“El alma humana tiene necesidad de verdad y libertad de expresión” Simone Weil

"Ni cogeré las flores, ni temeré las fieras” Juan de Yepes

Crónica de un feminicidio (entrevista a Nerea)

Crónica de un feminicidio

Nerea me escribió hace ya casi un año, cuando descubrió mi blog y empezó a considerar que sus problemas personales eran menos personales de lo que ella había creído.

En numerosos correos compartió conmigo la historia de su vida como una necesidad de dejar constancia de su existencia material en este mundo y creo que tiene suficiente entidad y trascendencia  como para hacer esta entrevista.

Nerea tiene 34 años, una larga cabellera rubio ceniza y un rostro correcto, de una belleza tal vez fría, pero sobre todo triste, sus ojos claros miran al mundo con una mezcla de dolor y de miedo, parecería una pobre mujer de no ser porque su más de un metro setenta de estatura y la feminidad de sus formas la dotan de una energía y elegancia que equilibran su melancolía.

Nerea es una trabajadora no cualificada en una pequeña fábrica en un pueblo del norte, una mileurista más cuya existencia es rutinaria y repetitiva dentro y fuera del trabajo.

Su conflicto existencial representa el de millones de mujeres condenadas  y entregadas a vivir una vida que les destruye, obligadas y resignadas a renunciar a su deseos y necesidades más íntimos. Por ello, porque creo que su historia ayuda a comprender en primera persona un complejísimo problema social e histórico acometí esta entrevista.

No podemos entender el mundo sin penetrar su existencia singular y fenoménica, por eso pienso que las entrevistas proporcionan un material inestimable para conocer la realidad e intervenir en ella.

Entrevista a Nerea


¿Qué significa para ti ser mujer? ¿Cómo has construido tu esencia femenina?

Creo que ha sido un largo camino. Cuando era más joven pensaba que sentirse mujer estaba de más, que todos somos iguales, mujeres y hombres ¿qué más vueltas había que darle?

Testimonio

Testimonio

He recibido en el correo este testimonio de una mujer que me parece importante compartir. Aunque nos esforzamos por documentar los procesos sociales que estamos viviendo no cabe duda de que las estadísticas (fabricadas, por cierto, siempre por el Estado) no pueden medir los parámetros de una realidad que supera las cifras. Cuando se habla de procesos humanos, de la destrucción del sujeto hablamos nos referimos a vidas reales, dolor y destrucción reales, por eso el testimonio de esta amiga ayuda a comprender de qué es tamos hablando.


En 2008 fui diagnosticada de ambas patologías cuando acudí a la consulta de la seguridad social y me derrumbé ante mi médico, mujer de mediana edad aunque algo mayor que yo, a la que bastaron dos minutos para deducir de mis balbuceos entre lágrimas, que necesitaba un par de fármacos:  ansiolíticos y antidepresivos que tenía que combinar  cada 12 horas, hizo sin embargo algo que me ayudó mucho más, la posibilidad de apartarme durante meses de lo que de verdad me estaba dañando:  el trabajo. Por entonces yo había logrado llegar a un puesto de mando intermedio en una empresa no sin una larga lucha personal y un desgaste terrible. Pasaban los meses y las pastillas no arreglaban gran cosa, podía dormir aunque a deshoras, y lloraba menos pero cuando me planteó que debía darme el alta volvieron las lágrimas y el pánico ante la sola idea de tener que volver al tajo. Así que salí de la consulta angustiada, con ganas de pedir a gritos socorro. En mi entorno familiar sólo encontraba apoyo en mi madre, que al igual que yo vive sola. Con mis hermanos, 2 varones, no tenía más que una relación superficial, ellos tienen mujeres e hijos y andaban en sus historias.


Mi madre, mujer rural criada en la posguerra, que ni siquiera fue a la escuela, apenas sabe leer y escribir, simplemente hizo lo que las madres hacen darme su cariño y sus pucheros a mediodía, pero a mi madre, que siempre trabajó dentro y fuera de la casa, las complejidades de una mujer moderna, que tuvo un matrimonio de 10 años sin hijos y con una convivencia marcada por la guerra de sexos como la mía, se le escapaba.

Pisar el sufrimiento

Pisar el sufrimiento

"El que pisa su sufrimiento, se eleva"
Hölderlin

"Dolor pa crecer, nun pa estancame. Dolor pa llevar les idees a una forma de vida humana."

Así terminaba una carta una amiga asturiana, usando no solo el idioma de sus mayores sino también esa filosofía ancestral, que ya es pura arqueología y que, lejos de la academia y la palabrería vacía, comprende  la realidad de la condición humana en su esencia.

Quien no conoce el dolor no puede comprender el sufrimiento del otro ni el sufrimiento del mundo, está condenado a rodar sin sentido, a existir sin conciencia, a vivir esperando la muerte en un rincón.

La huida del dolor como huida de la vida

La huida del dolor
como huida de la vida.

"Vivir es luchar y la lucha siempre es dolorosa"
Félix Martí Ibañez



El uso de antidepresivos se ha disparado en toda Europa, prácticamente se ha doblado en el último decenio . En el Estado español el consumo de  estos fármacos  se ha incrementado en un 38% pero el de hipnóticos y sedantes lo ha hecho en un 66% y  este crecimiento es, además, exponencial.

La utilización de psicofármacos es especialmente aterradora entre las mujeres, al menos el 25% de la población femenina toma algún narcótico para aliviar el dolor de vivir.

No hay duda de que la vida se ha hecho cada vez más insoportable para un número creciente de personas y especialmente de mujeres. Según la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo, la depresión femenina pasó del 6,58%   al 20,49%  entre 2003 y 2006. Quiere decir esto que el número de enfermas psíquicas[1] se triplicó en solo tres años, años que son, además, los de las grandes campañas institucionales a favor de la mujer y la creación del primer Ministerio de Igualdad.