 “El precio de un hijo”, Josune Aguinaga. Con seguridad la persona que esto escribe no ha tenido nunca contacto con un bebé y no ha podido vivir y apreciar la capacidad afectiva, comunicativa, relacional e intelectual que desarrolla el ser humano desde su nacimiento. Si así es, no debería atreverse a componer frases tan rotundas como pérfidas.
(texto publicado en la revista digital de pedagogía “En la fila de atrás”)
Prado Esteban Diezma
pradoesteban@hotmail.com
Las mujeres y la revolución. Reflexiones en el 8 de marzo
La realidad hoy es que un número creciente de mujeres poseen un formidable poder, un ejemplo es Angela Merkel que, como primera mandataria de Alemania es quien, de forma fáctica, ostenta la autoridad máxima en Europa. En todo el mundo las mujeres conquistan puestos señeros en la jerarquía política y económica, son hechos que no se pueden obviar al hablar de la condición femenina actual. Hoy el feminismo de Estado es quien dicta, de forma imperativa, la ortodoxia sobre la emancipación de la mujer, se ha dicho que éste desnaturalizó el verdadero feminismo pero lo cierto es que las principales corrientes de aquél movimiento fueron afines en lo esencial a los principios cardinales del poder estatal-burgués, pues todas las tendencias que no se adscribían, de una forma u otra, a sus intereses han sido condenadas al ostracismo y la marginación.
Atropellando la libertad de conciencia de las mujeres y los hombres las instituciones han impuesto un complejo de ideas que son obligatorias. Se resumen en lo siguiente. El trabajo asalariado, la profesión y el dinero son los principales instrumentos de realización personal e independencia femenina. Al grito de “Todo por la empresa” y “Todo por el dinero” varias generaciones de féminas han arruinado sus vidas en las mazmorras de fábricas y oficinas, como recompensa un porcentaje creciente de ellas ha conseguido ascender en la escala de mando de las corporaciones laborales convirtiéndose, algunas, en verdugos de los hombres y mujeres a los que dirigen.
Otra máxima del feminismo institucional es que las mujeres han de ocuparse únicamente de sus problemas, así viven según los cánones de un neo-machismo confinadas en las “cosas de mujeres”. Un nuevo narcisismo de género alimenta la idea de que podemos y debemos perseguir el poder y el dominio en las relaciones sociales, incorporándose a nuestro vocabulario el anglicismo “empoderamiento” para designarlo. Además es preceptivo “salvarse” del amor. El odio, fundado en un sexismo esencialista, ha de ser la emoción predominante en todas las féminas emancipadas y las que no quieran ser acusadas de sumisas, machos etc., la agresividad y la violencia deben formar parte de sus habilidades sociales básicas y el egoísmo de género debe prevalecer en su ideología y su práctica. El rencor y la hostilidad hacia los varones, convertida en cosmovisión esencial en un núcleo creciente de mujeres, ha impulsado la afluencia femenina en el ejército y las diversas policías. En un futuro próximo habrá muchas féminas, no solo entre las tropas y los efectivos policiales sino también en los mandos de todos los cuerpos militares y represivos. Cada vez con más frecuencia aparecen mujeres involucradas en actos de torturas y brutalidad policial o militar.
Presentándonos como sempiternas víctimas de los varones el Estado se exime a sí mismo de ser la principal fuente de opresión sobre nosotras, el creador del patriarcado y el beneficiario primordial de la forma concreta de marginación y sumisión histórica de las féminas, a la vez que define un nuevo modelo de sujeto femenino más conveniente para sus proyectos presentes. Por ello todas las supuestas ideas y prácticas “emancipadoras” constituyen la forma moderna en que las mujeres se integrarán en los fines estratégicos del poder establecido y la manera como serán dominadas. Su afluencia en masa al mercado laboral ha sido dirigido desde arriba –se inició durante el franquismo y ha continuado con el parlamentarismo-, el objetivo no es la libertad de la mujer sino el crecimiento del Estado español como potencia imperialista, por un lado, y la legitimación del capitalismo que aparece como liberador al menos para la mitad de la población. Así hemos sido atadas a un laborar embrutecedor por repetitivo, mecanizado, especializado, jerarquizado y dirigido que conlleva la progresiva quiebra de nuestras facultades intelectuales, de la sensibilidad, la voluntad y la sociabilidad. Las empresas dirigen hoy de una forma inadmisible la existencia de sus empleadas que están obligadas a subordinar su vida personal y familiar a los intereses de las corporaciones para las que trabajan.
Al demoler el antiguo patriarcado, que formaba parte del militarismo del pasado y que se basaba en dedicar a las mujeres a cubrir las necesidades demográficas de los Estados en pugna y a los hombres a combatir por los intereses de su nación, la máquina estatal-capitalista podrá movilizar a la población femenina (no solo a las soldados sino a todas las mujeres por conscripción) en caso de una guerra a gran escala. . A cambio de las migajas que el poder otorga, en lo venidero las mujeres serán tocadas por el horror, la muerte y la destrucción de una posible y previsible contienda mundial, al mismo nivel que los hombres.
Para que tal situación se realice, la libertad de conciencia de las féminas es violada repetida y fatalmente por las instituciones del poder, nuestras libertades más primarias son atropelladas. La maternidad está prohibida, de hecho, por múltiples mecanismos, pues no conviene a los intereses de los poderosos ya que distrae de los principales cometidos femeninos, trabajar sin descanso y servir al Estado. Así, la “libertad reproductiva” se concreta en el derecho al aborto, pero no en la potestad de ser madres. Esta “liberación” que nos convierte en monjas laicas al servicio del capital, del Estado y sus instrumentos, se produce, además, a costa de la explotación de millones de mujeres, que, en los países del Tercer Mundo, están obligadas a parir hijos e hijas para cubrir nuestro permanente déficit demográfico.
Al enfrentar de modo radical a los dos sexos impide que los de abajo seamos capaces de unirnos para hacer frente al aparato de dominación que ve reduplicado su poder. Con leyes como la de Violencia de Género, ha convencido a muchas de que toda relación entre los sexos está plagada de agresión y violencia machista. Así, lo que es producto de la acción de una ínfima minoría de los varones se achaca al género creando un mar de incomprensión, desencuentro y animadversión entre hombres y mujeres muy beneficioso para sus intereses. Condenados tanto nosotras como ellos a la soledad y la incomunicación, nuestras vidas se han convertido en un compendio de horrores de tal naturaleza que arruina en nuestro interior las virtudes humanas y nos convierte en sujetos solo aptos para las ergástulas del mundo laboral y militar, a la vez que impedidos para la vida moral, la libertad y la fraternidad con nuestros iguales.
Las mujeres que deseamos una sociedad sin Estado, basada en las relaciones horizontales y en la libertad equitativa para todos, varones y féminas, debemos comprometernos en la resistencia al feminismo estatalista, al chovinismo femenino (tan nocivo como el masculino) y a todas las formas de sexismo. Tenemos igualmente que definir los instrumentos para construirnos como sujetos competentes en la lucha por la revolucionarización de la caduca sociedad presente. Tal proyecto nos impone el desprendernos de todas las formas del victimismo que nos degrada y envilece, y entregarnos a la comprensión reflexiva de la realidad presente y de los grandes problemas políticos, filosóficos, convivenciales, morales y vitales, realizada para establecer la verdad y para construir la cosmovisión que oriente nuestra acción. En tal tarea debemos aspirar a recuperar en nosotras las cualidades, que se llamaron femeninas, del desinterés, entrega, fortaleza, energía y cultivo del amor compartiendo la lucha y el esfuerzo en afectuosa unión con nuestros compañeros.
Publicado en CNT marzo 2010
Prado Esteban Diezma
pradoesteban@hotmail.com
La feminización del Estado: La mujer en el ejército.
Intervención en el “Otoño Libertario”
CNT Madrid, 25-octubre-2009
Idoia Rodríguez Buján ha sido la primera mujer soldado muerta “por España”, cayó en Afganistán, en 2007, defendiendo los intereses imperialistas del Estado español (y su alianza con EEUU) en ese país. El Ministerio de Defensa está en manos de otra mujer, responsable no sólo de las operaciones militares en el exterior, y del rearme del ejército sino de lo que sucede en cada cuartelillo de la Guardia Civil, dado que es un cuerpo militar, que depende de ese Ministerio, además del de Interior.
Estos hechos, entre otros muchos, rompen algunos tópicos y estereotipos, como el de que las mujeres son siempre pacifistas y víctimas en las guerras, mientras que los hombres son belicosos y por ello las inician. Hoy, en La Legión, un cuerpo fundado por Millan Astray y perfeccionado por Franco, que ha sido considerado el reservorio de los disvalores machistas más repulsivos, más del 9% de sus miembros son “damas legionarias”, con iguales tareas y cometidos que sus compañeros, “caballeros legionarios”. En el conjunto de la tropa del ejército español las mujeres son el 18% pero la demanda femenina ha tenido un incremento anual sostenido del 60%. El 25%, en las Escuelas Militares, son alumnas y pronto comenzarán a alcanzar el grado de general las primeras que cumplan los requisitos de antigüedad y formación. El modelo español ha sido calificado de los más “progresistas” porque permite el acceso de las mujeres a todos los puestos, incluidos los de combate. En el Cuerpo de Reservistas Voluntarios las féminas suman casi un tercio de los 4.500 integrantes con que cuentan. Tales son algunos de los hechos.
Eso significa que en los próximos decenios muchos crímenes de guerra, actos genocidas y torturas serán perpetrados por mujeres (hoy está ya comenzando a suceder) lo que hace tambalearse muchos de los presupuestos de un feminismo sexista esencialista y estatolátrico. No puede aceptarse el argumento de que las féminas están siendo usadas por el patriarcado como carne de cañón pues en la cadena de mando de las instituciones de la violencia estatal su número crece sin cesar. En los cuerpos represivos su presencia aumenta más rápido incluso que en el ejército y son ya el 56% de los aspirantes para la escala ejecutiva de la Policía Nacional, lo que significa que, en un futuro próximo estos cuerpos estarán mandados por mujeres a las que habrá que calificar como miembros de pleno derecho del Estado y ejecutoras de su política represiva.
La misoginia de los ejércitos es una ideología históricamente formada en un periodo muy específico. El Código Civil napoleónico de 1804 instauró un concreto sistema patriarcal parcial que respondía a las necesidades e intereses del sistema liberal estatal-capitalista en la época. Aquí fue servilmente copiado por el Código Civil de 1889 (1). Estos textos legislativos institucionalizan la preterición femenina, y estatuyen la noción de familia como orden jerárquico, asentado, por tanto, en el desamor, en el que prevalece el varón. Pero tales privilegios fueron un regalo envenenado hecho a los hombres pues a cambio de ellos debían entregar sus vidas al Estado. Los ejércitos de Napoleón I eran un sumidero que consumió lo mejor de la juventud masculina europea en su época. Las mujeres estuvieron obligadas a parir hijos para las guerras de las elites mandantes como los hombres lo estaban a servir, y a menudo morir, en las mismas. La obligada segregación de los sexos que exigía la vida castrense imponía el ascenso de valores y prácticas depravados como el alcoholismo, la prostitución y la violencia entre iguales. De estos ambientes es de donde surge la misoginia, precisamente por estar excluidas la mayor parte de las mujeres de tales situaciones de las que sólo participaban hombres y prostitutas. Lo que vulgarmente se entiende por “macho”, es decir, un varón chulesco, violento, inmoral y misógino, es una creación sobre todo del ejército, por el que fueron forzados a pasar todos los hombres y no de la condición masculina en general.
Pero la esencia de los ejércitos no era la marginación femenina sino la afirmación coercitiva del Estado, su agresividad frente a todo lo que se le oponga en el interior y la lucha con las otras potencias por el control de los recursos mundiales. El machismo es un valor prescindible sujeto a las necesidades cambiantes del sistema y no forma parte de lo substancial de la institución. Hoy es posible encontrar entre los documentos oficiales de las Fuerzas Armadas auténticos alegatos feministas (2) que resultan imposibles de interpretar desde los simplistas presupuestos del antimilitarismo de hace treinta años.
Durante los gobiernos de la socialdemocracia, de 1982 a 1996, se inició el ascenso imparable de las empresas multinacionales españolas que fortaleció y prestigió como nunca el capitalismo (3) y su expansión neocolonial. Vinculado a ello se redefinieron los objetivos de la política de “defensa” en España. Tal política estaba destinada a favorecer el ascenso del Estado español como potencia imperialista (4) y su primera traducción práctica fue la de cooperar con las operaciones de Mantenimiento de Paz (sic) patrocinadas por la ONU; para ello la creación de unas fuerzas armadas profesionales era un requisito imprescindible. El ejército de reemplazo era ya obsoleto en esos años pues la caída de la tasa de natalidad hacía prever una disminución notable de los soldados de quintas. Pero sobre todo había dos aspectos que lo hacían inviable, la percepción social de que tal institución representaba los principios del régimen franquista y era una amenaza permanente para la sociedad civil y la imposibilidad de desarrollar los planes neocolonialistas del Estado Español en la esfera mundial, pues en la guerra del Golfo, en 1991, se comprobó que el envío de efectivos militares fuera de nuestras fronteras era muy conflictivo con tropas de reemplazo (5). La culminación del proyecto de ejército profesional encontró un escollo muy importante en la voluntad civilista de la sociedad española que repudiaba la vida castrense de manera que, si a principios de los años 90 del siglo pasado el número de objetores respecto al de soldados era del 14%, en los años finales del decenio llegó a ser del 93%, por ello un estudio de una fundación cercana a las instituciones estatales concluye que dada “la declinación de la disponibilidad de hombres de 18 años y el desinterés generalizado por la profesión militar, el mantenimiento de un número casi constante de aspirantes a las FFAA sólo ha sido posible gracias a la creciente participación de las mujeres en las sucesivas convocatorias” (6). De ese modo en la actualidad se ha podido destinar a operaciones en el exterior casi 8000 militares suprimiendo el tope de 3000, que existía hasta 2008. En el caso de las mujeres son, además, unas tropas especialmente motivadas, entusiastas y entregadas a sus funciones, pues las consideran “liberadoras”.
Lo cierto es que si para el primer liberalismo la reclusión de las mujeres en la esfera doméstica era una necesidad política y militar (7) de primer orden hoy sus objetivos exigen la “emancipación “femenina de la cárcel del hogar, las mujeres están llamadas a servir al sistema no como madres sino como soldados y también como productoras en el sistema laboral. Estos cambios suponen una auténtica refundación del Estado que aumenta su capacidad de dominar y sojuzgar vistiéndose con un aura de libertador de las mujeres y otros sectores antes oprimidos. Este aspecto ha tenido una importancia decisiva en la percepción social del ejército que ha pasado a ser la institución mejor valorada de todas las del Estado según un sondeo del CIS en 2008, consiguiendo crear entre los ciudadanos la imagen de unas fuerzas armadas modernas y progresistas, feministas y humanitarias, cuyo mejor símbolo es la figura femenina, que para el imaginario social, tanto para hombres como para mujeres, sigue siendo expresión de pacifismo.
La capacidad para dotar al ente estatal de virtudes redentoras ha sido el objetivo esencial de la sociedad de la información, es decir, de la manipulación; en el asunto que nos ocupa el instrumento para acometer la vida interior de los sujetos y dirigirlos a su favor ha sido el feminismo de Estado, impulsado por el PSOE, que ha ido engordando y ampliando el Instituto de la Mujer, creado en 1983, hasta darle carácter de Ministerio, fundando, en un arrebato orwelliano, el de Igualdad, digno heredero, por otro lado, de la Sección Femenina franquista.
De las corrientes feministas existentes, el feminismo institucional ha ido extrayendo las ideas y argumentos para ganar a las mujeres a su causa y convertir a una porción sustancial de ellas en fuerza de choque del sistema. Puesto que las virtudes castrenses no habían formado parte del universo mental femenino en el pasado, su creación ha de ser calificada como muestra innegable de la potencia de los instrumentos de manipulación de las conciencias en la sociedad actual.
El odio es el decisivo estado de ánimo del soldado de los Estados, las guerras injustas solo pueden sustentarse en la hostilidad hacia el enemigo y la xenofobia (8) , el odio, junto con el egoísmo han de ser la disposición anímica prevaleciente en la sociedad para llevar a efecto los objetivos del Estado, tener instrumentos poderosos de represión en el interior y de conquista en el exterior. El aborrecimiento irracional a los hombres ha sido, por eso, el camino por el que muchas mujeres se sienten realizadas en la vida militar. Esta emoción ha actuado como idea medular de cierto feminismo nietzcheano y fascistoide afín de forma ontológica al sistema. En “El Segundo Sexo” Simone de Beauvoir deplora la falta de agresividad de las mujeres pues “la violencia es la prueba auténtica de la adhesión de cada cual a sí mismo”, envidia la “voluntad macho de expansión y dominación” que pretende presentar como la esencia de la masculinidad, sin serlo, pues tal imagen depravada no puede representar al común de los varones sino a ese chulesco y provocador matón de cervecería que constituía las SA nazis, que es a quien la autora venera. Es ese sujeto machista gestado en las guarniciones militares quien se toma como ejemplo para reescribir la nueva feminidad, asumido ya que “el amor es el opio de las mujeres” (9) la guerra por ansia de dominación pasa de ser abominable a considerarse natural. Por otro lado el feminismo institucional ha conseguido imponer la idea de que el salario es el principal instrumento de la emancipación femenina, de modo que la vida militar, si es profesional, o sea como mercenarias, se considera legítima. También se ha justificado la apetencia de poder como meta para las mujeres, lo que casa muy bien con la jerarquización de la institución militar.
Los instrumentos para conseguir esas fundamentales modificaciones en la idiosincrasia femenina han sido múltiples y complejos. Las teorizaciones feministas nietzcheanas se han dirigido a los sectores de mujeres preocupadas por su condición y con un cierto nivel intelectual, pero también se han difundido desde el cine, la novela, las revistas y la prensa, las “agencias de igualdad” dependientes del gobierno, la enseñanza, los sistemas de formación de las empresas, de manera que nadie, ni mujeres ni hombres, pueda sustraerse al perpetuo bombardeo de los dogmas oficiales.
Pero el enfrentamiento entre los sexos inducido desde arriba, que no es solo entre los sexos pues se extiende a la contienda general de los iguales, proporciona otro valor positivo para la expansión de los recursos militares del sistema. La depravación y desintegración de la vida social ha sido siempre el caldo del que se nutren las mesnadas militares y policiales. El ascenso de formas degradantes de vida y diversión en las que muchas mujeres han visto rasgos emancipadores es uno de los asuntos a tener en cuenta. Otro, sin duda, es el ocaso previsible, en los años venideros, de la familia, presentado por algunas corrientes pretendidamente radicales como un gran logro social, pero que es realmente hoy una de las aspiraciones fundamentales del sistema que consigue con ello eliminar la última institución que agrupa a los sujetos al margen del Estado y en el que todavía perviven, de forma imperfecta e incompleta pero muy real, los valores de la convivencia, el apoyo mutuo, el colectivismo y el desinterés. La desaparición de la familia no se produce en el marco del surgimiento de otras formas alternativas y superiores de vínculos sociales (10), sino de la destrucción de todos los lazos que unían a las personas al margen de las instituciones gubernamentales y tendrá como resultado la constitución de un sujeto aislado de sus iguales, sin relaciones humanas relevantes que será por tanto, presa del Estado. No habrá, entonces, una red de parientes que se preocupen, que lloren o que protesten por sus hijos o hijas y hermanos o hermanas llevados a las guerras futuras, y los soldados (mujeres en un porcentaje cada vez mayor) podrán ser enviados a morir en cualquier parte del planeta.
El Ministerio de Defensa gasta algo de dinero en hacer publicidad de las facilidades que tienen las militares para ejercer su maternidad, pero es obvio que en una sociedad de alta natalidad, las mujeres afluirían menos al ejército, de modo que, en este asunto, como en tantos otros, se practica no la prohibición sino el adoctrinamiento que impide a los sujetos pensar y desear siquiera lo que no conviene al sistema. La función que asignó el primer liberalismo a las féminas en la reproducción para el mantenimiento del sistema productivo y el ejército ha quedado obsoleta en las sociedades de la modernidad tardía que, además de expoliar los recursos económicos del Tercer Mundo, han ampliado este saqueo a la explotación de sus recursos demográficos. De esta manera las mujeres en Occidente son dedicadas principalmente al trabajo asalariado y las funciones estatales (en el ejército, la policía, la judicatura, la enseñanza y los medios de adoctrinamiento entre otros) mientras en los países pobres otras mujeres están obligadas a parir hijos e hijas para ocupar la escala inferior en el sistema productivo occidental generando así un sistema de castas propio de las sociedades despóticas más aciagas.
En la actualidad cinco millones y medio de inmigrantes suplen a los niños y niñas no nacidos en el reino de España desde los años 80, unos miles lo hacen como tropa en el ejército español. Estas personas, nacidas y criadas en sus países de origen, ocasionaron un gasto tanto a sus familias como al Estado pero no serán productivos en ese entorno sino a miles de kilómetros, convirtiéndose así en uno de los más lucrativos negocios del momento actual. Por ello la maternidad, en occidente, no conviene al poder establecido y es denigrada, menospreciada e impedida por todos los medios a su alcance.
El más fundamental golpe a la maternidad viene de la manipulación de la psique femenina que ha producido un declive de las capacidades afectivas en un número creciente de mujeres que han reprimido y ahogado un elemento emocional, vinculado a su propia fecundidad, que en principio forma parte (en una gran porción de ellas) de su vida más íntima. Además han conseguido que, en el orden de prioridades, deseos y aspiraciones de las féminas el trabajo, la diversión, el dinero, el poder sobre los demás o cualquier minucia egoísta o placentera se encuentre por encima de la maternidad. Para las que no hayan sido completamente devastadas por la ideología dominante usan la coacción de las empresas, del entorno inmediato familiar y social (de personas asimismo adoctrinadas), y de los “expertos” (médicos, psicólogos etc.) que intervienen constantemente en la vida de los sujetos para imponer los intereses del capital y del Estado, entre otros. Se vincula el aborto a la “libertad” de la mujer, que es “libre” de abortar pero no de ser madre y se promocionan desde las alturas todas las formas de sexo no reproductivo, argucia fundamental para que la tasa de natalidad siga cayendo. Con todo ello el sistema está consiguiendo imponer sus intereses en lo demográfico a la sociedad para convertir a las mujeres en escuadrones dedicados a la producción, el consumo, la vida militar y policial.
Para fortalecerse el Estado ha modificado de forma esencial la cosmovisión de millones de sujetos femeninos ello hace que cada vez haya más mujeres en los aparatos de violencia estatal, además aparecen implicadas en casos de torturas, crímenes de guerra y actos similares. Ellas obtienen ahora de las instituciones estatales privilegios legales y económicos parciales pero ciertos (11), del mismo modo que antes se les dieron a los varones, pero estas ventajas llevan aparejadas las mismas cargas que han portado los hombres históricamente, las de ir a las guerras y morir en ellas por las élites mandantes de sus países. En la compleja situación mundial actual no pueden descartarse conflictos bélicos de gran letalidad en el futuro que se acerquen a la Guerra Total, si tal hecho acontece los ejércitos profesionales serán insuficientes y los países implicados harán levas en masa a las que serán llamadas las mujeres, al igual que los hombres (12).
El feminismo de Estado es hoy la ideología equivalente al patriotismo de principios del siglo XX; si aquella fue el alimento espiritual de una generación de varones que pereció por millones en los campos de batalla de la I Guerra Mundial (y poco después en la Segunda) ésta cumplirá la misma función para las mujeres en los conflictos bélicos por venir. Por ello esta ideología, que ha permitido la vinculación y apoyo de un importante sector de las féminas para los planes del ente estatal es un factor estratégico de primer orden que el sistema no permitirá que sea tocado sin una acción ofensiva feroz.
Las jerarcas del feminismo institucional, Carme Chacón, Bibiana Aído y María Teresa Fernández de la Vega entre otras, son culpables de la muerte de la soldado Idoia Rodríguez Buján y lo serán de la muerte en las guerras futuras, de miles (tal vez incluso cientos de miles) de mujeres, no ya soldados voluntarias sino muchachas que serán llamadas a filas por su quinta cuando el ejército profesional quede rebasado. Ellas son el enemigo principal de las mujeres en el presente.
En conclusión:
· El antimilitarismo de nuestro tiempo tiene ante sí la tarea de desentrañar, desde el análisis de lo real tales proyectos y desenmascararlos, pues conocer y comprender al enemigo es la precondición para cualquier estrategia. Las mujeres comprometidas con la libertad y la emancipación social tienen que sumarse a estas tareas.
· El feminismo del pasado ha quedado obsoleto por los sustanciales cambios que el sistema ha introducido en la condición femenina y en la conciencia social por lo que tiene que ser revisado críticamente de forma colectiva por mujeres y hombres.
· Es necesaria la lucha contra todas las formas de segregación y división en el seno del pueblo fomentadas por el Estado de modo que mujeres y varones, hermanadamente unidos hagan frente al sistema tiránico actual en todos los ámbitos, también en la lucha antimilitarista.
1) Nótese que ello sucede casi un siglo después que en Francia como producto, no del “atraso” español (soniquete de la progresía durante decenios) sino de la resistencia encontrada a tales proyectos a este lado de los Pirineos en el mundo popular, en los hombres tanto como en las mujeres.
2) Es muy significativo el artículo “Mujeres” que aparece en la página web oficial del Ejército del Aire. La “Revista Española de Defensa” órgano del Ministerio dedica en todos los números un espacio no pequeño a entrevistas, artículos etc. de mujeres. El Observatorio de la Mujer en las FAS, creado por el gobierno en 2005, hace informes y trabajos periódicos con el objeto de establecer las bases que permitan alcanzar la paridad en el ejército entre féminas y varones.
3) “El auge de la empresa multinacional española” Mauro F. Guillén.
4) Aunque el Plan Estratégico Conjunto (PEC) sigue siendo, a día de hoy, secreto, su contenido a grandes rasgos puede ser deducido de su concreción práctica en decretos y órdenes diversos.
5) El análisis hecho por EEUU después de la Guerra de Vietnam y que llevó a diseñar un modelo de ejército profesional abierto al voluntariado y a las mujeres era conocido y ha sido la guía que se tomó para transformar las Fuerzas Armadas aquí. Sobre el actual ejército de Estados Unidos un texto esclarecedor es “Por Tierra, mar y aire. Las huellas globales de ejército americano” R. D. Kaplan. Los ejércitos han cambiado mucho en los últimos 20 años y, por tanto, el antimilitarismo tiene que actualizarse, incluso refundarse, a partir de las nuevas condiciones.
6) “La incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas: el caso español y su percepción pública en la perspectiva comparada” Angustias Hombrados, José A. Olmeda, Consuelo del Val. Real Instituto Elcano.
7) En realidad ya en la I Guerra Mundial (1914-1918), las potencias en pugna, todas ellas, echaron mano de las féminas con el objetivo de ocuparlas en la industria y las labores de la retaguardia. Para esas mujeres se elaboró ya un primer ideario feminista que fue desarrollado más tarde. Sobre esta cuestión ver “Ellas solas. Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra” Virginia Nicholson.
8) Distinto es el caso de las guerras legítimas en donde el estado de ánimo prevaleciente ha de ser el de superar el horror por la violencia en aras de metas trascendentes, necesarias y justas.
9) “Política sexual” Kate Millet. Este texto publicado en el año 1969 ha sido libro de cabecera de varias generaciones de feministas convencidas de su naturaleza revolucionaria, pero ninguna revolución positiva puede basarse en el desamor hacia los iguales que es el principal elemento constitutivo del sistema tiránico actual.
10) En “Refugio en un mundo despiadado. Reflexión sobre la familia contemporánea” C. Lasch concluye que la crisis de la familia en Norteamérica ha tenido un desenlace inesperado “el restablecimiento del despotismo político basado no en la familia sino en su disolución. En lugar de liberar al individuo de la coerción externa, la decadencia de la vida familiar lo somete a nuevas formas de dominación, mientras que al mismo tiempo debilita su capacidad para resistirlas”. Exacto.
11) La Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género es una muestra de la perversidad de un sistema que usa la discriminación como factor de enfrentamiento entre iguales, lo mismo sucede con la ley de Igualdad, la de Paridad, las ayudas y subvenciones en el cine y en otros sectores. Es significativo que en la actual crisis el paro se masculinice según todos los datos.
12) Esto será así inevitablemente pues la constitución en su artículo 30 dice que todos los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España y, por lo tanto, pueden ser llamados a filas cuando el poder constituido lo decida.